El cine y los 40 años de democracia: exilio y melancolía
En la segunda parte de esta serie, y en el marco del 40° aniversario del retorno de la democracia a la Argentina, examinamos en Las Veredas de Saturno cómo nuestro Cine trabajó el ostracismo.
“Algo no anduvo bien esta noche” advierte Fabián Cortés (Rodolfo Mederos), un bandoneonista exiliado en París, luego de uno de sus conciertos. Observa sus manos con extrañeza, como si fueran ajenas. Eso que ya no le permite tocar en paz, eso que lo fuerza a recluirse, y que lo llama en lo más profundo de su alma, eso es el dolor de su patria. Su país de origen, Aquilea (reflejo mítico que es y no es la Argentina), a pesar de haber reinstaurado el sistema democrático tras una extensa y sangrienta dictadura, continúa padeciendo el terror, según anuncia un televisor francés. Después de todo, se siguen arrojando cuerpos al río, se siguen descubriendo cadáveres mutilados y la rueda de violencia sigue su ciclo bajo un siniestro lema: “Contra el horror, el horror”.
En “Las Veredas de Saturno” (1986), escrita junto a Jorge Semprún y Juan José Saer como secuela para la legendaria “Invasión” (1969), el director Hugo Santiago explora los efectos del desarraigo en el alma argentina. Aquí, el aferramiento de los exiliados aquileanos a los más obvios costumbrismos (el mate, el asado, el fútbol) se siente vacío y superficial, mientras que el tango, por otro lado, conforma el corazón auténtico de la película.
Esa expresión autóctona que, como nuestro protagonista, tuvo que desembarcar en Francia para volverse célebre, y que se trata tanto de una mirada melancólica como de un lamento que se baila, es la forma en que Fabián canaliza su argentinidad, ignorando (o quizás afianzando) su condición de eterno extranjero. Gasta sus horas persiguiendo la figura fantasmagórica del famoso bandoneonista aquileano Eduardo Arolas, cuya vieja efigie puebla las esquinas parisinas; presume vanamente que la sabiduría del viejo podría conciliar su tormento, y se empeña en afirmar “¡Arolas sigue vivo!”, ante cualquiera que disponga de la paciencia para escucharlo.

Argentina y Francia en blanco y negro dirigida por Hugo Santiago-
Finalmente, motivado por una inesperada visita de su hermana revolucionaria, nuestro protagonista resuelve retornar a Aquilea, aludiendo que “la música viene de allá”. Esta decisión, que supone un gran peligro para Fabián y sus seres cercanos, se ve, en última instancia, frustrada, puesto que descubre estar atrapado en aquel entrelugar destinado para los expatriados.
Fabián jamás podrá llegar a su Aquilea, porque esta solo existe en la forma que el olvido le da a su memoria. Ni él es el mismo, ni Aquilea permanece igual. Una vez que lo terrible ocurre en el mundo, continúa ocurriendo para siempre. Y es entonces cuando es posible vislumbrar la única verdad: ya no hay forma de volver.
* Santiago Bárcena - Técnico en Dirección Cinematográfica en la Universidad del Cine (FUC).
Instagram: @santi_barcena.

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