Opinión

El bullying liquida las habilidades del futuro

A partir del suicidio de Drayke Hardman, la autora -terapista ocupacional especializada en innovación- reflexiona sobre cómo el bullying acaba atentando contra el futuro y las habilidades blandas de las que tanto se habla en educación.

Sofía Geyer jueves, 17 de febrero de 2022 · 21:27 hs
El bullying liquida las habilidades del futuro

Drayke Hardman es un niño de 12 años que falleció el pasado 10 de febrero por suicidio en Utah, Estados Unidos, después de sufrir bullying prolongado en su escuela. Sus padres se encuentran hoy alzando la voz para generar conciencia sobre las consecuencias de la violencia escolar. Sus fotos junto a Drayke en el hospital, en sus últimas horas, recorrieron el mundo entero en las redes sociales.

¿Qué se podría haber hecho dentro del ecosistema de esa escuela para que hoy Drayke siguiera con vida? ¿Podríamos haber hecho algo? ¿Deberíamos haber hecho algo?

Hoy en día hablamos mucho del futuro de la educación, de las habilidades que nuestros hijos necesitan adquirir para trabajar en el mundo laboral del mañana: habilidades digitales, programación, robótica. Habilidades que hoy sabemos que van a ser muy necesarias más adelante.

Y, por suerte, se están empezando a incorporar programas y currículas de capacidades socio-emocionales en las escuelas. Es incipiente, y falta que llegue a muchas escuelas todavía, pero está presente en los discursos y conversaciones sobre el futuro de la educación.

Sí, las habilidades blandas de los jóvenes son parte de nuestro futuro. Creatividad, empatía, regulación emocional, trabajo en equipo. ¿Cómo puede un adolescente desarrollar sus capacidades en contextos de violencia escolar?

Las últimas fotos de Drayke dieron la vuelta al mundo: sus padres quieren despertar conciencia sobre lo dañino que puede ser el bullying

En el campo de las neurociencias sociales existen estudios que nos muestran cómo el rechazo social puede activar áreas cerebrales similares al dolor físico. Sabemos que el bullying puede causar trauma, estrés, depresión en niños y adolescentes. Y lamentablemente, como en el caso de Drayke, suicidio.

Si lo pensamos, son todas condiciones que, justamente, afectan el desarrollo de habilidades blandas. El estrés sostenido y la depresión afectan, justamente, nuestra habilidad para regular emociones. Impactan los procesos básicos que necesitamos para desarrollar nuestra cognición social, nuestra atención, nuestra creatividad. Exponer a los niños y adolescentes al trauma sostenido que ocurre durante las situaciones de acoso escolar.

Las competencias socio-emocionales se aprenden en entornos, no sólo en una clase o taller. Se aprenden en el día a día. Los chicos aprenden a resolver sus peleas cuando están jugando: sienten emociones y adquieren hipótesis sobre su propia autoestima, interactuando con otros en el recreo. Aprenden a convivir con empatía y compasión, cuando un contexto de adultos acompañando para generar normas implícitas de conducta sanas desde todo punto de vista.

Estas competencias se aprenden cuando miran la manera en que nos tratamos nosotros, los adultos. Imitan nuestras propias maneras de vincularnos. Porque si entre los más grandes somos violentos entre nosotros, ellos también lo van a ser.

Para modelar una convivencia sana, tenemos que involucrarnos todos los actores del sistema educativo. Cuidadores, docentes, directivos, profesionales, sector público… Hacer que las escuelas sean verdaderos lugares de promoción de habilidades blandas, de salud mental, donde cada niño pueda desarrollar todo su potencial: depende de todos nosotros.

Prevenir la violencia y acoso escolar, demanda que, cómo adultos, desaprendamos y volvamos a aprender la manera en la que tratamos estos temas. Existen programas con muchísima investigación y evidencia, como los que lleva adelante la Asociación Civil Equipo Antibullying. Las herramientas están: falta que lo convirtamos en una prioridad.

Todavía el bullying y el cyberbullying no son “trending topic” en las agendas de Innovación Educativa. No le damos la misma importancia que a las competencias digitales. Pero por ahí, si cada uno de nosotros pone el tema sobre la mesa, podemos evitar que la historia de Drayke, sea la de muchas familias más.

* Sofía Geyer es terapista ocupacional especializada en innovación. 

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