Aniversario de nacimiento

Rubén Darío: comprometido con la política y apasionado por las letras

El 18 de enero de 1867 nació Rubén Darío, el poeta cosmopolita nicaragüense llamado Príncipe de las Letras Castellanas por su gran influencia en la poesía hispanoamericana del siglo XX. Muchos autores fueron su guía, así como él fue guía para muchos otros. Cuál es el legado del padre del Modernismo.

Giza Almirón
Giza Almirón martes, 18 de enero de 2022 · 00:00 hs
Rubén Darío: comprometido con la política y apasionado por las letras

Rubén Darío fue el Príncipe de las Letras Castellanas. Este poeta, periodista y diplomático nicaragüense es reconocido como el máximo representante del modernismo literario en lengua española y uno de los poetas con mayor influencia en la poesía hispanoamericana del siglo XX.

Nació en Metapa (actualmente llamada Ciudad Darío en su honor), el 18 de enero de 1867, y fue hijo de Manuel, un alcohólico y mujeriego, y de Rosa Sarmiento; y criado por su abuelo Félix y su abuela Bernarda en la ciudad nicaragüense de León. Ya a los tres años aprendió a leer y entre los primeros libros con los que tuvo contacto, Rubén Darío destaca el Quijote, Las mil y una noches, Oficio (de Cicerón) y la Biblia, entre otros. También la escritura fue una de sus primeras pasiones: a los 13 años publicó un soneto suyo en un diario de su país y al poco tiempo participó de una revista literaria de León, donde lo conocían como el poeta niño.

Homenaje a Rubén Darío en una estampilla de Nicaragua

Rubén Darío tuvo la oportunidad de conocer muchos países y ciudades de Europa y de América. Este amplio recorrido, así como la posibilidad de vincularse en todos esos lugares con una infinidad de escritores y poetas conocidos de su época, influyó significativamente en Darío. El nicaragüense tuvo especial incidencia de los autores del Romanticismo, sobre todo de Víctor Hugo. En Prosas profanas, una de sus obras más conocidas, puede leerse al respecto: "El abuelo español de barba blanca me señala una serie de retratos ilustres: «Éste —me dice— es el gran don Miguel de Cervantes Saavedra, genio y manco; éste es Lope de Vega, éste Garcilaso, éste Quintana». Yo le pregunto por el noble Gracián, por Teresa la Santa, por el bravo Góngora y el más fuerte de todos, don Francisco de Quevedo y Villegas. Después exclamo: «¡Shakespeare! ¡Dante! ¡Hugo...! (Y en mi interior: ¡Verlaine...!)»”.

Darío es el artista nuevo de su época, el poeta cosmopolita. Su sensibilidad y educación se ponen de manifiesto en sus obras (así en su métrica como en sus temáticas), dirigidas a un público culto como él, que se deleita al leer una invitación como «amar por toda ciencia», en su poema Amo, amas.

Si bien en un primer momento el Modernismo enfatizó sobre todo en el lenguaje, en lo preciso de las palabras y en la forma más que en el mensaje, expresó luego la inquietud por el destino del ser humano, así como por el contexto sociopolítico y cultural de la época. En algunos poemas de Darío, como en Lo fatal, se puede leer la pregunta por el sentido de la vida y la búsqueda de la identidad, que tanto llevó a los escritores modernistas a venerar la cultura europea, en quien pretendían encontrarse.

Casa museo de Rubén Darío en León, la ciudad donde se crió

Además de su labor diplomática, Rubén Darío trabajó para distintos medios reconocidos de diferentes países, como el diario La Nación, el cual le encargó la redacción de Canto a la Argentina, su última obra. El poeta sufrió la enfermedad del alcoholismo, que le causaba frecuentes problemas de salud, así como crisis psicológicas, que lo llevaron a querer quitarse la vida en más de una oportunidad. De hecho, la cirrosis fue la causa de su muerte, que tuvo lugar el 6 de febrero de 1916 en León, la ciudad donde creció.

Este poeta comprometido con la política de su tiempo, apasionado por las letras y por las distintas culturas nos ha dejado como herencia una invitación que no puede pasar desapercibida: “Amar, amar, amar, amar siempre, con todo / el ser y con la tierra y con el cielo, / con lo claro del sol y lo oscuro del lodo: / Amar por toda ciencia y amar por todo anhelo”.

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