Es tucumana, viajó a España a estudiar y se convirtió en una embajadora del alfajor argentino
Instalada en Madrid desde 2017, Luciana abrió su propia pastelería y se preocupa por perfeccionar las recetas con las que conquista a los españoles y ayuda a que los argentinos se sientan en casa.
El local es pequeño, pero más grande que el primero que abrió. "Lo encontré de casualidad y fue toda una apuesta", dice Luciana, literalmente, con las manos en la masa. Está preparando alfajores con una receta que fue perfeccionando con el tiempo y con la que transmite algo de la cultura criolla. Son los mismos alfajores con los que agasajaba a sus compañeros de trabajo cuando se desempeñaba en el sector de ventas de una universidad.
"No hemos emigrado por necesidad", aclara refiriéndose a ella y a su hermana Constanza, que hizo pie en Madrid hace dos años y medio para hacer un máster en Logística y cadena de suministros, afín con su título de ingeniera industrial. Hoy son socias en Cocomad, un proyecto que comenzó a gestarse por casualidad y que se convirtió en un rincón predilecto para los amantes de lo dulce.
La pastelería en Evaristo San Miguel 9 tiene unas pocas mesas y sillas de distintos colores. El espíritu informal de sus dueñas se traduce en un ambiente acogedor que invita al encuentro. A la carta de alfajores artesanales se sumaron otros sabores que los españoles buscan a la hora de sentarse a tomar un café: croissants, napolitanas, tostadas con tomate y empanadas. "Tenemos que adaptarnos a los gustos de los madrileños, aunque lo que queremos es que prueben nuestros alfajores", confiesa Luciana.
Cuenta que los alfajores de maicena siguen siendo el producto predilecto de su pastelería. "Lo siguen los típicos marplatenses bañados en chocolate. Y los españoles aman también los sandwiches de miga", comenta. También tienen en la vitrina empanadas tucumanas, de carne cortada a cuchillo. .

Luciana y Constanza logran que cada uno se sienta cómodo. Saben el nombre de sus clientes frecuentes y se animan a charlar con quienes llegan por primera vez. El mate, gran compañero en sus jornadas de trabajo, sirve muchas veces como excusa para abrir ese diálogo. Aunque reconocen que son muchos los argentinos que emigran a España -"antes la mayoría iba a Barcelona, ahora hay muchos en Madrid y en otros lados también", afirma- sostienen que todos se conocen. Les gusta que Cocomad sea un punto de encuentro para los que están paseando por Europa y más aun para los que emigran y buscan -de forma consciente o no- un lugar donde sentirse a gusto.
Estudió Ciencias de la Comunicación en Tucumán, hizo un año de la carrera en Brasil y también vivió en Estados Unidos, a dónde hizo pasantías en CNN. En 2016/3017 trabajaba en el área de comunicación de la legislatura tucumana y pensó que era un buen momento para hacer un máster y especializarse en vistas a las próximas elecciones. "Mi idea era hacer un máster acá. Renuncié en 2017 para estudiar Comunicación y marketing político con la idea de volver para trabajar en las campañas", recuerda y sigue: "Me encantaba porque la parte de comunicación política es súper interesante". Estudió en la Universidad de Alcalá de Henares -"una de las más antiguas", acota- y empezó a buscar trabajo mientras avanzaba en su formación.
"Terminé el máster. Me encantó y empecé a buscar trabajo en otras cosas porque, al final, cuando emigrás, es clave reinventarse. Es muy difícil insertarse en el mercado laboral", cuenta y sigue con una reflexión que se repite entre las personas que emigran: "A la distancia uno dice: 'Ay, qué lindo tener un local', 'Qué lindo mudarse a España' y la verdad es que no siempre es tan lindo como uno cree. El que vive el proceso, sabe lo que es. No pasa sólo cuando emigrás a otro país sino cuando te desplazas de ciudad. Implica adaptarte a gente, a grupos, a la ciudad en sí".

