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¡Socorro: mi hijo es muy tímido!

La timidez es un rasgo de personalidad como cualquier otro. Los chicos con esta característica, necesitan unos minutos más que el resto para “entrar en calor” antes una situación nueva.
Foto: Pexels
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Los que tenemos hijos sabemos que cada uno es original y distinto. Suele pasar que teniendo sólo un hijo y esperando el segundo, nos imaginamos como padres que no es posible que tenga una personalidad nueva, distinta a la del primero, “seguramente comparta características con este que ya tenemos, o mías y del padre”, incluso lo imaginamos físicamente similar.

Pero resulta que no, este segundo hijo llega y resulta ser diametralmente opuesto en su personalidad al anterior, tiene algún rasgo de personalidad del padre, algo del carácter del abuelo materno, pero nada de la mamá. Y cuando llega el tercero, notamos que físicamente es “igualito al tío Mariano”, pero que en sus rasgos de carácter y temperamento no podemos reconocer a nadie más del resto de la familia.

Juan y Carla tienen cinco hijos. Ellos dos y cuatro de los chicos son más bien extrovertidos, hablan fuerte, son muy sociables, arrancaron a hablar rapidísimo y disfrutan ser el centro, en mayor o menor medida cada uno. Y después está Paco. Su quinto hijo. Desde que era un bebé de meses Paco mostraba características distintas a sus hermanos y padres. Cuando estaba a upa y alguien más se le acercaba, escondía la carita en el pecho del adulto. Siempre muy mimoso y cariñoso, empezó a hablar de a poquito, con palabras sueltas que elegía para llamar a sus objetos preferidos: “mamá, papá, lalali (llaves), rruuum” (autos) y el nombre de sus hermanos, en media lengua. Ahí terminaba su repertorio. No tenía nada más que decir por el momento.

Entendía todo perfecto, comunicaba perfectamente sus necesidades. Pero prefería el silencio. Y siempre buscaba los brazos conocidos. Parecía que necesitaba “recargar la batería” antes de volver a investigar el mundo. Sus papás llegaron a preocuparse, viéndolo tan diferente al resto de sus hermanos. ¿Paco tenía algún problema de desarrollo? Absolutamente no, simplemente era tímido.

La timidez es la sensación de inseguridad o vergüenza en uno mismo que una persona siente ante situaciones sociales nuevas y que le impide o dificulta entablar conversaciones y relacionarse con los demás. Puede generarse como una defensa con el correr del tiempo, o simplemente venir así “de fábrica”. Es un rasgo de personalidad como cualquier otro, como ser inquieto, alegre, curioso, malhumorado o entusiasta.

¿Si un niño es tímido significa que también es introvertido? A veces van juntos, y a veces no. "La timidez está enraizada en el miedo, mientras que la introversión es simplemente una preferencia, y no implica intrínsecamente nerviosismo o ansiedad". La introversión es un tipo de personalidad. La timidez es sólo un rasgo de ella. ¿Enraizada en el miedo a qué? A no poder, a ser observado, no aceptado, en definitiva, no amado. Por lo que es muy importante saber acompañar este tipo de personalidades con cercanía, respetando sus tiempos, con muchísimo afecto. Entrando en su “idioma” y enseñando de a poco a tener seguridad en uno mismo, en los propios logros, en las posibilidades.

Paco creció, sin mayores dificultades: es muy buen alumno, tiene muchos amigos, juega con sus hermanos, le encanta leer y jugar al fútbol. A veces cuando llega a un lugar, no se anima a saludar a las personas que ya están ahí, incluso si son sus abuelos. Necesita que ellos se acerquen a él. ¿Es un maleducado? No, simplemente es tímido. Primero esconde la cara atrás de sus padres. Pero después de un rato afloja y empieza la interacción.

Los chicos con esta característica, necesitan unos minutos más que el resto para “entrar en calor” antes una situación nueva. Necesitan investigar el terreno con cierta distancia antes de adentrarse en él. Les lleva más tiempo, pero una vez que cruzan ese límite ya comienzan a sentirse cómodos y pueden interactuar sin problemas.

Para la familia de Paco la timidez fue todo un descubrimiento. A veces les parecía inentendible, “saludá Paquito, pareces un maleducado”, “míralo al abuelo que te está hablando”, “decí gracias, que te están elogiando el dibujo lindísimo que hiciste”. A Paco le cuesta recibir elogios, agradecerlos, pero por dentro su corazoncito explota de alegría y orgullo, solo que no lo muestra. Apenas se le escapa una sonrisita de costado. Pero después, en algún momento incierto, se acerca al abuelo y le apoya su cabeza en el hombro, sin decir nada.

Tiempo. Paquito necesita tiempo para reaccionar, para animarse. Pero de a poco lo va logrando. Lo podrían haber imaginado cuando en la ecografía para saber el sexo del bebé, el Paquito de 25 semanas de gestación aparecía en la pantalla del ecógrafo tapándose la cara con las manitos. “No se quiere mostrar”, bromeaba el técnico. Y siempre será igual, es parte de su personalidad. Lo que también lo vuelve hiper observador, curioso, que le encante recibir afecto físico, que tenga salidas muy ocurrentes y sorpresivas (ya que nunca sabes qué está pensando), y que sea sensible y empático. Y muy, pero muy querido por todos.

Cada hijo nos va a sorprender con sus características. A veces nos son familiares, incluso parecidas a lo propio. A veces son tan ajenas, que tenemos que entrenarnos un poquito en ellas, para poder acompañar a a cada hijo según sus peculiaridades. Es un camino lleno de sorpresas y maravilloso. Aprendemos a cada paso. Por suerte, cada hijo es distinto y absolutamente único, y no nos dan tiempo de aburrirnos. Padres, hijos y hermanos, aprendemos cada uno de los demás, ¡y ése es el mejor desafío!

*Magdalena Clariá es licenciada en psicología y Mercedes Gontán es abogada, mediadora y orientadora familiar. Juntas hacen Apuntes de siembra.