Eliana Bórmida: la arquitecta exquisita que recibió un merecido reconocimiento tras 60 años de carrera
Eliana Bórmida recibió la distinción de Doctora Honoris Causa por la Universidad de Mendoza. Tras la misma, visitó la redacción de MDZ para hacer un repaso de su extensa trayectoria.
En ese sentido, el talento y esfuerzo individual es importante. Pero cuando transciende y se concreta como un aporte a la comunidad toma otro matiz. Eliana Bórmida es el fiel reflejo de ello. Su larga trayectoria como arquitecta estuvo colmada de participaciones positivas en diferentes ámbitos, motivo por el cual la Universidad de Mendoza, casa de estudios en la que egresó, le realizó un homenaje y la nombró Doctora Honoris Causa el pasado 17 de noviembre.
MDZ habló a fondo con la experimentada arquitecta, donde contó algunos de los hitos más destacados de carrera.
- ¿Qué representa la arquitectura en tu vida?
- Eliana Bórmida (en adelante, EB): Ahora, algo muy importante, que ocupa la mayor parte de mi tiempo, con muchísimo entusiasmo y variedad de temas; pero en mi vida, si la considero como algo que siempre estuvo presente en mi, no es así de ninguna manera. La vida a veces nos da sorpresas, porque yo en realidad conocí la arquitectura a través de libros y viajes cuando era más chica; pero un día tuve un viaje a los Estados Unidos, donde pasé un año, y uno de los familiares de la gente con la cual yo viví ese año era arquitecto, y yo pasaba todos los días antes de ir a la escuela frente a su casa, y tenía la ventana abierta. Allí había un señor siempre trabajando en una mesa, escuchando música y siempre contento. Cuando vi que ese señor era tío de la familia nos hicimos muy amigos. Era un señor muy encantador.

Me llevó a Chicago, donde conocí muchos edificios modernos de aquella época y casas de comercio donde veía materiales que en Mendoza no se conocían. A raíz de eso, pensé: "que lindo ser arquitecta". No tenía idea como era la carrera, pero si tenía idea lo que era la vida de un arquitecto, y me sentí muy identificada. Cuando llegué, ya la facultad de arquitectura estaba funcionando en el edificio hoy llamado "Pasaje de escote", paralelo a Arístides Villanueva. Es un pasaje muy moderno y deslumbrante. Yo fui de las primeras camadas que estudió allí. Siempre me interesó mucho todo.
- ¿Cómo fue el proceso de estudiar allí? ¿Qué recuerdos le trae la Universidad de Mendoza?
- Los mejores recuerdos, realmente. En aquella época, se había organizado la facultad a partir de un decano que era italiano, Enrico Tedeschi, y un arquitecto, que ya era un hombre mayor, llamado Daniel Ramos Correas. Entre los dos, organizaron la facultad de arquitectura, que era la primera que había en Mendoza. Lo hicieron de una manera muy profunda, porque funcionaban los talleres a la mañana y a la tarde. Es decir, entrábamos a las 8 de la mañana, y después podíamos pasar trabajando hasta la noche.
Era una época muy diferente, no había la inseguridad que hubo después. Así es que la facultad, que tenía un patio abierto hacia la calle, era como una plaza pública: cualquiera podía entrar. Años después se pusieron las rejas y se cambió todo, pero en aquella época éramos pocos alumnos. Yo creo que no llegábamos ni a 30 en el curso, teníamos profesores. Algunos, como Daniel Ramos Correas y Enrico Tedeschi eran personas con mucha experiencia, pero los otros eran casi todos profesores muy jóvenes recibidos en Córdoba y en San Juan, y se dedicaban a la vida estudiantil, con todo.
- Estuvo trabajando muchos años como docente e investigadora en la facultad, y en 1.992, crea el Instituto de Cultura y Arquitectura Urbana, enfocado a temáticas locales y regionales: ¿Qué me puede contar de esa época?
- A mi siempre me gustó mucho estudiar, que en los chicos jóvenes, es algo que parece como trabajar. Es algo que lo consideran raro. Pero en realidad, trabajar o estudiar, cuando a uno le gusta mucho lo que hace, es un privilegio. Es un modo de vida que, si se te da y lo buscás, te trae muchas satisfacciones en lo que es la vida cotidiana. Entonces, cuando me recibí, tuve la posibilidad de hacer una carrera docente en la materia "Historia de la arquitectura y el urbanismo", que es una manera de mirar la arquitectura que no consiste en hacer proyectos, sino analizar y ponerte en contacto con las obras magníficas que ha hecho la humanidad a través del tiempo. Entonces, es estudiar arquitectura, porque hacés análisis, teoría y crítica, que sirve muchísimo también para tu vida profesional.

