¿A qué te comprometés cuando das el sí para toda la vida?

Te comprometes a serle fiel a tu cónyuge. En la prosperidad y en la adversidad. En la salud y en la enfermedad. A amarlo y respetarlo durante toda la vida. Es un compromiso único, asumido en frente de por lo menos tres testigos. Todas las personas, cuando firman contratos lo hacen previendo contingencias, cláusulas de recisión, de resolución. En los contratos las personas se comprometen a resultados, previendo ya los medios que se pondrán en marcha para lograrlos. En la expresión del consentimiento matrimonial, para toda la vida, no hay contingencias, no hay peros, no hay condiciones.
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Una vez, escuché a una persona muy racional, razonable e inteligente decir: “Lo que debo amar a esta chica, para tomar la decisión más irracional de mi vida: que voy a estar al lado de ella, amándola por el resto de mi vida. Voy a firmar un contrato en blanco,
para toda la vida...” Claro, estaba dando la clave en esa reflexión: ¡Cómo debo amar a esa persona para tomar la decisión de proyectar el resto de mi vida a su lado, sin saber qué va a pasar!. Es que en este “contrato” para toda la vida, en blanco, el solo contenido es el amor sin condiciones. Sin cláusulas.
Me gusta en cada charla con las parejas, en los trabajos conjuntos, hacer hincapié en la resignificación del compromiso tomado en ese acto, traduciendo la frase pronunciada en la expresión del consentimiento. “Me comprometo a cuidar este amor que hoy profeso, todos los días de mi vida.” Y convertir ése en el verdadero sí para toda la vida. El que podés realizar. Al que te
podés comprometer. El contrato que no promete solo un resultado, sino que asegura un proceso, un camino, un esfuerzo, una acción, que busca poner unos medios al servicio. Que exige acciones que llevan a darse, a recibirse.
Compromiso, responsabilidad, sacrificio
Y así vas a cuidar ese amor cada día, para toda la vida. Protagonismo. Primera persona. Acción palpable. Un compromiso que se ubica en el encabezamiento, al principio de todo, con mayúscula y subrayado. Es lo que da comienzo, da forma, da sentido a lo que sigue, al contrato. Lo más importante. Lo que corona. Un día te comprometiste a amar y respetar a tu cónyuge durante toda tu vida. Y tu cónyuge, a amarte y cuidarte a vos.
¿Cómo vas a cumplir la promesa?
Los cuestionamientos acechan. “Esperá un momento, llegaron los hijos”. “Dame un rato, ya retomo, estoy muy concentrado con lo urgente, con mi trabajo, con mi ascenso, con mi crecimiento”. “Prometí amarte. Te amo. Así que resistimos todo. Soy una persona de palabra. Te voy a amar toda la vida”. “El día tiene veinticuatro horas. Debo tener tiempo para salir con mis amigas. No voy a
dejar mi vida social. Y mis padres, mis hermanos. Nos esperan el domingo, hacen asado en casa. De todas maneras, prometí amarte y te amo”. “Después me voy a fútbol. No me esperes”. “Acostá a los chicos, vuelvo tarde. No me esperen a comer, hay Happy hour con los de la oficina”.
“El fin de semana largo, arreglá ir a lo de tus padres. Yo tengo un outing en un campo con el equipo de trabajo…” “Te amo. Te respeto. Durante toda mi vida. Te amo y te respeto durante cada día de mi vida.”
- ¿Cómo hacés para hacerlo realidad?
- ¿Lo decís?
- ¿Te lo repetís una y otra vez?
- ¿En qué momento lo reflexionás?
- ¿Estando en el outing?
- ¿Cuándo lo pones en primer lugar?
- ¿Cuando priorizás juntarte todos los domingos en lo de tus padres, a lo que seguís llamando tu casa?
