Mi experiencia de guerra, un cuento breve para cortar la semana
Cada tanto es recomendable tomarse unos minutos, hacer un alto y leer un relato literario.
Todavía era joven cuando ocurrió aquel verdadero desastre. Peters, el sargento Richards y yo éramos los últimos sobrevivientes del 2° batallón de marines en Vietnam. Todos habíamos perdido amigos en aquella escaramuza, ahora tratábamos de resistir y en lo posible llevar a cabo un ataque al corazón del enemigo.
Al empezar nuestra misión Richards no guardó silencio ni la posición adecuada de cuerpo a tierra; por ello, fuimos detectados por una soldado del Viet-cong que iba armado con una bazooka (aspiradora); la sorpresa fue tal que tuvo que ser abatida al instante; el sargento no volvió a hablar. Tratamos de ahorrar nuestras municiones y para ello nos movimos constantemente y disparamos solo lo necesario.
Nos sentimos solos y abandonados; aquí la vida y quizá unos pasos más allá, la muerte. También, justo antes de nuestro último ataque; pude ver la guerra en los ojos de mis dos compañeros.
El plan de ataque consistía en que debíamos flanquear aquellas dos rocas con forma de sillones. Peters arrojó dos granadas justo al centro del campamento enemigo, para luego, por medio de una formación tenaza cruzaríamos fuego sobre el enemigo.
El ataque hubiese sido perfecto si Richards no hubiera actuado como siempre; con ese espíritu desobediente pero muy valiente. Cuando a todos nos pareció escuchar un sonido parecido a un timbre —fue nuestra imaginación, pues claro en medio de la jungla de Vietnam no existen los timbres—, el sargento, comenzó a gritar y a disparar a quemarropa; siendo por supuesto abatido en el acto.
Con Peters y yo totalmente rodeados, y con el indomable sargento haciendo muecas exageradas de dolor, tratando de arrastrarse como si ello pudiera ser posible, fuimos interrumpidos tajantemente por Gladys para avisarnos que a Gastón (Peters) lo había pasado a buscar la madre. Intercambiamos miradas con Richards tratando de solucionar en nuestras cabezas como Gladys había sobrevivido al fuego cruzado de tres M16 de plástico duro.
Aquella tarde pudimos abatir quizá treinta según el exagerado sargento, yo conté cincuenta y cinco cadáveres. Nuestra eterna discusión terminó en 1982 cuando Jorgito no volvió de Malvinas, quizás allí pudo aprender a contar cuerpos. Lástima que Gladys no pudo interrumpir a los ingleses justo a tiempo.
Hoy a mis cincuenta años, cuando veo a la Sra. Gladys que nos visita anualmente, sigo pensando que ella combatió con el Viet-cong, sus rasgos la ayudan.
* Lautaro Capri es un autor de cuentos de ficción y poemas. Ha publicado también un libro de poemas 28 poemas de amores, amoríos y cruces.
Sus obras se encuentran publicadas en amazon version electronica. La version impresa se puede solicitar a vasktoran@hotmail.com