Entrevistas MDZ

Fernanda Losada, la bailarina argentina que cumple su sueño en Europa

Desde Bruselas, Bélgica, la joven de 27 años contó todo lo bueno y lo malo que conlleva cumplir sus metas, estando tan lejos de sus seres queridos y de su tierra natal.

Rodrigo D’Angelo
Rodrigo D’Angelo viernes, 13 de octubre de 2023 · 07:31 hs
Fernanda Losada, la bailarina argentina que cumple su sueño en Europa
Fernanda enfocada en cada movimiento, tanto dentro como fuera de la danza Foto: Instagram Fernanda Losada

La vida está repleta de ilusiones y sueños. Y para cumplirlos se requiere mucha perseverancia, empeño y, a veces, probar y hacer locuras. Más aún si ese anhelo requiere agarrar la valija y alejarse de la familia, de los amigos y de su tierra. La crónica de Fernanda Losada hasta este presente reúne todo esto y más, impulsada por su deseo de ser bailarina profesional de danza.

Su camino la llevó a dejar su Mendoza natal apenas egresada de la secundaria en 2013 y ese sendero la dirigió a que hoy, diez años después, esté en Bélgica.

La línea de tiempo de Fernanda no solo incluye la Cordillera de los Andes y los edificios góticos de Bruselas, sino también Buenos Aires, Portugal, Suiza y Hungría. Además, todo lo que conlleva enfrentar cada situación en soledad, en pos de lograr que el día a día transcurra sobre los mejores escenarios del mundo.

En la comodidad de su casa, en el otoño aún caluroso de Europa y a más de 11.500 kilómetros de su lugar de origen, Fernanda Losada dialogó con MDZ acerca de todo lo bueno y malo que requiere cumplir el sueño de ser bailarina.

Mirá la entrevista audiovisual acá

- Ahora estás en Bélgica. ¿Por qué?

- Fue bastante inesperado. Ahora estoy viviendo acá porque me ofrecieron un contrato en una compañía nueva que fue creada este año. Está más enfocada en la danza clásica, más allá de que trato de ir más hacia lo contemporáneo, pero surgió esta oportunidad y está bueno volver a las raíces.

- ¿Cuándo comenzaste a ser bailarina?

- Empecé a los cinco años, porque mi mamá hacía danza y siempre le decía que quería ir a bailar, hasta que un día me llevó a un espectáculo de danza de una escuelita y yo no dejaba de saltar y de bailar. Así que después de eso, de que vieran que me encantaba, mis papás decidieron que empezara a tomar clases.

Así fue hasta los 18 años, que tuve la posibilidad de ir a Buenos Aires a perfeccionarme y desde ahí que se fue abriendo el camino hasta hoy.

- ¿Cómo se dio la posibilidad de que fueras de Mendoza a Buenos Aires?

- Todo es gracias al apoyo de mis papás, porque cuando terminé la secundaria tenía que elegir una carrera y si bien tenía pensado algo relacionado al diseño de interiores o arquitectura, me quedaba pequeño, algo vacío.

Allí se me dio la posibilidad para rendir en el último año de la escuela del Teatro Colón. Desde pequeña que siempre quise ir a estudiar al Teatro Colón, pero mis papás no me dejaron, aunque sí me dijeron que lo podía hacer cuando cumpliera los 18 años. Y así fue, aunque después de hacer las pruebas no quedé.

Pero mi mamá me dijo que probara vivir y trabajar en Buenos Aires mientras bailaba en el Colón. La diferencia entre seguir mi actividad en el Colón y en Mendoza era muchísima, dada la cantidad de días y horas que se le podía dedicar.

Al mes de hacer esa prueba y volver a Mendoza, conseguí lugar para quedarme en Buenos Aires y busqué academias. Todo siempre con el apoyo de mis papás gracias a Dios, porque es mucho dinero. Pero se pudo.

Fernanda en una de sus aventuras más recientes en la danza. Foto: Ruslan Iskhakov

- ¿Y cuándo pudiste ir a Europa, cómo se logró?

- Era 2015 y en ese momento estaba becada en "Fábrica", una escuela de Maximiliano Guerra, y surgieron audiciones para una escuela de verano en Estados Unidos. Las hice, quedé y me dieron parte de una beca. Quienes fuimos allá conocimos a Annarella Sánchez (cubana especialista en Danza Clásica), que vino de Portugal a hacer unas muestras maravillosas.

Ya de nuevo en Buenos Aires, varios de mis compañeros y yo nos contactamos con ella para que nos becara en su academia en Portugal. Gracias a Dios se pudo, porque para un argentino es difícil irse, y así fue como me fui de Buenos Aires a Portugal. Pero en realidad fue medio impulsivo.