- ¿O, quizás, en el happy hour brindando, bailando e intercambiando cotidianidad con quienes ya estuviste ocho horas en la oficina? (Y, además, te recuerdo que esta mañana se despidieron sin saludarse, porque anoche tuvieron una discusión hiriente. Claro, el cansancio, no hubo tiempo, hay que llegar) …
- ¿Tal vez, mientras te convencés a vos mismo de que es imprescindible ese networking?
- ¿Tendrás tiempo para plantearte la pregunta y responder?
Y si estás en crisis, si un día te cuestionás lo que sentís, tus amigas te invitan a una previa, te viene bien desconectarte. Tal vez sea eso, cansancio, rutina, estar tomando algo con amigos y amigas que todavía salen al boliche te va a hacer bien. Te comprometiste a amar para toda la vida. Esto no implica que no ames... No estás rompiendo el compromiso, ¿no? Estás tomando aire, te estás despejando. Tenés derecho. Por supuesto. “Te amo, te respeto por el resto de mi vida. Y, de las dos semanas de vacaciones, una me voy a esquiar con mis amigos, porque no puedo no tener tiempo para mí”.
- ¿Cómo vas a llevar adelante esa promesa?
- ¿Cómo lo vas a hacer realidad?
- ¿Qué es respetar?
- ¿Qué es amar?
- ¿Cómo se traduce en acciones?
Tal vez lo planearon juntos, los dos, proyectaron un camino de vida acorde con esa promesa. Pero la realidad los interpela y parece chocar con mucho de lo que implica cuidar ese amor durante toda la vida. No tiene buena prensa. Y, tal vez los hace dudar.
Se preguntan si estarán equivocados, si no se estarán postergando, si no están dejando de lado sus propios intereses. Se sienten cuestionados. Sin embargo, nadie cuestiona la expresión del consentimiento para toda la vida. Prometo cuidarte, respetarte, amarte
durante toda mi vida. Tal vez se la justifique desde un momento en que el romanticismo está permitido. Y entonces, no se cuestiona.
Lo que sé se cuestiona, se rechaza, no se promueve, es lo que debería ser el estilo de vida consecuente con esa promesa. Ninguna de las acciones descriptas, a modo simplemente enunciativo, se contraponen necesariamente con el compromiso de amar para toda la vida a alguien. Detrás de todas hay un riesgo, sin embargo. El riesgo de la pasividad respecto a la pareja. De la acción a la que te motiva cada actividad, que pone en pausa la “acción” en el matrimonio. Y es lo que te lleva a la primera etapa del deterioro. A la que llamo “vidas en paralelo”, o simplemente, vidas paralelas, que amerita otro apartado para el análisis. Hacerlo consciente, invita a buscar manera de rencausar ese camino de honrar una promesa, eligiendo abrazar y nutrir ese vínculo todos los días. Todos los días de sus vidas. A pesar de los cuestionamientos, de los juicios.
El conyugal es el único vínculo familiar que elegiste para compartir tu vida
Sos el único familiar que eligió para el resto de su vida. Al resto de las personas que forman parte de tu familia no las elegiste.
Llegaron a tu vida, o llegaste a las suyas. Y pasarán y pasarás. Y no hiciste ninguna promesa frente a ellos o a testigos de amarlos o cuidarlos por el resto de tu vida. Entonces, ¿cómo no va a ser el cónyuge la persona más importante de tu vida, a quien con devoción te debés cada día?. ¿Cómo llevarlo adelante? Volviendo a leer el título de la hoja en blanco que empezás a escribir el día en que expresaste el consentimiento. “Me comprometo a cuidar este amor cada día de mi vida”.
