Mil y un relatos

El propósito de vida y nuestra huella en el mundo

La misión personal no es algo con lo que nos encontramos mágicamente o que haga todo fluya una vez que la descubrimos. Se trata, más bien, de una construcción diaria para que las urgencias no nos desconecten de aquello que disfrutamos y hemos venido a dejar.

Diana Chiani
Diana Chiani sábado, 4 de septiembre de 2021 · 08:43 hs
El propósito de vida y nuestra huella en el mundo

Cuando haces de tu propósito de vida tu actividad diaria, sientes que nunca más tienes que trabajar”, es una frase que se escucha dentro del mundo del desarrollo personal. Para mí fue un gran descubrimiento conectar con mi misión de vida, con aquello que he venido a dejar a este mundo, ya que –entre otras cosas- fue un elemento clave en la construcción del sentido de la vida y del disfrute diario. Sin embargo, creo que la frase no es literal y puede llevar a confusiones.

Sé que para muchos es algo intangible, pero soy de quienes creen que todos hemos venido al mundo con un propósito y nos toca descubrirlo en el trayecto. Claro que no pasa nada si no lo podemos poner en palabras concretas. Sin embargo, en nuestro fuero interno hay cosas que disfrutamos más, que nos gustaron desde pequeños y tal vez dejamos de lado o que descubrimos por casualidad en medio del acontecer de la vida.

Lejos del misticismo, se trata de aquello que nos mueve desde adentro, el motor que nos impulsa cada día, de espacios que sentimos como lugares en el mundo o de actividades en las que se nos vuela el tiempo. La misión no es algo con lo que nos encontramos mágicamente o que haga que todo fluya cuando la descubrimos. Para que eso suceda es importante una construcción diaria y personal, como mucho de lo que hacemos a diario.

Una aclaración antes de continuar: Muchas veces relacionamos la idea del propósito de vida como algo “elevado”, “complejo” o “para pocos” debido a que creemos que esto de dejar huella solo le compete a la Madre Teresa y pocos más. No obstante, creo (y esto es muy personal) que todos hemos venido con una misión y que la misma puede ser cualquier cosa que disfrutemos o nos haga feliz.

La felicidad está estereotipada, pero puede haber momentos plenos en pequeños detalles de la vida cotidiana. 

Esos momentos y los talentos

No es la felicidad per se lo que nos da el propósito, el para qué, sino que eso que nos gusta hacer le sirva a otro, deje algo más allá de nosotros. Y eso, aquí parte del secreto, puede ser desde nuestro sello personal a la hora de cocinar o cuidar las plantas hasta el amor por la docencia, el tiempo que damos para escuchar, nuestra habilidad para hacer más bellos los espacios y una infinita lista de etcéteras.

A veces una clave para empezar a desandar nuestra misión personal es pensar en aquello que otros nos piden o nos dicen que hacemos bien. ¿Solicitan nuestros consejos? ¿La torta de todos los cumpleaños? ¿Organizar lo inorganizable? ¿Un dibujo especial?

Porque en general eso que nos sale fácil es para nosotros tan sencillo y natural como intangible y poco valorado. ¿Acaso no todo el mundo puede cocinar/dibujar/escuchar/organizar bien? No, solo cada uno de nosotros lo hace de esa manera y encontrar esa habilidad es una forma de comenzar a conectar con nuestra misión personal.  

Ahora bien, una vez que detectamos ese propósito hay algunas aclaraciones que hacer. La primera es saber si estamos dispuestos a tomar el guante y hacernos cargo de ese don a modo de legado. La segunda tiene que ver con el comienzo de esta columna: no creo que sea tan cierto que si hacemos de nuestra misión nuestro trabajo sea mágico esto de sentir que no trabajamos, que todo fluye y que la abundancia se manifiesta solo por esa razón.

La conexión con la huella que hemos venido a dejar, el disfrute de la tarea que hacemos a diario ya sea para ganarnos la vida o como modo de vivir, el sentido que le damos a lo que nos da felicidad y cómo elegimos brindarlo a otros son, desde mi punto de vista, construcciones cotidianas y pequeños propósitos en sí mismos que tienen que ver con diseñar ese gozo, recordar a diario lo que nos apasiona o queremos aportar antes de que el ajetreo incansable, los automatismos, la urgencia y los debería diluyan eso que nos inspira y puede inspirar a los demás.  

 

Por Diana Chiani. Comunicadora, editora y Coach Ontológico Profesional 

IG: @milyunrelatos Contacto y más información: www.milyunrelatos.com)“

 

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