Se dio la oportunidad y me tiré a la pileta sin saber si había agua, por así decirlo. Recuerdo que mi prima me preguntó si sabía portugués y le dije que no jaja, pero eso no me preocupó. El día a día te va absorbiendo, vas aprendiendo. Ese fue el primer pasito.

- Fuiste a Portugal en 2015 pero ya pasaron muchos años. ¿Qué más hubo en esa línea de tiempo para que ahora estés en Bélgica?

- En Portugal estuve casi un año y medio. Volví a Buenos Aires, estuve cuatro meses y estando allí hice audiciones porque quería volver a Europa. Me preparé para entrar a una academia en Ginebra, Suiza, y me otorgaron la beca completa. Ahí estuve dos años y creo que fue el mejor lugar donde estuve no solo por la danza, sino también por la gente con la que estuve. Me sentí muy completa.

La escuela donde estuve en Ginebra era profesional y al mismo tiempo éramos una compañía juvenil, entonces empezamos a tener más experiencia, invitaban a coreógrafos y, si bien no nos pagaban, nos llevaron a hacer toures por más lugares de Suiza, Francia e Inglaterra.

En esa academia son tres años de formación profesional y te van ayudando a que te proyectes y empieces a afrontar la vida profesional, así que al segundo año comencé a hacer audiciones para ir sacándome el miedo, ya que son todo un desafío. En una de esas audiciones quedé para una compañía de Hungría y encontré trabajo, así que me fui a ese país para empezar a trabajar como profesional en un cuerpo de baile.

- Tenés 27 años, edad en la que mucha gente está proyectando irse de Argentina; pero vos has hecho todo esto por amor, por las ganas de hacer lo que más deseabas y viste que la única manera era irse no solo del país, sino también del continente…

- Yo nunca proyecté más allá de Buenos Aires, porque para mí ya era lo top de lo top; pero estando ahí se me fueron dando las posibilidades porque siempre me mantuve abierta y curiosa.

No fue fácil, aunque uno lo hace porque le gusta, porque uno no elige ser bailarín por la plata. Eso lo tenemos claro. Pero al menos en Europa se vive bien haciendo esto, y ese es el problema en Argentina y en varias partes de Latinoamérica. Por ejemplo, ahora trabajo con una chica de República Dominicana que estaba en una academia donde no pagaban, además de que le exigían horario y asistencia como si solo estuviera enfocada en bailar, cuando también hay que trabajar para subsistir.

También es difícil irse. No es sencillo dejar tu familia, la comida, tu tierra. Por más que creás una nueva rutina, siempre es diferente.

Fernanda y una remera que la define: "No uses tu energía para preocuparte, sino para probar cosas nuevas". Foto: Maya Balanyà

- No obstante, además de ser bailarina, también trabajás como cuidadora de niños (babysitter). ¿Lo hacés por algo en particular?

- En primer lugar, el pago depende mucho de cada compañía de baile. Depende si son privadas, estatales o si son por proyectos (freelancers). Actualmente estoy en una compañía nueva que comenzó hace dos meses y estamos tratando de demostrarle al Estado de que somos atractivos para que nos financie.

Por el momento, al ser una compañía freelancer, nos pagan por proyectos, así que para el día a día encontré este trabajo de cuidar niños (babysitter) que se adapta a mis horarios con la compañía.

- Hablando de gusto, pasión y amor, ¿este trabajo como babysitter te gusta o más o menos?

- Niñera no te da muchos ingresos jaja. Te da algo, pero la verdad que me gusta porque me conecto muy bien con los niños y los padres están muy contentos. Sí me ha pasado que alguna que otra familia no me ha gustado y me he dado el privilegio de decir que no, porque si no me siento cómoda no voy a hacer bien mi trabajo.

 

- Hay algo en común de ver al hecho de irse a Europa para conseguir algo mejor, ¿pero qué tanto mito hay de que allá hay ciertas cosas que en Argentina no, y viceversa?

- Europa ahora está pasando por una crisis. Están sintiendo un desbalance que para un argentino es normal. Acá se sorprenden por un aumento del 3%, por ejemplo. A nivel cultural, yo nací argentina, así que llevo a Argentina en el corazón.

Me gusta el argentino, la calidez y la buena onda que tenemos. Si sos extranjero, en Argentina te abren los brazos, están felices de que vengas. Al menos yo soy así y lo he sido con compañeras que han venido de, por ejemplo, Finlandia, y siempre ha habido un interés de mostrar entre nosotros de dónde venimos.