Cuando ya habían transcurrido muchos años de docencia, nos habíamos empezado a interesar mucho por la historia de la arquitectura local, que más que historia, a mi me gusta llamarla "cultura arquitectónica local"; porque en realidad es un fenómeno cultural. Tiene tanto que ver con el que la proyecta como con el que la pide, la encarga o el que la visita y disfruta después. Va cambiando con la gente, con el tiempo y con las generaciones. Entonces, de la mano de Rosa Guaycochea de Onofri, que fue un gran profesora de la facultad, y fue incluso con la cual yo me formé, habíamos empezado a estudiar la arquitectura de Mendoza, y queríamos comprender cual era la más representativa de la provincia.
Analizando temas posibles para encarar líneas de investigación, nos dimos cuenta que había un patrimonio muy importante, que era el de bodegas vitivinícolas, que aunque no reflejaban toda la historia de la vitivinicultura en Mendoza, porque aunque el terremoto de 1.961 destruyó casi todo, si representaba una época de oro que había sido a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, en donde había bodegas en peligro como la bodega Tomba, que era un fenómeno y una cosa gigantesca: una de las más grandes del mundo en su momento. La demolieron en aquel momento, pero igual se pudo hacer un gran trabajo sobre las bodegas que quedaban y no solamente sobre los edificios, sino sobre el impacto que esas bodegas habían tenido en el territorio. Por ejemplo, en toda la zona de hoy que une la zona de Capital con la de Godoy Cruz, se hablo de ese eje urbano que conecta los dos centros, y fue en gran medida producto de la influencia de las bodegas que estaban establecidas allí, de las cuales queda bodega Arizu, pero hubo otras muy importantes también. Allí me inicié en el tema de las bodegas y en proyectos de ciudad y ciudad-oasis, que hoy tiene tanta importancia como concepto en el mundo.
- En el estudio Bórmida & Yanzón trata mucho las temáticas de bodegas...
- Si, claro. Allí comienza un período de proyecto y de obra. En la facultad de arquitectura, durante muchos años, estudiamos con un equipo muy interesante que todavía sigue llevando adelante ese instituto llamado ICAU (Instituto de Cultura Arquitectónica y Urbana); pero en el estudio, yo trabaje en paralelo con la vida académica, y empezamos a recibir encargos de trabajos en bodegas. Al principio no eran proyectos grandes, si no que se trataba, a lo mejor, de una pequeña reforma, y no en la parte productiva, sino más bien en la parte de relaciones públicas. En ese momento, te estoy hablando de mediados de los años 80'. En ese momento, ya algunos bodegueros de Mendoza estaban interesados en tratar de cambiar un poco la situación que había acá, y empezaron a llamar a periodistas internacionales del vino o a formadores de opinión como enólogos y empresarios de otros lugares para que conocieran Mendoza.

Entonces, más bien nosotros interveníamos acomodando esos espacios para recibir a esta gente. Nos metimos en el mundo del vino y cuando llegaron las grandes inversiones, nosotros estábamos ya con conocimiento de causa trabajando allí. Por eso recibimos esos encargos. Éramos muy jóvenes en ese momento.
- Dicho trabajo le permitió a usted invitaciones de universidades locales e internacionales: ¿Cómo fue esa experiencia?; ¿Tiene alguna anécdota para contar?
- Una de las anécdotas más importantes, porque siempre llamaban para ver el tema de las bodegas desde distintos puntos: uno es para ver como se hace el proyecto de algún edificio de bodegas, que incluye producción y turismo, porque en ese aspecto Mendoza fue líder. Una bodega no es un lugar solo para elaborar vino, sino que es un lugar para que todos los amantes de este producto vayan a conocer el lugar y el vino de esa región.
A través de las obras que hicimos nosotros y que luego siguieron otros arquitectos en esa misma línea, hay un proyecto que une las dos cosas. Son lugares en donde muchas universidades se interesan, y la Universidad Católica de Washington me llamó a través de un profesor de una cátedra llamada "Arquitectura y espiritualidad".

