Adicciones

El crudo relato y la lucha incansable de una madre de 9 hijos

Marta tiene 9 hijos y 14 nietos. Vive desde hace más de 20 años en una colina, a metros del barrio Urundel de Godoy Cruz. Cuenta en primera persona cómo es el dolor que transita una madre al saber que sus hijos atraviesan por una adicción y no poder evitar que eso pase, pese a todo esfuerzo.

Zulema Usach
Zulema Usach sábado, 14 de mayo de 2022 · 07:20 hs
El crudo relato y la lucha incansable de una madre de 9 hijos
Dos hijos de Marta están en un centro de rehabilitación como consecuencia del consumo de drogas Foto: Foto ilustrativa/ Pixabay

Hace 22 años, Marta (52) se fue a vivir con su esposo y sus hijos a la casa ubicada en lo alto de una colina, en las afueras del barrio Urundel de Godoy Cruz. "Yo me crié en el Campo Pappa y cuando nos casamos, le compramos esta vivienda a mi suegra", recuerda de aquellos años en que nacieron sus primeros hijos pequeños. Sintió crecer en su vientre, amamantó y cuidó a nueve. Hoy, las marcas del dolor, las necesidades extremas y el sacrificio se hacen visibles en su mirada. En su cuerpo, también: tiene osteoporosis, artrosis y problemas de tiroides; y por ninguna de esas patologías recibe un tratamiento. Sigue: dice que cose, teje y fabrica accesorios para niñas que luego vende. "Todo lo que se pueda emprender ayuda en este momento de mucha pobreza", explica.

Marta está a punto de preparar el almuerzo: un arroz con verduras y pollo para sus dos hijos más pequeños y varios nietos que van a su mesa después de volver de la escuela. Tiene en total, 14. Sabe la mujer, tal vez como pocas personas, eso de entregarse en cuerpo y alma al cuidado de otras personas. Maternó más de la mitad de su vida y sigue haciendo frente a la realidad. Sufre y lo hace visible. Sus ojos se enrojecen cuando cuenta los miles de momentos en que el hambre le estrujó el estómago. Al segundo, derraman lágrimas. Incontenibles. "Tengo dos hijos que están en otras provincias, en un centro de rehabilitación. La droga les arruinó la vida; no hubo forma de alejarlos de eso. Yo siempre los cuidé, hice todo lo que puede por darles lo mejor, para ensañarles con ejemplos y cuidarse", expresa en medio del llanto Marta.

Marta y su esposo trabajan separando residuos

Quienes viven en la zona aseguran que quienes llegan a las barriadas donde las necesidades se multiplican por mil, buscan como blanco a niños, niñas y adolescentes vulnerables con el objetivo de insertarlos en el mercado del comercio y el consumo de drogas ilegales. Y según explican, la problemática va en ascenso. "Las familias quedan totalmente destruidas. Están matando a nuestros hijos", reflexiona la mamá y abuela que nunca ha dejado de trabajar. Su visión no está aislada del contexto ni afecta solo a esta zona del oeste de Godoy Cruz; sino que es compartida por quienes trabajan de cerca en con niños, niñas y adolescentes.

Sacrificio extremo

Al subir por la colina donde vive Marta, el panorama muestra que a varios metros de distancia, un nuevo asentamiento crece, entre palos y techos improvisados de nylon, donde al menos 90 familias se han trasladado. "Son cada vez más personas con niños y niñas. Llegaron más después del 2020, cuando empezó la pandemia. Muchos se quedaron en la calle y no tuvieron más posibilidades que tratar de construir ahí", cuenta una de las mamás que tiene su casa desde hace muchos años en el barrio Urundel, donde las condiciones habitaciones difieren de este caso: las viviendas son de material.

Las familias que viven en las colinas viven profundas necesidades

La casa de Marta, también es de ladrillo. Cuando llegó junto a su esposo, hace más de dos décadas, la vivienda tenía solo dos habitaciones y una sala. "Poco a poco fuimos ampliando y mejorando las condiciones", dice la mujer. Solo usa la luz del día porque no tiene electricidad y para calefaccionarse depende de la leña. "Es muy difícil comprar la garrafa. Hoy por hoy es un lujo para el cual no nos alcanza", explica Marta, que en el tiempo que le queda, ayuda a su esposo a seleccionar y separar materiales de residuos para luego venderlos. El hombre recurrió a esta estrategia de subsistencia después de haber sufrido un infarto que lo obligó a dejar la albañilería, actividad a la que siempre se dedicó.

"Mi esposo está operado del corazón y tiene una hernia inguinal. Hace más de un mes que debería haberse hecho una ecografía de control pero es muy difícil poder conseguir un turno. Nosotros siempre nos hemos esforzado mucho. Toda la vida. Porque creemos que el trabajo es lo único que nos saca adelante", dice Marta, para quien las horas de descanso casi no cuentan. "Acá siempre hay mucho por hacer", destaca. 

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