Historias de vida

Abriendo las alas y aprender a volar en familia

Emigrar es cambiar, es abrir las alas y volar a tierras nuevas, uniéndonos como familia, creando nuevas tradiciones, sostiene Marimar, que junto a su esposo y sus hijos buscaron nuevos horizontes.

Marimar Inés González domingo, 25 de septiembre de 2022 · 07:10 hs
Abriendo las alas y aprender a volar en familia
Hemisferic, en la Ciudad de las Artes y las CIencias. Foto: Marimar González

Emigrar, en nuestra familia, fue un camino que llevó tiempo, madurando la idea, evaluando el impacto que tendría en nosotros y en nuestros hijos, entendiendo los riesgos, analizando cuál sería el mejor destino, preparando toda la documentación necesaria para que nada nos faltase; con el objetivo de minimizar las posibles complicaciones, y que esas primeras experiencias fueran positivas. Viajábamos con la certeza de un trabajo seguro y un departamento que nos esperaba vacío, como lienzo en blanco para pintar un nuevo futuro.

No podemos negar que los últimos meses en Argentina fueron un subibaja de emociones. Armamos valijas despidiéndonos de cosas que no podíamos llevar, de nuestros recuerdos y tradiciones familiares; pero llenándolas de ilusiones, expectativas por las nuevas oportunidades. Con la alegría de conocer nuevos horizontes y el dolor de dejar a nuestra familia, a los amigos de toda la vida, dejando atrás todo lo que habíamos construido con tanto esfuerzo en la ciudad que nos vio nacer. Como familia argentina viviendo en España hace un año, descubrimos en Valencia una ciudad que invita a disfrutar de una caminata por los Jardines del Turia rodeados de verde, visitar un castillo, una cascada o compartir un atardecer en la playa…

Jardín del Turia
Foto: Marimar González

Una ciudad que nos deleita en las Fallas, cuando música, bandas, arte y alegría inundan sus calles, con castillos de luces por las noches, su tradicional mascletá en la Plaza del Ayuntamiento, y las hermosísimas fallas ubicadas en cada barrio para que
admiremos el trabajo de sus artesanos. Nos sorprendimos, recorriendo las calles del histórico barrio El Carmen o Ruzzafa, cruzando el Puente de las Flores del Turia o visitando la Torre de Serranos.

Son sus imperdibles la Catedral de Valencia (subiendo los 207 escalones de su Miguelete para escuchar sus campanadas con las mejores vistas de la ciudad), la Plaza de la Virgen y la Lonja de la Seda, así como la Ciudad de las Ciencias y las Artes o
pasear en barca por los humedales de la Albúfera. Emigrar también fue un cambio de hábitos, de rutinas y descubrir que, aunque
hablamos el mismo idioma, no siempre nos referimos a lo mismo. Un moño es un rodete y un constipado es un resfrío… Si necesitas un folio, te venden hojas… ¡descubrir cuál es el queso más parecido al cremoso argentino, o qué corte de carne
español corresponde al peceto o al vacío que siempre cocinábamos en casa, puede ser todo un desafío!

Hemisferic, en la Ciudad de las Artes y las CIencias.
Foto: Marimar González

Poco a poco vamos transformando nuestra casa en nuestro hogar, nuestro espacio seguro, donde nos escuchamos y contenemos en los momentos de incertidumbre. Los chicos pronto hicieron nuevos amigos, y cada uno, a su tiempo, se fue adaptando al colegio. Participan en nuevos deportes y aprendemos palabras en valenciano todos los días. El momento más esperado de cada semana es la llamada con familiares y amigos para sentirnos un poquito más cerca.

El Jardín de Turia es una parque que recorre el antiguo cauce del rio, mide 10 kms y cruza la Ciudad de Valencia.
Foto: Marimar González

Emigrar es ser valiente cuando las dudas nos ponen a prueba, cuando el corazón se estruja porque extrañamos o las cosas no salen como esperábamos. Es aprender que los tiempos son diferentes y que, a pesar de todo, con confianza y la mente abierta, podemos lograr todo lo que nos proponemos. Es luchar por nuestros sueños, sabiendo que al final del camino, cada experiencia habrá valido la pena.

* Marimar Inés González

Docente

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