Resulta que este hombre había venido a Mendoza y había visitado bodegas, y había encontrado que aquellos proyectos que nosotros habíamos hecho en las primeras grandes bodegas, despertaban una emoción al visitarlas, y que no estaban relacionados obviamente con nada sacro, sino con la cultura del vino; y a el le llamaba mucho la atención el caso de las bodegas porque dependían realmente del proyecto arquitectónico y ese modo de incitar la emoción y la espiritualidad a través del manejo de los espacios, las escalas, los recorridos, de la luz y de la sombra, de los materiales, de las texturas y los colores. Todo eso forma un carácter en los espacios que lo perciben las personas y les provocan reacciones, y a el le interesó como despertaban sensaciones espirituales de elevación. Me invitaron, y estuve un mes trabajando en la Universidad Católica de Washington dando un taller de posgrado en este tema. Eso es lo más interesante que me ha pasado.
- ¿Estuvo involucrada con proyectos gubernamentales?
- Si, varias veces he estado asesorando. En la provincia de Mendoza, he participado en grupos de patrimonio. Vengo de ese palo. Aunque también lo uno mucho con la experiencia profesional. Soy patrimonialista, pero no es ese mi único enfoque. Me gusta mucho el tema de la escala del patrimonio a escala del territorio. Me gustan aquellos que son grandes, también los centros poblados; y en un determinado momento, desde el Ministerio de Turismo y Cultura de la Nación, me llamaron con el objetivo de que dirigiera un grupo local para estudiar los pueblos auténticos del país. Fue una experiencia muy linda que duró más de un año y se visitaron más de 20 pueblos en los confines de Argentina, desde Tierra del Fuego hasta Jujuy, y fue muy interesante para entender como esas localidades que son tan diferentes podían empezar a pensar en un desarrollo sostenible donde incidiera su identidad.
- Allí pudo conocer diferentes realidades y contrastes entre pueblos imagino...
- Es que en el tema de patrimonio, hoy se habla mucho de paisaje cultural, que no es solamente lo que uno ve, sino lo que uno percibe, de una manera mucho más profunda. Cuando uno anda por un lugar, el mismo expresa muchas cosas, como la relación que hay de la base geográfica y climática, donde las personas se instalaron en un determinado momento, y allí empezaron a desarrollar su hábitat y a transformar el lugar. Además, obtuvieron recursos para subsistir y luego, a lo mejor, empezaron a hacer caminos y centros de todo lo que te puedas imaginar para comerciar con otras comunidades. Toda la vida doméstica y común de ellas se va reflejando en esa transformación que tiene lo que se llama "el paisaje", el análisis del mismo es muy importante, y el patrimonio está hablando muchísimo de eso porque a partir de allí, uno puede ver como va transcurriendo la vida de las comunidades y ver los problemas, cómo los van resolviendo y cómo algunos se van superando o quedan como asignatura pendiente. Esa escala de tema es maravillosa.

- ¿En qué años realizó esos recorridos?
- Eso ocurrió hace unos 3 años.
- ¿Ha visto alguna evolución con respecto a la actualidad?
- Algunos de ellos si, como en Carolina, San Luis. Allí se hizo un estudio muy interesante donde se trabaja con la gente del lugar, con la administración del gobierno, teóricamente y rastreando la historia. Justamente, he estado viendo este año, hace pocos meses que Carolina ha recibido una gran distinción en el mundo de las visitas, de la valoración patrimonial y en el incentivo de que la gente vaya a conocer. Es una región minera, que tuvo gran desarrollo en la época virreinal. Carolina es precioso.
- ¿Puede ser que usted haya publicado más de 300 artículos y publicaciones académicas?
- Yo no las he contado, pero las personas que están en el instituto son más prolijas en ese sentido y las cuentan. Te repito que mi vida no transcurre exclusivamente en el ámbito académico, aunque si fue a la escuela del Magisterio, que es extraordinaria. En aquella época, tenía una educación fuera de serie, y nos enseñaban sobre todo aspectos humanísticos. Nuestra enseñanza no estaba tan basada en las ciencias duras, sino en lo humanístico. Nos enseñaban a escribir, a pensar, a tener conceptos. Además, estudiábamos mucho.
En la vida, tengo facilidad para escribir. Estoy entrenada, y muchas veces, me pedían dar una conferencia y la escribía porque sabía que después me la iban a pedir; y por lo tanto, se han ido acumulando muchos escritos (risas).
- Además, ganó varios premios nacionales con el estudio Bórmida & Yanzón...
- Si, y son premios muy interesantes porque no es algo que uno se proponga. Hay premios en donde se hace una convocatoria para presentarse, y hay otros donde, por distintos motivos te hacen una valoración y te distinguen. El premio de Clarín es muy importante, porque depende de la votación de colegas de todo el país, y también de un criterio de selección por parte de los que tienen a cargo ese programa. Ahí hemos estado varios años, pero sobre todo, el área que más se ha destacado en los últimos tiempos en los premios Clarín, ha sido el interiorismo, que es la especialidad de Luisa Yanzón, nuestra hija.
Nosotros lo trabajamos en su momento en las bodegas que no tenían amoblamiento, pero si criterios de organización de los espacios, de la luz, de los colores y de las texturas. Luisa lo ha llevado mucho más completo, con todo lo que es equipamiento. Muchos arquitectos se dedican al interiorismo, es una especialización. Mi hija estudió en varios lugares (México, Estados Unidos, España), es una persona muy dedicada, y le gusta mucho exponerse también.
- ¿Cuántos años tiene?
- Tendrá 36, no soy muy buena con los números (risas).
- A pesar de ser joven, tiene una gran trayectoria...
- Si, ella se formó con mamá y papá arquitectos. Siempre estábamos haciendo viajes y ella nos acompañaba; y todo eso empieza a formar parte de la vida, y algún día se refleja.
- En el 2.014, fue nombrada ciudadana ilustre de la ciudad de Mendoza: ¿Qué significó para usted recibir esa distinción?
- Una emoción realmente muy grande. Trabaje mucho con temas de patrimonio en la ciudad y con distintas intendencias. Por ejemplo, recuerdo cuando fue el estudio de las ruinas de San Francisco. Estuvieron trabajando arqueólogos en algo que hoy ya se ve muy avanzado. No digo completo porque ellos siempre están haciendo alguna prospección, pero ya se habían hecho los grandes avances; y a mi me tocó, una vez que estaban sostenidas por estructuras y no se podían sacar fotos, que yo dibujara a mano, metiéndome entre las estructuras, todas las paredes, las grietas y las partes que se habían caído. Me pasé como dos semanas metida allá abajo. A partir de allí, el concepto de sismo cambió para mi, después de haber vivido toda esa experiencia de haber visto tremenda estructura. Guardo esas imágenes y dibujos que hice con muchísima emoción.
- ¿Qué sintió usted al recibir la distinción como Doctora Honoris Causa?
- Máximo orgullo, porque le he dedicado y le sigo dedicando muchísimo tiempo a la cuestión de formación de los jóvenes; y en el instituto que alguna vez formamos, que hoy sigue y tiene convenios internacionales importantes y que está llevando a cabo líneas muy fundamentales de investigación, siempre ellos me llaman para que participe en los proyectos, y siempre les digo que si, obviamente. Entonces, nunca me he ido de la facultad después de 60 años. Hay un cariño muy grande.

