Mark Rothko, la fascinación del arte abstracto
El anuncio de la Fundación Louise Vuitton de la próxima exposición del artista que reúne 115 de sus mejores obras, en su sede en París, da para explorar un universo en el vale la pena introducirse.
La abstracción en la pintura se define como el opuesto a la figuración, en cuanto que no refiere a una realidad objetiva (figura
humana, paisaje, etc.). Así la pintura abstracta es aquella en la que, el artista, recurriendo al color y la forma crea una obra autónoma. El concepto, así sintetizado, tiene sin embargo bemoles. Picasso concebía a todo arte como abstracto, en cuanto a que incluso el mundo real es atrapado en la tela por el artista en un proceso de abstracción. Rafael Squirru escribió en cambio, que todo arte es figurativo ya se trate de figuras de la realidad objetiva o de formas geométricas (triángulos círculos etc.) o de simples formas
caprichosa.
La crítica moderna habla de la abstracción geométrica y Herbert Read encuentra antecedentes en pinturas rupestres del neolítico… A Mark Rothko se lo ubica en la cúspide de la abstracción. Al menos el mercado así lo consagra: según Artprice cinco de los 10 valores récords de obras abstractas en subasta le corresponden. “Orange, red, yellow” de 1961 que en 2012 se vendió en NY en 87 millones de dólares es el plus valor absoluto.
Markus Rothkovitz nació en 1903 en el seno de una familia judía, en Letonia que por entonces formaba parte del Imperio zarista ruso. En la década del diez la familia huyendo del atisemitismo emigró a Oregón (USA) Mark estudió arte en los años 20, pero se consideraba un autodidacta. Cultivó antes de la Segunda Guerra la figuración expresionista y se empapó del espíritu de las vanguardias que veía en las exposiciones organizadas por el MoMA.
A partir de 1946, da un importante giro hacia el expresionismo abstracto. La primera fase de este cambio es la de multi-formas,
donde masas cromáticas quedan suspendidas en una especie de equilibrio sobre el lienzo. Poco a poco, estos disminuyen en
número, y la organización espacial de su pintura evoluciona rápidamente hacia sus obras “clásicas” de los años 50, donde las
formas rectangulares se superponen de a dos o de a tres, caracterizado por tonos de amarillo, rojo, ocre, naranja, pero
también azul, blanco.
En 1958, Rothko recibe el encargo de producir una serie de pinturas murales para el restaurante Four Seasons de Nueva York, cuya construcción está supervisada por Ludwig van der Rohe. Más tarde, Rothko decide no entregar las pinturas y se queda con la serie completa. Once años después, en 1969, el artista dona nueve de estos cuadros –que se diferencian de los anteriores por sus
intensos tonos rojos– a la Tate Gallery, que dedica una sala de sus colecciones exclusivamente a Rothko. Esta serie estará presente en la muestra de París.
En 1960, la Colección Phillips de Washington le dedica una sala permanente (“Sala Rothko”). En esa década, Rothko acepta otros nuevos encargos, entre los que destaca una capilla privada en Houston, que se inaugura en 1971 y recibe el nombre de Capilla Rothko.
En 1961, el Museo de Arte Moderno de Nueva York organiza la primera gran retrospectiva, exposición que posteriormente viaja por
varias ciudades europeas (Londres, Basilea, Ámsterdam, Bruselas, Roma y París). A partir de ahí, Mark Rothko se convertiría en una institución del arte americano. Protegido de Peggy Guggenheim, sus éxitos serán notables. Pero a finales de los 60, en medio de una crisis depresiva, y tras pintar su serie de obras con acrílico negro, se acaba suicidando.
* Carlos María Pinasco es consultor de arte.
Carlosmpinasco@gmail.com