El primero, el segundo, el centésimo. Y centrar la actividad de cada día en lo más importante, que es ese compromiso. La frase que corona y le dará sentido al resto del texto. Reflexioná, ¿ha habido algún día de tu vida al lado de tu cónyuge en que él o ella no
haya sido el centro del día? Si lo hubo, algo no está en orden. Preguntarte ante cada decisión que vas a tomar, si estás cuidando ese amor para toda la vida, no solo es válido, sino es lo orgánico, lo ordenado. Cuando decidís priorizar una actividad, cuando elegís darle tiempo a tu familia de origen, cuando elegís cuidar a tus hijos, cuando trabajás sin descanso, cuando salís solo con amigos, cuando sabés que te exponés al coqueteo, ¿estás cuidando ese amor? Preguntalo. Respondelo.
Cuidar el amor cada día
Cuidar es una acción concreta, es una decisión que requiere ser acompañada de un acto puntual. También, a modo de dinámica o de herramienta concreta para llevar adelante cada día, la propuesta podría ser preguntarte, ¿qué estoy haciendo hoy para cuidar ese amor para toda la vida?, o ¿cómo estoy concretamente cuidando hoy este amor para toda la vida?. Si la pregunta fuera ¿estoy amando? Probablemente, en medio de la ambigüedad, te saldría más fácilmente el sí, claro, cómo no. Allí está, es quien elegí, me ama, la amo, lo amo. Me espera, está cuando termino mis actividades. ¿Cuándo las termino? No importa, está. La amo. Me ama. Me lo prometió. Pero no te estás preguntando, ¿cómo hago para amarlo o amarla? Porque ya “dijiste” que lo amás, la amás.
Mientras tanto avanzás, y entrás en esa primera etapa del deterioro. Amás, sin cuidar, porque no lo pensaste. No afianzaste el compromiso en cuidar, sino en amar. Y, se puede amar o creer que amás mientras la vida ocurre. Total, allí está. Aquí estoy, amando. Allí está, amando. No chequeás, porque no hay una acción en concreto para chequear. Si no cuidás, descuidás.
Si el amor no se cuida, se descuida. Si no se actúa conscientemente, se deja estar. Y el deterioro avanza. Justamente, en esa primera etapa de riesgo de deterioro, la de las vidas en paralelo, se excluye la pregunta por el cuidado del otro, por la acción de velar por ese amor. Se da por sentado.
Y llega un día el cuestionamiento, ¿sigo amando? El alejamiento, el desconocimiento, el empezar a registrar al otro en sus acciones, porque no te gustan, porque te molestan. Y el cuestionamiento no es vos mismo, seguramente, es hacia el otro.
“Yo honré el compromiso de amarte cada día, pero vos no.” Entonces te alejás, el amor se empieza a borronear. Y es tan fácil no hacerse cargo, echar culpas. Y primera etapa de deterioro, la de las vidas paralelas, va ensombreciendo ese sí para toda la vida.
No parece difícil, sin embargo, ves a tu alrededor muchísimos matrimonios que fracasan. Vivimos en una cultura hedonista, un tiempo que no tolera frustraciones, una corriente en que se rechaza el sacrificio. Y entonces amar con todo lo que nos exige ese
amar, que es cuidar, que es darse por entero, probablemente esté visto como privación, postergación, dejarse de lado. Cuando es en realidad la única manera de hacerlo. Se trata de ordenar la vida, el actuar, cada momento en función de ese amor, que es un
estilo de vida.
Está en tus manos, está en las de él o ella, que esa vida sea plena, sea feliz, que ese amor crezca, como crece todo aquello que recibe el cuidado, que se le presta atención y se lo pone por encima de todo lo demás. Y todo lo demás, en función de eso.
Como una vez escuché decir a un maestro
“ A menudo, especialmente frente a las dificultades, párense o siéntense uno frente al otro, solos, y mírense a los ojos. Díganse uno al otro, una y otra vez, con convicción: “sólo te tengo a vos”.”
* María Ana Cornu Labat. Abogada. Magíster en Matrimonio y Familia. Coach de Familia. Docente investigadora de la Universidad Austral. Investigadora Doctoral Universidad de Navarra, facultad de Educación y Psicología.