Rincon literario

Diferencias y similitudes entre mendocinidades varias

Al parecer, es posible decir las palabras incorrectas y aun así, si el día es el indicado y los planetas se alinean, terminar la jornada exitosamente

Pablo Gómez domingo, 5 de noviembre de 2023 · 07:00 hs
Diferencias y similitudes entre mendocinidades varias
La yerba fluía mansamente, cayendo desde el paquete de medio kilo al interior del mate, sin intuir ni mínimamente la tormenta que se avecinaba.  Foto: MDZ

La yerba fluía mansamente, cayendo desde el paquete de medio kilo al interior del mate, sin intuir ni mínimamente la tormenta que se avecinaba. 

-¿Por qué los sanrafaelinos quieren crear otra provincia, y no ser más mendocinos

Mientras escuchaba la pregunta que le hacían, a la piba se le iba desfigurando la cara, ya que su interlocutor, además de lo que le estaba diciendo, empezaba a echarle azúcar al mate; la mujer miraba cómo fluía el agua desde el termo hacia el recipiente sin terminar de entender qué le parecía más grave, si la duda planteada o la forma en la que el tipo arruinaba la infusión. 

-En primer lugar, yo no soy sanrafaelino: soy sanrafaelina; por lo que difícilmente pueda responder a una pregunta dirigida a sanrafaelinos. Y para seguir, te cuento que de esa situación de rechazar la mendocinidad me enteré recién cuando me vine a vivir acá, al gran Mendoza, cuando más de una persona me lo preguntó. Nunca en San Rafael escuché semejante pavada.

-Bueno, sanrafaelina, ja. Pero eso se sabe desde siempre, ustedes siempre dicen que son de San Rafael, no de Mendoza… ¿Querés mate?

-No.

Mientras escuchaba la pregunta que le hacían, empezaba a echarle azúcar al mate. 
Foto: MDZ.

La mujer intentaba definir si quedarse y repetir una vez más sus verdades, o directamente irse a hacer algo más importante con su día. Finalmente, su orgullo la obligó a permanecer, al menos por un ratito más.

-Mirá… las personas de San Rafael, de General Alvear, de Malargüe, de La Paz o de Lavalle, y de tantos otros departamentos que no están cerca del gran Mendoza, son de aclarar el nombre de su departamento, así como vos si estás en Buenos Aires decís que sos de Mendoza, no decís “soy argentino”, o sea… declarás la región desde la que venís.

-Si, pero…

-Pero, pero… apenas llegás a la ciudad de San Rafael, ¿sabés qué es lo primero que ves?

-No…

-Un mapa de Mendoza, con San Rafael adentro. ¿Y sabés cual es la frase que se utiliza para promocionar al departamento? Te la cuento: “San Rafael, corazón de Mendoza”. ¡De Mendoza che!

-Bueno…no sabía…

El tono de voz de la mujer subía más en cada frase:

-¿Y sabés donde dicen que viven los de Goudge, que es un distrito de San Rafael?

-Em…

-¡En Gush!¡O en Gonje!¡O en Goudge! ¡Como quieras pronunciarlo!

El mate había quedado ya a la orilla de la mesa, al parecer sin chances de volver a ser colocada en su interior el agua (ni el azúcar) para seguir chupando de esa bombilla que se enfriaba, cada vez más solitaria.

-¿Y vos te pensás que los de la ciudad les decimos a los de los distritos que no son habitantes de San Rafael?

-Y… ¿no?

-¡Por supuesto que no! ¡Todas las personas de San Rafael somos sanrafaelinas!

-Bueno… es que yo creí que querían diferenciarse…

La mujer estaba ya parada y golpeando la mesa en cada frase:

-¡Tenemos diferencias y nos las aguantamos cuando venimos para el norte de Mendoza! ¡Las raspaditas allá son altas, no chatitas!¡Las naranjas se vendían por docena hasta no hace mucho tiempo, y el consumo de un auto, se mide, como debe medirse, en cantidad de kilómetros que se recorren por cada litro de nafta! ¿A quién se le ocurrió medir el consumo con los litros gastados cada cien kilómetros? ¡Ja! ¡Y después resulta que la gente rara es la de San Rafael!

San Rafael, Mendoza.
Foto: MDZ

El hombre estaba a estas alturas haciendo pucheritos, casi a punto de llorar. Si al final, él solo había pretendido sacar un tema de conversación, porque le gustaba la flaca. Pero la estrategia hacía ya varios minutos que había derrapado.

Por su parte, la piba se dio cuenta de que tal vez estaba yendo demasiado lejos, por lo que intentó frenar un poco, aunque sin recular:

-Mirá… quizá hace cien años sí había gente que quería hacer otra provincia, en la época en la que el tren llegaba hasta allá sin pasar por la capital de Mendoza, no lo sé. Pero también hay personas en Bahía Blanca que se quieren ir de Buenos Aires, y algunos de Rio Cuarto que pretenden dejar Córdoba, qué se yo… si hasta unos mendocinos hace poco plantearon la payasada de irse de Argentina, por favor…

La chica se sentó, agarró el termo y se cebó un mate ella sola, sin azúcar y sin que el dueño de casa atinara ni tan siquiera a quejarse mínimamente. Después de un par de sorbos, continuó, ya calmada, con su charla.

-Sí somos de quejarnos de que nos dan menos de lo que nos corresponde, pero todos los del interior siempre dicen lo mismo, ¿no? Los de los distritos se quejan de sus ciudades, los del sur nos quejamos del gran Mendoza, los mendocinos y los cordobeses de los porteños… Al final, si hay más gente en una ciudad, es hasta natural que haya más servicios, me parece.

Ahí sí, finalmente, el pibe vio la veta para intentar su jugada maestra: era en ese momento, o nunca:

-Y… capaz que si conociera más el interior de Mendoza, no diría semejantes cosas, ¿no? ¿Es muy caro pasar el finde en una cabaña por San Rafael?

Las cartas estaban echadas. La respuesta, en son de paz, llegó en la dirección esperada.

-Si te venís al sur de Mendoza, te muestro el Cañón del Atuel. Tengo una amiga que alquila unas casitas re lindas en la zona, y seguro que nos hace precio…

Los ángeles cantaron en el cielo, las nubes se abrieron y un sol refulgente se coló por la ventana. Los pajaritos trinaban de pura alegría, mientras la brisa primaveral refrescaba el ambiente. Finalmente, al parecer, dos habitantes de Mendoza  estaban coincidiendo en más que tan solo algo.

Pablo R. Gómez.

* Pablo R. Gómez, escritor autopercibido .

Instagram: @prgmez

Archivado en