Opinión

Enfermedades alimenticias: no dejemos de estar atentos

Una tragedia de hace 40 años que sigue teniendo relevancia en nuestros días, que sigue estando presente y muchas veces enmudecida. Lucrecia Sáenz, madre de adolescentes, busca crear conciencia sobre el cuidado de la salud de nuestros hijos, especialmente desde la aceptación.

Lucrecia Sáenz de Santa María lunes, 6 de febrero de 2023 · 13:04 hs
Enfermedades alimenticias: no dejemos de estar atentos

Un 4 de febrero, pero de 1983 nos dejaba para siempre la famosa cantante Karen Carpenter. Tenía en ese momento 32 años, pesaba 40 kilos y según la autopsia, falleció de una insuficiencia cardíaca originada por su enfermedad. Es increíble que luego de 40 años sigamos enfrentándonos a las mismas dificultades. Hemos recorrido mucho camino, hemos logrado modificar algunas cosas, pero estás dramáticas enfermedades siguen estando presentes en el día de hoy.

No puedo dejar de pensar en Karen, en cómo se habrá sentido, en las veces que no debe haber querido salir de su casa, ni de su cama. No puedo dejar de pensar en Karen, ni en tantas otras personas que sufrieron y sufren lo mismo. Las enfermedades alimenticias nos destruyen por completo, no solo en lo físico, en lo emocional, en lo social y por sobre todo en lo psicológico. Nos cambian y nos sellan para siempre.

Me puedo imaginar una mañana en su vida, salir de la cama, mirarse al espejo, y tan solo pensar soy fea, soy gorda, nadie me va a querer así. Las personas con esta patología suelen sentir que solo se las valora y considera por su aspecto físico. Aspecto que tiene distorsionado, qué su imagen mental no es igual a la que todos vemos. Puedo imaginar y hasta sentir su obsesión, estar pendiente las 24 horas del día, los 7 días de la semana de cómo se ve, de qué comió, cuando y como. Obsesionada por su peso y su figura. Figura qué jamás logrará, porque cada peso qué pierde es uno más qué quiere perder, jamás se detiene y jamás es suficiente.

Miradas tristes, mentes heridas, cuerpos destruidos. Karen, como tantas otras personas sufren y han sufrido a diario enfermedades alimenticias. No bajemos los brazos, no normalicemos esta situación. Han pasado 40 años y siento que en algunas cuestiones no se ha mejorado nada. Hemos perdido infinidad de vidas debido a esto y aún en los medios de comunicación, en las redes sociales y en nuestra vida cotidiana todos se obsesionan por lo físico. Soy mujer, soy madre de 4 hijas mujeres. Día a día me preocupa que alguna de ellas sea afectada por una de estas enfermedades. Ninguno está exento, puede pasar en todas las familia, todos jóvenes y adultos estamos sometidos a una exposición muy alta del supuesto cuerpo perfecto.

Cómo sociedad pensamos que hemos mejorado, pero en las publicidades, en los negocios de ropa, en la vida misma, se sigue valorando la delgadez y el cuerpo perfecto. Seguimos obsesionados, como le pasó a Karen, por nuestra imagen. Operaciones, tratamientos, exceso de ejercicio y tantas otras alternativas a las qué recurrimos por no estar conforme con nuestra imagen. A tener cuidado, porque esto no lo veo en los más jóvenes nada más, está cada vez más marcado en los adultos. Miedo a envejecer, a qué el cuerpo muestre el paso del tiempo, a luchar contra la vida misma.

No puedo dejar de pensar qué, como adultos, somos los qué tenemos que dar el ejemplo y por donde debemos comenzar a trabajar. Somos los principales responsables. Sin darnos cuenta, entramos en esa vorágine de la supuesta perfección. Vivimos a dieta, con tratamientos de belleza, sacando las arrugas, la celulitis, todo, absolutamente todo. No aceptamos el paso del tiempo, la imperfección y pretendemos qué nuestros hijos sí. Les decimos a nuestros propios hijos: “lo que importa es lo que llevamos dentro” “lo importante es ser buenas personas”, pero…¿nosotros nos creemos eso? ¿Lo llevamos a la práctica en nuestra propia vida?

Todos estamos de acuerdo qué es necesario cuidar el cuerpo, alimentarse bien, hacer ejercicio físico. Cuidar nuestra salud. Pero muy distinto es el exceso, la sobre exigencia y el apuntar a una realidad qué no existe. Si queremos mejorar la salud de nuestros jóvenes ante el incremento de los trastornos alimenticios, comencemos trabajando nosotros mismos. Comencemos aceptando, valorando y agradeciendo por lo que somos. Se predica con el ejemplo, no solo con las palabras. Si queremos que nuestros jóvenes se acepten, no se fijen solo en su cuerpo, no se sobrecarguen de dietas, gimnasio y excesos, dejemos de hacerlo
nosotros mismos. Ayudemos a los jóvenes a aceptarse y respetarse comenzando por nosotros mismos. Ayudemos entre todos a frenar estas enfermedades.

* Lucrecia Sáenz de Santa María, Psicopedagoga – Especialista en Crianza

@mejumaro.crianza.

mlsantamaria@gmail.com

Archivado en