Sufrió bullying y acoso, y gracias a una ONG recibió una beca de estudio que le cambió la vida
En diálogo con MDZ, recordó el duro camino que debió atravesar hasta finalmente encontrar su vocación. La ayuda de una ONG fue clave en este recorrido.
La infancia de Diana Pacheco estuvo fuertemente marcada por la crisis económica del 2001, su adolescencia por el bullying y sus primeros pasos en el mundo laboral por acoso. Entre medio, la pérdida de su mejor amigo le dio un gusto aún más amargo a la vida, pero lejos de estancarse, hizo una promesa consigo misma: salir adelante. Y tras recibir una beca de estudio, su mundo dio un giro rotundo.
Fue un mail bastante inesperado que recibió por parte de Potrero Digital, donde anunciaban que le otorgaban una beca para instruirse como community manager. Se trata de una red solidaria de centros de aprendizaje que busca la inclusión social a través de la tecnología, la cual, según admitió Diana a MDZ, "le salvó la vida".
Ser niño en medio de una crisis
Si hay algo que emociona a esta joven oriunda de Bahía Blanca es la fortaleza que su familia tuvo durante la crisis del 2001. En aquella época tan dura para el país, su padre quedó desempleado y su madre era el principal ingreso del hogar trabajando de empleada doméstica y niñera, lo cual la mantenía bastante alejada de la casa y de sus tres hijos (que luego fueron cuatro).
"Fue re difícil, hacíamos trueques, teníamos ayuda de Cáritas. Mi papá entre medio juntaba latas, diarios, y contar esto me emociona por el orgullo. A nosotros nunca nos faltó nada y tuvimos la oportunidad de ser niños, hoy por hoy hay nenes que no tienen esa posibilidad, los ves laburando a la par de los padres. Así que con todo lo malo que tuvimos, nuestros papás nunca dejaron que faltara nada y pudimos tener una infancia", reconoció Pacheco.
Cuando las cosas se ponían complicadas, su madre solía repetir: "Sacrificaría mi bienestar con tal de que a mis hijos no les falte nada, lo voy a ser". La realidad era compleja, pero aún así sostenible. El hijo mayor cuidaba a los menores, y entre hermanos había un pacto por mantener el orden y portarse lo mejor posible.
Cada tanto recibían ropa de las patronas de su mamá, lo que "los hacían sentir como en Disney". En otras oportunidades, eran ellos quienes intentaban cooperar con los quehaceres cotidianos, aunque no siempre salía bien: "Una tarde tratamos de hacer un huevo frito nosotros mismos, pero nos salió mal y terminamos escondiendo la olla toda quemada debajo de una cama".
Los estragos del bullying y el acoso
"Mi adolescencia fue brava", reconoció. Tomó un respiro y continuó relatando: "Fui de tener sobrepeso, entonces el bullying en la escuela estaba siempre, que porque era gorda, que si llevaba algo para comer, yo era la gordita que siempre iba a ser obesa. Mis compañeros me hacían eso para poder encajar".
Así lo recordó: "No quería más esa vida. La escuela no me gustaba, en séptimo grado me llevaba matemáticas, no le veía el propósito a estudiar". Entre medio conoce a quien actualmente es su pareja, el cual la acompañó y alentó para que rindiera todas las materias. Pero el mayor soporte estaba en su mejor amigo, Ian, un joven a quien ella describió como alguien lleno de vitalidad.
Para ese entonces, su padre había entrado a trabajar en una empresa y comenzaron a tener mayor estabilidad económica. Pero eso no le garantizaba felicidad ni mucho menos. De hecho, Diana esperaba a los fines de semana para poder salir y desconectarse de la realidad.
Justo antes de la pandemia, en febrero de 2019, su primera oportunidad laboral le tocó la puerta: empezó a trabajar en una cooperativa. Ya tenía experiencia como niñera, empleada doméstica y reponiendo materiales en un negocio de barrio, pero esto representaba un ingreso fijo. No obstante, las malas noticias no tardaron en aparecer: en cada almuerzo aparecían comentarios sexistas por parte de sus compañeros.