Adaptarse es una palabra clave para Luciana. Admite que, "aunque tengamos una base común, España te obliga a adaptarte a otra cultura". Su intención nunca fue quedarse en Madrid, pero cuando terminó el máster empezó a quedarse por una cosa u otra y ya lleva seis años viviendo en la capital española. Justo después de que acabó sus estudios, cuando trabajaba en el área de ventas de la universidad en la que había hecho el máster, comenzó a gestarse Cocomad.
"Era un hobbie. Empecé vendiéndole a mis amigos de la facultad. Antes de eso había trabajado en una heladería argentina en Madrid mientras esperaba a que terminara el verano en Madrid. Me encantó el tema de atención al público y negocios. Era un trabajo como para no gastar ahorros en el verano. En septiembre empecé a trabajar en ventas en la universidad y a veces llevaba alfajores".
"Me encanta cocinar", afirma y sigue: "Hacía para mí y llevaba para compartir a la universidad. Y así fueron probándolos unos y otros. A todos les empezaron a encantar. En otras oficinas también los probaron. Todos me alentaban para que vendiera".
Cómo emprender en el extranjero y superar una pandemia
Luciana hace un alto en la historia. Dice que no sólo se le dificultaba cocinar para vender debido a la cantidad de horas que pasaba fuera de su casa sino también porque "emprender acá es muy difícil. Son muy estrictos con los permisos, entonces sólo hacía para amigos y conocidos un par de docenas por semana".
Así, en 2019, ya cansada de su trabajo en la universidad, decidió hacer un giro en su vida. "Tenía unos ahorros y no sabía bien qué hacer. Me hubiera encantado entrar en un medio pero siendo argentina es muy difícil", cuenta y agrega: "Y ahí me pregunté: ¿y si abro un negocio? Empecé a buscar alquileres, a averiguar temas impositivos y el día que busqué alquiler, encontré el lugar. Ese fue el primer local de Cocomad, tenía menos de 20 metros cuadrados, era sólo take away, no había atención al público".
El paso siguiente, antes de abrir el local, fue tramitar la autorización. "Esa es la peor parte", dice Luciana. "Es complicado, como en todos lados. Gracias a Dios acá está muy regulado el tema de sanidad porque así también te da seguridad como cliente. Son trámites burocráticos que hay que hacerlos. Tardamos dos meses en abrir el local. Fui pintando los muebles, hice pruebas de productos, trabajé bastante consiguiendo proveedores que vendieran poca cantidad. Esos son los mismos proveedores que tenemos hoy. Confiaron en mí y eso me ayudó mucho".
La alegría de haber abierto el local duró poco. Enseguida comenzó la pandemia, con sus consecuentes cuarentenas, y eso obligó a Luciana a reinventarse. Con dos amigos que trabajaban haciendo reparto en motos comenzó a ofrecer entrega a domicilio no sólo de sus alfajores y Chocotorta sino también de otros productos argentinos. "Conocía a los distribuidores, a ellos les servía, a la gente que no podía salir de su casa también y a mí, por supuesto, también em servía". comenta.
Al final, la pandemia acabó ayudando a que el negocio ganara identidad y seguidores. "Estábamos en un barrio muy madrileño y era complejo entrar con un producto tan duro como un alfajor con dulce de leche", dice Luciana dejando muy claro que no estaba dispuesta a ceder en su objetivo: qué todos prueben los alfajores argentinos. "Me costó. Regalé miles de alfajores de maicena. Siempre digo que era como hacer docencia, yo necesitaba mostrar cómo es el alfajor", dice entre risas.
Estaba convencida de que lo suyo era la pastelería pero con sello argentino. Durante dos meses tuvo cerrado el local por la cuarentena. "Trabajé muchísimo ese tiempo", recuerda y sigue: "Cuando volví a abrir, había generado una relación con quienes me compraban y muchos venían a conocer el local. Habíamos quintuplicado los seguidores en Instagram".
EL lado B de emigrar (aun cuando las cosas salen bien)
Aunque Luciana parece ser el estereotipo perfecto de emprendedor que deja emigra y se vuelve exitoso, advierte que las cosa sno siempre son tan simples. "Me arrepentí varias veces de haberme quedado después del máster. Podría estar con las comodidades de mi casa, tranquila...Muchas veces las cosas no salen como querés y te arrepentís", dice y enseguida agrega: "Pero lo mismo puede pasar allá. Siempre hay algo que no va a estar 100%".
Instaladísima en España, sabe que tampoco sería fácil para ella volver a Tucumán. "Ya emigré varias veces y después de eso es muy difícil volver al lugar siendo uno... Hay que disfrutar lo que toda cuando toca". Comenta que sus padres están felices de que ella y su hermana Constanza estén en Madrid.. "Prefieren que estemos acá a que vivamos en Buenos Aires, que es mucho más inseguro y peligroso", dice con su inconfundible tonada tucumana.
Según Luciana, "lo mejor de estar acá es que nunca nos sentimos discriminadas. En general, la argentina y la española son culturas que están muy unidas y es fácil integrarse".
Ese mix de culturas y tradiciones se refleja también en su proyecto. Eligió el nombre pensando en el coco, ingrediente clave de los alfajores de maicena -un producto argentino del que es fanática- y agregó un detalle local: Mad, "por Madrid", aclara por si quedaran dudas. Pero también en el café que sirve se ve cómo las culturas se mezclan. "Usamos un café colombiano que se llama La mexicana y se envasa en Madrid. Fue el que eligieron nuestros clientes".
El sello del emprendedor argentino que emigra
Luciana empezó a hacer alfajores sólo por amor a la cocina (y a los sabores argentinos). Típica argentina, llevaba al trabajo para compartir. Con el tiempo, se convirtió en una especie de embajadora de los alfajores de maicena, un producto típico argentino. Pero a medida que la pastelería fue pasando de ser un hobby a un negocio, fue sacando a relucir otras cualidades que son muy comunes entre los argentinos.
Por ejemplo, la capacidad de convertir crisis en oportunidad. "Gracias a la cuarentena conseguimos este local", dice. Y explica que habían decidido mudar Cocomad ya que necesitaban más espacio. "Todavía había muchas restricciones y era más fácil encontrar un local para alquilar. Pero fue un riesgo, nos tenía que ir bien. Abrimos el 21 de septiembre de 2021", revela y agrega: "Durante la pandemia se hicieron muchísimas obras en Madrid y Plaza España, a pocas cuadras de acá, abrió dos meses después de que nos instaláramos. Fue un auge porque los que viven en Madrid pero lejos pasan por acá y se acercan a Cocomad".
Así como su negocio comenzó compartiendo con los demás, quiso que su nuevo local fuera un espacio que invitara al encuentro. Más que un ideal, este propósito tiene que ver con ser genuinas. "Al final, la comunidad de los argentinos en Madrid es chica. Nos conocemos todos y eso ayuda a tener una red de apoyo. Tenemos amigos que vienen al local, a tomar un café, a hacer home office", comenta y lanza una hipótesis: "Tenemos una historia en común, hay cosas que podemos hablar y no te va a entender un español, por ejemplo la inflación".
Pero el objetivo de hacer de la pastelería un lugar donde todos se sientan bienvenidos no se limita a la comunidad de argentinos o latino emigrados. También los madrileños se sienten a gusto. "A veces vienen seguido y se sorprenden de que sepamos el nombre y conozcamos lo que les gusta",
"Sueño que la gente la pase bien viniendo a Cocomad", remata Luciana.

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