Niños secuestrados por Hamás: las consecuencias psicológicas más urgentes
Estas situaciones traumáticas hacen que sus mundos se rompan en mil pedazos y comiencen a cuestionarse todas sus creencias. ¿Cómo se los puede ayudar a sanar?
Cada guerra trae consigo miedo, incertidumbre y pérdidas. Si bien el conflicto bélico entre Hamás e Israel dejará grandes huellas psicológicas en los habitantes, esto se verá especialmente reflejado en quienes fueron rehenes y, sobre todo, los más jóvenes de ellos. MDZ consultó con la psicóloga clínica Sabrina Falicoff acerca de sus repercusiones en niños y cómo acompañarlos luego de estar, por semanas, bajo el total control de una organización terrorista.
La especialista en terapia cognitivo conductual vive en tierras israelíes desde hace 12 años, dentro de la ciudad de Kfar Saba. Desde aquel fatídico 7 de octubre, cuando se abrió paso este enfrentamiento, vio cómo la población entera -incluyéndola- entró en un estado de shock. Pero tras la tregua entre ambos bandos, gracias a la cual se liberaron en simultáneo varios grupos de secuestrados, Falicoff comenzó a analizar los casos.
Rehenes de Hamás: las secuelas psicológicas en niños
"Un segundo Holocausto", así describió los horrores que vive el pueblo judío. Entre los secuestrados hay demasiados niños, quienes en vez de estar jugando y riendo, están siendo víctimas de diferentes hechos traumáticos. Se rompió en ellos el "caparazón" de protección y la representación interna de las figuras maternas/paternas (simbólicas o no) de preservación y cuidado.
La psicóloga, de este modo, explicó: "El trauma es una respuesta emocional a una amenaza terrible, y es complejo porque algunos de los acontecimientos traumáticos aún están en curso, pues continúa la guerra y aún hay secuestrados". Cuándo y cómo irán apareciendo sus consecuencias dependerá de cada persona, e incluso de lo que vivieron antes.
"Afecta el bienestar mental, conductual, emocional, físico y espiritual. Y los síntomas son respuestas emocionales y físicas. Pueden ser ansiedades, temores, ataque de pánicos, disociación (mecanismo para evitar la realidad), recuerdos intensivos, así como también cambios en el estado de ánimos, del apetito y sueño. En casos extremos aparecen ideas suicidas", añadió.

En los niños, las huellas psicológicas del terror que les tocó vivir podrían reflejarse en estos signos ya mencionados, así como también en depresión; es decir, se suma una ansiedad de separación de sus padres. La reacción más común ante el trauma es que las palabras se pierden.
Para dar ejemplos más claros, señaló que los menores de edad suelen tener situaciones de regresión: orinarse en la cama, olvidar cómo hablar, aferrarse a las figuras paternas, dramatizar a través del juego. En este sentido, advirtió: "Cuando los síntomas persisten y no disminuyen, significa que se consolidó un Trastorno de estrés postraumático".
Cómo acompañar en el proceso de sanación
"Algo en ellos se rompió en mil pedazos por haber estado expuestos de cerca a la muerte, a la falta de control de sus vidas y estar indefensos", insistió. Si bien esto se puede ver en todas las víctimas, es más común en los más chicos. Las situaciones que atraviesan ponen en duda sus creencias personales, expectativas futuras y sensación de seguridad en el mundo con el resto de las personas.
Lo primero que marcó entonces es que, al dejar de comunicarse verbalmente, hay que prestar atención al lenguaje corporal: aquello que se presenta a través del juego, los movimientos. "El proceso terapéutico es lento, se trata de una gama de hechos traumáticos que los superan, por lo que lo más importante en un principio es crear un vínculo de confianza, de contención", remarcó.

Los fragmentos de recuerdos y experiencias se irán procesando únicamente con el tiempo, es decir, de forma gradual. La empatía, la escucha, el sostén y la interpretación son claves en su sanación, así como poder poner palabras donde ellos no pueden. El tratamiento pretende deducir el malestar emocional, reconstruir su mundo para sentirse seguros y protegidos. Este mundo que se ha quebrado debe ser resignificado y, para ello, un profesional necesita entender el sentido de los síntomas, los cuales dependerán de cada caso.

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