La situación llegó a ser insostenible. "Una mañana, cuando estaba por entrar al laburo, me agarró un ataque de pánico. No podía hablar, empecé a temblar y pensar que me iba a morir. Tuvieron que llamar a la ambulancia y me dieron clonazepam. Al día siguiente vuelvo a trabajar, pero me volvió a agarrar otro ataque", recordó.
En esa segunda oportunidad -era un sábado- intentó calmarse por sus medios pidiendo tomarse una pausa para ir al baño. Al avisarle a su supervisora lo que le estaba ocurriendo, la respuesta de ella la dejó totalmente abandonada: "Andá, pero no te caigas porque acá nadie te va a poder levantar". "Al lunes siguiente me despiden, dijeron ‘este laburo no es para vos, agarrá tus cosas y andate’", contó Pacheco, quien para ese entonces tenía 24 años.
La pérdida de un amigo y una promesa que la determinó
En cuestión de días, el país se sometió a una cuarentena preventiva y obligatoria por el Covid-19. Quedó encerrada con su familia y el constante reproche de que la habían despedido por no tener ganas de trabajar. Su salida fue sumergirse en el estudio y comenzó a hacer cuanto curso que ofreciera el Estado encontrara: contabilidad, liquidación de sueldos, diseño gráfico, entre otros.
Pero la vida tenía programada otra cachetada para darle. En 2021, Ian, su mejor amigo, contrajo cáncer a los 21 años y falleció con 24. "Era de esas personas que te enamoraban, pero no de forma romántica, sino por cómo era. Estaba todo el tiempo activo, hacía scout, taekwondo, natación, no paraba nunca, hasta que esta enfermedad lo hizo parar. Me enojé, bueno, sigo enojada, y me alejé de la Iglesia", dijo llena de tristeza.
Una opción era terminar de hundirse en la angustia, pero su pareja entonces le preguntó: "¿Qué te hubiera dicho él en este momento?". Eso la llevó a la reflexión, y la reflexión a una promesa. "Es un tercio de mi para el cielo, este empuje de vivir por él, que siempre tenía tantas ganas. Ian me contagiaba esa vida que yo no tenía, que yo no veía, entonces creo que empecé a salir de ese agujero negro por él", añadió.
Todos sabían que ella había dedicado su cuarentena a hacer varios cursos, por lo que el amigo de uno de sus hermanos le recomendó que pruebe suerte en Potrero Digital: "Me entusiasmó, pero al ser por becas nunca pensé que me iban a aceptar. Me anoté igual porque no tenía nada que perder, hasta que un día me llega un mail en donde me habían aceptado. Comencé a mandarle a todos mis amigos y pareja captura del mensaje. Me dieron la oportunidad de tener una computadora propia y comencé en el área de community manager".
"Fue muy distinta la enseñanza a los cursos que tomé antes, en Potrero realmente son educadores. Los conceptos y conocimientos te quedan para siempre. Me re emocioné y le seguí metiendo hasta que en 2022 finalicé los estudios. Antes de egresar me lancé sola a trabajar, pero la experiencia no fue muy buena porque mis primeros clientes no me querían pagar lo que correspondía", contó.
Esta red educativa, además de ofrecer preparación en lo que es el rubro de la tecnología, también tiene un programa llamado Potrero Empleos, donde le dan a sus estudiantes avanzados y graduados sus primeras oportunidades laborales: "Tuve mentores atrás que me ayudaron, acompañaron y aconsejaron; así siguen capacitando a uno".
Actualmente trabaja en una organización de La Plata y a la vez es tutora en la ONG, dentro de la carrera de Community manager (con posibilidad de ascender a profesora el año entrante). "Potrero me salvó la vida. Yo sentía que no servía para nada, que iba a estar siempre en un trabajo que no me gustaba, y gracias a ellos descubrí que soy buena para algo, que la gente me puede ver. No sé qué hubiera sido de mi vida si no hubiera entrado en esa beca", cerró Diana.