Luego, siento agradecimiento. Los Doctorados Honoris Causa siempre se hacen con tesis doctorales y con muchísimo esfuerzo. Lo mío ha siempre un poco más disperso, pero siempre he tenido un eje y he ayudado a plantear puntos de vista importantes para la cultura nuestra.
- ¿Qué es lo peor y lo mejor de su profesión?
- Lo peor es que cuando uno hace un proyecto de arquitectura, lo que más se trata de hacer es lograr una comprensión muy profunda del tema y del caso en particular en el cual se va a incidir. Uno trata de entender muchísimo el lugar donde va a poner la obra, de comprender que es lo que está ocurriendo con ese lugar en conjunto, y no solamente con el terrenito donde uno va a hacer la obra, sino del futuro del, vecindario, del barrio y de la ciudad. Se trata de entender al cliente que te encarga el trabajo, con un programa específico de metros cuadrados a construir, de funciones que hay que resolver, entre otras cosas. A partir de allí, es importante saber que es lo que piensa uno, porque hay que jugarse y es un juicio construido. No es algo escondido en palabras ni pensamientos. Lo más difícil es cuando a lo largo de la obra, el comitente empieza a tener algún cambio porque no se dio cuenta de algo o no le termina de convencer.
La parte más linda tiene que ver justamente con eso: el desafío de poderse involucrar en todo sentido en una propuesta que después se va a transformar en algo concreto, ya sea en el patrimonio físico del lugar y lleno de intangibles también, porque incide en los modos de vida de la gente, ya sea poca o mucha.
- Me gustaría retroceder en el tiempo: ¿Si usted volviera a tener 18 años, volvería a elegir arquitectura como carrera?
- EB: Claro que si. Teniendo hoy el conocimiento de que es la arquitectura y que forma de vida uno puede llevar con esta carrera, seguro que la elegiría de nuevo.
- ¿Qué mensaje le daría a los jóvenes universitarios, teniendo en cuenta que hoy en día estudiar una carrera no es nada fácil?; ¿Se puede soñar o hay que estar con los pies en la tierra?
- Hay que ir con las dos cosas; pero siempre con una mirada amplia al futuro, donde los jóvenes entiendan que se pueden proyectar hacia el y a una vida en comunidad mucho mejor, con mucha participación. Hay muchísimo que hacer para bien. Que nunca miren la carrera como algo corto o cotidiano y traten de pensar en ese suelo y visión. Para saber quien quieren ser, hay que hacer algunos sacrificios en el día a día.
Mirá la entrevista completa con Eliana Bórmida

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