¿Qué podemos aprender de los Reyes Magos? Encuentro de fe y ciencia

Los Reyes Magos venían de Oriente guiados por la estrella y llegan al pesebre en donde nació el niño Dios. No eran magos porque hacían trucos de magia como David Copperfield, sino que más bien se asemejaban a hombres de ciencia, vinculados al estudio de los astros celestes. Una suerte de astrónomos, hombres racionales, de ciencia para la época.

Guiados por su ciencia, llegan al pesebre y allí se rinden al misterio, se arrodillan y entregan sus dones de oro, incienso y mirra. En este momento, la razón y la ciencia dan lugar a la contemplación y la fe. Adoran al niño, al misterio de Dios hecho hombre, seguramente sin comprender del todo lo que allí estaba sucediendo.

La enseñanza que nos deja esta visita de los Magos al pesebre está en reparar cómo en ellos no hay conflicto entre la fe y la ciencia. Habitualmente se las presenta como contrapuestas. Una cosa es lo que está “científicamente demostrado”, y en otro orden de cosas, las cuestiones de la fe sobrenatural que se argumenta: son subjetivas, opinables. La fe sobrenatural es una suerte de bastón para ciegos, es decir, para quienes no comprenden mucho desde la razón pueden acudir a la fe sobrenatural.

Los magos llegan por la razón y terminan en la fe. No hay conflicto ni oposición. Fe y razón, fe y ciencia, en realidad vendrían a ser como dos faros que echan luz sobre la complejidad de lo real. Lejos de oponerse o enfrentarse, más bien es recomendable que ambas luces estén “encendidas” para ver mejor y comprender con mayor profundidad, especialmente los grandes e importantes temas con relación al ser humano.

Con más luz (fe y ciencia) se ve más y mejor, no menos.