Opinión

¿Qué nos deja la película “Muchachos”?

Basada en un cuento de Hernán Casciari, la película emerge como un homenaje emocional a la victoria de la selección en el Mundial de Fútbol de Qatar 2022. Un film que nos lleva a rescatar valores.

Joaquin Viqueira sábado, 30 de diciembre de 2023 · 07:07 hs
¿Qué nos deja la película “Muchachos”?
El triunfo en el mundial fue el cauce para un hambre y una sed de celebración que estaba contenida en las mil preocupaciones del pueblo argentino.  Foto: TELAM

Ayer tuve la oportunidad de ir al cine con uno de mis hijos a ver Muchachos. Fue muy lindo poder revivir esa inmensa alegría de ganar un Mundial. Pero como dice Francella en la película: lo que pasó ahí fue otra cosa. ¿Qué fue? Una necesidad imperiosa de celebración y alegría. El triunfo en el mundial fue el cauce para un hambre y una sed de celebración que estaba contenida en las mil preocupaciones del pueblo argentino. 

Pienso que lo que pasó allí fue incluso más profundo que lo mencionado

Celebramos todos, entonces allí se produjo el fenómeno de la unidad por encima de toda diferencia, lo cual puede verse durante la película en el abrazo cordial entre un hincha de Boca con otro de River. La Selección es más que la rivalidad Boca - River. Una antigua frase propone como lema de toda comunidad humana: en lo esencial… unidad, en lo accidental… libertad y en todo… caridad. 

Celebramos todos, entonces allí se produjo el fenómeno de la unidad.. Foto: Enrique Cangas.

¿Qué es lo esencial que puede ayudarnos a vivir la unidad más allá del mundial?

Ciertamente no serán los matices y orientaciones de la implementación de las políticas públicas más de derecha o más de izquierda. Justamente allí está la diferencia que debería ser. más de matices que de grietas disruptivas, confrontativas y  contradictorias que nos impiden avanzar como país y como nación.

¿Qué es entonces lo que nos puede unir?

Podría ser la Constitución o el Preámbulo. Pero puede ser un poco larga la primera, y un poco difícil de interpretar el segundo. Propongo abrevar en la propuesta que surgió de la Iglesia Católica en la crisis del 2001 cuando fue convocada por el poder político como hospedera y garante del diálogo argentino ante la incertidumbre de esa crisis. 

La Selección es más que la rivalidad Boca - River. Foto: Enrique Cangas.

¿Qué nos puede unir entonces?

Los puntos centrales de esta oración son una auténtica guía de convivencia republicana y democrática y una hoja de ruta auténtica para la paz y la fraternidad social.

  • Pasión por la verdad. No a la mentira. Decir la verdad con caridad. Cuidar a la verdad, pero también cuidar al destinatario de esa verdad. La importancia del “qué” pero también del “cómo” y del “cuándo”. La verdad con caridad.
  • Compromiso por el Bien Común. ¿El Bien Común es contrario al bien individual? Depende. Lo que se quiere expresar desde mi modesto entender, es una cuestión de prioridades. Luchar todos y cada uno de los argentinos contra el ego que tenemos adentro para pensar más en el otro y en los otros. Y desde allí orientar el obrar.
  • Amar a todos sin excluir a nadie. ¡Qué desafío tan grande! Si a veces, o muchas veces, nos cuesta amar incluso a los que nos aman. Cuánto más difícil amar por ejemplo al que piensa diferente tratando de ponernos en sus zapatos y comprender su perspectiva sabiendo que el pensar diferente no nos hace enemigos. Es más, la complejidad de lo real, probablemente necesite del intercambio dialogal para descubrir la verdad que a veces se nos hace un poco escurridiza para nuestra inteligencia finita y limitada.
  • Privilegiando a los pobres. Dar más a los que menos tienen. Buscar mayor justicia social equiparando de este modo la balanza de las oportunidades.
  • Perdonando a los que nos ofenden. Aborreciendo el odio y construyendo la paz. El camino difícil del perdón. Perdonar, no al que me hizo el mal sin quererlo. Perdonar al que me hizo el mal justamente queriéndolo. Perdonar y olvidar, saber recomponer lazos personales y sociales sobre la base de la gran topadora que derriba los muros que nos separan y que es el perdón.
  • Concédenos la sabiduría del diálogo. El que dialoga es sabio porque escucha antes de hablar. Tenemos dos oídos y una sola boca para escuchar el doble de lo que hablamos. El que dialoga busca comprender la otra perspectiva. Se reconoce pequeño para la cima de la verdad y sabe que solo no puede. El diálogo es el camino para el encuentro con lo verdadero, bueno y bello, porque estos tres tienen fuerza intrínseca y se imponen por sí mismos. No requieren de los gritos ni de la violencia.
  • La alegría de la esperanza que no defrauda. Soñar que la unidad es posible pero no a pesar de las diferencias sino en medio de ellas. Porque la unidad se da en lo esencial mientras que las diferencias están en lo accidental. Buscar ante todo la unidad en lo esencial que son todos estos puntos mencionados.

Alguno podrá decir que es un poco naif mi propuesta. Tal vez lo sea. Pero nada grande se construye sin sueños.

Pasión por la verdad. No a la mentira. Foto: Enrique Cangas.

Me atrevo a dar un paso más

La misma realidad prosaica se nos empobrece y desvanece sin ideales. Cada familia tiene un poder mucho más grande que cualquier red social o medio de comunicación con relación a lo que venimos diciendo. Cada padre o madre de a pie, tiene un
poder inmenso, mayor que el de la política incluso. Más importante tal vez que el derecho al voto. Puede con gran paciencia educar en el día a día de la vida familiar a los futuros ciudadanos locales y globales como se dice hoy. Educarlos en estos elementos esenciales de la convivencia humana. 

También estos puntos mencionados son una inmejorable hoja de ruta para todas las escuelas de argentina como propuesta auténtica y genuina de educación ética – ciudadana no del “pico para afuera”, sino en espíritu y verdad.

Joaquin Viqueira.

* Joaquin Viqueira. Educador.

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