En cambio, supongo como acá en Europa hay tanto intercambio cultural, cada uno va por su lado o le cuesta más abrirse. Allá en Argentina invitás, charlás, abrazás. Hasta como babysitter me pasa que trabajo con madres de Bélgica o de Europa en general y de Venezuela, y son muy diferentes. Incluso el niño, lo caluroso y lo ameno que es.

Lo noté con una compañera de acá de Bélgica. Al principio le sonría y trataba de acercarme bastante, pero no había manera, hasta que de un día para el otro me empezó a sonreír y a saludar. Costó mucho jaja.

Otra cosa que me ha llamado mucho la atención es que hay muchos europeos que no tienen noción de lo que es valorar las cosas. Acá hay mucho consumismo y poca valoración. Creen que su realidad es la realidad del mundo y no es así.

Fernanda en uno de sus esporádicos regresos a Mendoza tampoco suelta su pasión. Foto: Instagram JM Estudio

- Hablando de que llevás a Argentina en el corazón, ¿cómo viviste el Mundial? ¿Dónde lo festejaste?

- Lo vi acá en casa. La mayoría de los partidos los vi sola porque vivo con unos belgas y una francesa, así que no le daban mucha importancia a los partidos que no fueran de su selección.

Me perdí el primero con Arabia Saudita, pero vi el segundo contra México y empezamos a ganar, así que lo tenía que seguir viendo en casa porque era cábala. Tenía la bandera argentina colgada en la puerta y cada vez que la veía me la ataba jaja.

A veces veía los partidos con mi mamá por videollamada, pero había delay y me decía todo lo que pasaba con anticipación. Ya la final sí la vimos todos juntos, y como los belgas que viven con nosotros no se llevan muy bien con los franceses, alentaban por Argentina.

Mientras estaban tranquilos viendo el partido, a mi me salía de adentro toda mi parte efusiva, y me filmaron mientras festejaba y gritaba como una local frente al televisor. Nunca me habían visto así jaja. Me hubiera gustado estar con más argentinos.

- ¿Te has encontrado con más compatriotas en Bélgica?

- Al menos acá en Bruselas no he visto muchos argentinos, pero es porque no voy mucho al centro de la ciudad. Sé que una de mis compañeras vive con un argentino, mendocino, que el otro día me regaló un alfajor y estuve feliz de la vida jaja.

Sí me pasó que cuando fui a visitar a mi hermana Ana, que vive España y que en ese momento trabajaba en una heladería, escuché hablar a unos argentinos. Me alegré mucho y me puse a hablar con ellos, pero cuando le dije a mi hermana que son argentinos, ella me respondió con que la gran mayoría de sus clientes lo son jaja.

- Claro, yendo a lo profundo de esa situación, sentiste esa alegría de escuchar y hablar con alguien que es como vos, después de tanto tiempo…

- Exacto. Los modismos, las palabras. Me pone muy contenta cuando empiezo a escuchar y a recordar.

- ¿Cómo has podido sobrellevar todos estos años? Porque más allá de que tus objetivos y sueños sean más fuertes que el extrañar, eso no desaparece, está ahí…

- Creo que es dónde ponés tu enfoque, pero siempre extrañás, sobre todo al principio. Nunca me voy a olvidar lo difícil que fue mi primer cumpleaños estando en Portugal. Me imaginaba que mi mamá entraba a mi habitación y me decía feliz cumpleaños. O en el día de la madre, que veía que mis hermanos estaban con ella y yo no.

No es fácil irse, no es fácil dejar. Pero uno se va a acostumbrando y se hace más tolerante a la ‘extrañitis’, pero está y siempre va a estar. Yo cada vez que vuelvo a Argentina soy otra persona que cuando estoy acá.

Fernada puntualiza en encontrar el equilibrio entre el bienestar personal y profesional. Foto: Ruslan Iskhakov

- ¿Ya que tu profesión exige mucho enfoque, qué tanto te aísla?

- Creo que eso es muy personal. Hay gente que realmente está casada con la profesión, y eso lo súper admiro porque tienen un progreso que los hace muy especiales. Pero por otro lado creo que un buen bailarín no solo lo es por su técnica sino también por lo que expresa y comunica. ¿Cómo vas a expresar algo si no lo has vivido?

Con los años también me he dado cuenta de que tener momentos de pausa en la danza me ayuda a estar mejor con la propia danza, porque cuando estoy muy obsesionada pareciera que me voy hundiendo, no me ayudo.

Es difícil encontrar el balance. La danza es un trabajo duro, constante. No se puede parar porque el cuerpo es vago. Vos parás y después cuesta el doble. Perdés masa muscular, fuerza; es algo que hay que continuar todo el tiempo.

