Relato

Despertaron mi instinto asesino

Un capítulo del libro "Florecer en el infierno", historias de presos para reflexionar. Gaspar Contreras presenta su trabajo en base a la experiencia en las cárceles de Mendoza. El libro se presenta hoy a las 19.

Gaspar Contreras miércoles, 4 de mayo de 2022 · 10:22 hs
Despertaron mi instinto asesino

Por Gaspar Cotreras

Trabajar en el lugar más triste del mundo tiene beneficios, aunque no lo parezca. Mi trabajo es escuchar, acompañar, intentar generar sentido vital; nunca juzgar. Y eso que, sinceramente, a veces es inevitable.

No es sencillo compartir gran parte del día con violadores, asesinos, traficantes y secuestradores.

Hay una frase del papa Francisco que suena en mi cabeza cada vez que alguien me cuenta su historia: "¿Quién soy yo para juzgar?"

La semana de carnaval, corta por suerte, pensé que iba a ser como cualquier semana ordinaria dentro de ese escenario dantesco, pero no. Esa semana, una simple pregunta haría despertar mi instinto más primitivo, el de sobrevivir. Para cuidar la identidad de la persona en cuestión, voy a llamarlo CRONO, en honor al padre de Zeus, Poseidón y Hades... Porque su historia es digna del Padre de todos los dioses.

A Crono lo había visto varias veces, su caminar solitario y su carpeta de apuntes indicaba que era un "preso viejo", su cabeza repleta de canas, el arqueado de sus cejas me indicaba que ese hombre estaba pagando una condena. No solo con la Justicia, sino con su conciencia, con su historia, con su pasado y su presente. Donde Crono está alojado, es un pabellón relativamente tranquilo, se puede trabajar dentro del mismo. Termino de hacer mi trabajo, me estoy por ir y una voz ronca me increpa. “¿Usted es de Cultura? Mi nombre es Crono y quiero que escuche mi historia” me dice.

Por primera vez me siento incómodo, rompo la incomodidad con un “Claro que sí, pero solo si me convida un mate.”

Nos sentamos, la pava está completamente negra del hollín acumulado por años, quizás desde el momento que empezó a cumplir su condena. O eso imagino yo para ponerle poesía a tanta oscuridad.

“Soy un triple homicida. Gracias a mí, cerraron el hotel más importante que tenía Mendoza.” Me dice sin darme lugar a una introducción. Mis pupilas se dilatan. Soy consciente que estoy por escuchar una historia interesante. Una de las cientos de historias interesantes que pasan entre esas 4 gigantescas e impenetrables paredes, donde habita lo que “ya no sirve” de la sociedad.

“Tengo 3 hijas. Dos viviendo en el exterior y una que me la violaron, la quemaron, la descuartizaron y la tiraron al dique. ¿Me escuchó bien? Me la quemaron.” Respira mientras su mirada se pierde en el recuerdo. “¿Qué pasa por la cabeza de alguien que quema un cuerpo y lo descuartiza?” me pregunta y se pregunta. “Yo sé que se siente. Porque también lo hice. Se siente justicia.”

Durante el relato de Crono, me cuenta que el quería hacerles sentir a los asesinos de su hija, lo mismo que ella había vivido, esas horas de terror antes de que la mutilaran, incendiaran e intentaran desaparecer el cuerpo.

“Sabía que la Justicia no los iba a condenar. Eran hijos del poder en Mendoza. Tenía que ajusticiarlos yo.” Me muestra una foto de ella. Joven. Hermosa. Unos ojos negros, que encantarían a las serpientes más ariscas del desierto.

“Su sueño era ser modelo. Ella fue ahí a cumplir sus sueños. Y me la quemaron. Me la quemaron.” Los ojos de Crono dejaron la rigidez habitual y fueron víctimas del recuerdo. “Perdón, no soy de llorar” intenta disculparse mientras vuelve esa mirada de dureza.

Siguiendo su relato, deja de lado la historia de su niña de ojos negros y hace foco en sus otras hijas. Crono, era un laburante, de clase media, que había podido ahorrar algo de dinero. “Cuando me detienen por matar a los asesinos de mi hija, me dejan 2 días incomunicado en el Palacio Policial. Al tercer día llega mi mujer con mis hijas. Traían anotado en la mano la cantidad de dinero que habíamos ahorrado durante años, para pagar un abogado. Esa noche no dormí. No por lo que había hecho, sino porque no quería tocar ese dinero. Esa plata era para viajar, no para gastarla en un abogado que no me iba a garantizar la libertad. Sabía que me quedaban años por vivir tras las rejas. Ese dinero era para viajar y para viajar lo iba a utilizar.”

Al cumplir la mitad de su condena, el primer día de su salida transitoria, lo primero que hace es ir al banco, sacar el dinero, ir a una agencia de viajes y comprar 4 pasajes solo de ida a Roma. Con la delicadeza de un orfebre romano, planea su fuga. Los pasajes de sus hijas los saca con el apellido materno. Algo podía llegar a fallar. Esa misma tarde toda la familia, menos la niña de ojos negros, esperan que los parlantes digan el número de su vuelo. Ninguna maleta por despachar, solo bolsos de mano.

Imagino la tensión de Brad Davis en el aeropuerto de Estambul. La policía aeroportuaria le sonríe como a cualquier vecino que se va de vacaciones con la familia. Los motores del avión se encienden, la respiración de Crono se empieza a equilibrar.

En la escala de Sao Paulo se extravía el bolso de mano de mano de Crono, no hace denuncia por miedo a ser delatado. Al llegar a Italia, ve que algo no estaba bien. Respira profundo y empieza a caminar por las escalinatas del aeropuerto, sus hijas y su mujer unos 20 metros detrás, no habían mostrado relación durante todo el viaje. Antes de cruzar la puerta del Roma

Fiumicino es parado por la Polizia Penitenziaria. Queda detenido ante la mirada de su familia, que con lágrimas en los ojos, pero sin levantar sospecha siguen camino a pisar las calles italianas. La noche anterior Crono les había dicho que era una posibilidad. Ellas no tenían que parar.

Atento a su relato cinematográfico, Crono me mira fijo. “Ese dinero era para viajar. Mis hijas no podían vivir con la condena de tener a su padre preso. Yo estoy tranquilo. Siempre viví tranquilo. Ellos me la quemaron. Tenía que matarlos.” Dice mientras comienza a cerrar su historia. Antes de irse, me pregunta algo que movió mi estantería emocional, “¿Acaso usted no haría lo mismo?”

Desde esa tarde, estoy convencido que despertaron mi instinto asesino.  

*El libro Florecer en el Infierno se presenta hoy a las 19 horas en la Nave Cultural de Ciudad de Mendoza, Las Cubas 201. El evento lo va a conducir la reconocida escritora mendocina Bleuminette y el cierre estará a cargo de la banda Conducta Calle.

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