Por otro lado, el hecho de estar sola creo que fortalece el vínculo con algunas personas. Tengo mis amigas que hice en Portugal y en Ginebra (Suiza), aunque cuando estuve allí viví con dos chicas italianas y pasamos muchas cosas. Como Ginebra es carísimo vivíamos en un cuadradito compartiendo todo y eso nos acercó. Menos mal porque en esas condiciones o te llevás bien o te llevás mal, y eso nos conectó e hizo nuestro vínculo súper bonito.

Es verdad que no hecho muchas amigas fuera del ámbito. En Hungría sí tuve la necesidad de tener amigos fuera del trabajo porque necesitaba escuchar problemas que no fueran de la danza.

- Hace algunos años que estás en pareja. ¿Cómo se conocieron?

- Estoy de novia hace cuatro años con Esteban. Él es belga pero su mamá es argentina y vivió desde los 14 años en Argentina. Después de egresar de la universidad él solo se volvió a Bélgica y su familia se quedó en Argentina.

Nos conocimos porque su hermano y mi prima están casados y fue gracias a ellos. Antes de casarse vinieron a Bélgica a visitar a la familia de él, también porque mi prima no conocía Europa. Nosotras aprovechamos para juntarnos y nos sacamos algunas fotos; cuando mi prima se las mostró a Esteban, al verme él hizo una broma de que yo iba a ser su futura esposa jaja.

Desde ahí a un año no pasó nada, hasta que ellos se casaron y Esteban me escribió para saber si lo podía acompañar a la ceremonia en Argentina porque no le gusta viajar solo; le dije que sí y ahí empezamos a hablar y hablar, y todo siguió hasta el día de hoy.

Vivimos juntos en la residencia con los belgas y la francesa que mencioné. Vivió como 10 años en Córdoba, así que si lo escuchás hablar, él parece más argentino que yo.

Fernanda con su novio Esteban.

- ¿Qué te gustaría hacer en el corto y largo plazo?

- Si bien me encanta la danza clásica, estoy en período de audiciones para que el próximo año pueda volver a una compañía de danza contemporánea, que me gusta mucho más.

Quisiera volver a enfocarme por ese lado y encontrar un lugar con mejor pago, para ya empezar a echar raíces porque también me canso de viajar tanto.

- ¿Dónde te gustaría echar raíces? ¿Argentina? ¿Salir de Europa e ir a Asia? ¿Rusia, que más allá del bloqueo internacional, sigue siendo la meca de la danza clásica?

- Estuve en Rusia en el verano europeo porque me invitaron para un proyecto y a pesar de la situación que atraviesa, a nivel artístico fue un sueño hecho realidad. Si pudiera tener eso por el resto de mi vida, sería feliz.

Suecia también me interesa, pero va a ser complicado por la falta de sol, que es algo que yo sufro mucho. Podría ser una experiencia diferente por estar en un lugar nórdico.

El año pasado se me había ocurrido ir a Asia porque en Europa es casi siempre lo mismo. Pero según lo que pude averiguar, como en Taiwán y en Singapur, solo aceptan bailarines de sus propios países. Si bien uno puede ir a tomar clases, uno debe costearse todo.

Si tengo la oportunidad de que me ofrezcan algo en Argentina, yo voy y pruebo. Ahora estoy en una fase en la que quiero sentirme bien, sentirme feliz. No quiero estar en más lugares donde sufra. Obviamente que si puedo estar al lado de mi familia y lo que se trabaje esté valorado y pagado, mejor.

Fernanda (a la derecha, vestida de azul), en su visita soñada a Rusia.

- ¿Ahora priorizás tu crecimiento personal por sobre la cuestión profesional? ¿Has entendido que cumplir tus sueños no es a cualquier precio?

- Sigo trabajando en la cuestión de los límites. Siempre van a haber oportunidades, así que uno tiene que saber respetarse, valorarse. No por el amor a algo me tengo que dejar lastimar.

También descubrí que cuando estaba en un lugar donde no me sentía bien, dejé de trabajar bien. Fui perdiendo mi energía, mi brillo, incluso mi esencia. ¿Por tener dinero, por poder bailar un poco más tenía que seguir así?

Un amigo me dijo una vez algo que me quedó bien grabado: “Es uno quien elige sufrir o no”. Entonces en base a eso tomás decisiones.

A veces es mejor tener un poco más de paciencia y encontrar un lugar donde uno se sienta bien, porque ahí podés explotar todo tu yo. Si te sentís bien, lo das todo, sea donde sea.

Archivado en