¿Arte o picardía? La extraña historia de la escultura invisible que se vendió a US$18.300

Otro artista cotizado, infante terrible del arte contemporáneo italiano, llamado Salvatore Garau nacido en 1953 que realizó exposiciones en galerías y museos de todo el mundo “expuso” recientemente, con más prensa que la pandemia, una escultura inexistente.
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Debía ser colocada en un espacio de 1,50 m por 1,50 m en una habitación sin más elementos. Cosa rara no estableció la altura, y no sabemos si la escultura pasará por la puerta por sus dimensiones. Esto representaría un problema porque de acuerdo a los dichos de Garau su obra está compuesta de energía, y me pregunto si esa materia pudiera quedar dispersa afuera en el intento de colocarla en el susodicho espacio. Lo que si podrá entrar es el certificado de compra de su adquirente luego de haber pagado 18.300 dólares en la subasta de Art Rite de Milán dedicada al arte contemporáneo.
De todas formas la exhibición de la misma se realizó en un espacio abierto en el cual se colocó una cinta blanca adherida al piso marcando el perímetro establecido. El título de la obra es “Io sono”, que en castellano quiere decir “yo soy”, este título ya explicaría la inconsistencia de Garau como artista: puro aire. En el catálogo en lugar de la foto había un espacio en blanco.
No es la única escultura invisible que Garau ha creado tiene otras que piensa exponer en unas seis o siete ciudades respectivamente, es decir expande el negocio. Pero “La culpa no es del chancho sino de quien le da de comer”
Algunas como La titulada “Buddha en contemplación” de Milán fue colocada en la famosa Plaza de La Scala: allí, una cinta blanca en el suelo marcaba el cuadrado que delimitaba el lugar de la obra. O Afrodite piange (Afrodita llora), nueva escultura invisible que inauguró en Nueva York frente al Federal Hall, a pocos pasos de la Bolsa, en un proyecto auspiciado por el Instituto Italiano de Cultura de la ciudad.
En palabras del mismo Garau: “Como la música, el canto o la oración nos ayudan a ver cosas que no vemos, así también solo un título es suficiente para hacernos ver y percibir una existencia”. “Esta forma generada con el pensamiento ahora está aquí, sobre el cuadrado blanco, ya existe y quedará en este espacio para siempre y el tiempo no podrá deteriorarla, es una obra libre por excelencia: ningún permiso fue pedido a la comuna, ningún gasto de transporte y de manutención, ningún costo para la compra”, “tiene un nuevo valor histórico y representa una perfecta metáfora de nuestros días” “El vacío no es otra cosa que un espacio lleno de energía y aunque lo vaciamos y queda la nada, según el principio de indeterminación de Heisenberg esa nada tiene un peso”.
La manija de la pelota
A esta altura es imprescindible aclarar que Garau sustenta sus creaciones invisibles en un concepto (porque de Arte Conceptual estamos hablando), y este es: el principio de imprevisibilidad de Heinsenberg (Premio Nobel de Física en 1932)
Ahora bien una cosa son los interesantes e intrincados (aún para sus estudiosos) postulados de la física cuántica y otra muy distinta, como está de moda de estos tiempos, es usarlos para un lavado o para un fregado. En mi barrio dirían que le encontró “la manija a la pelota” para no trabajar. Tal vez tenga en carpeta envasar suspiros y venderlos para seguir en la misma línea, pero solo supongo.
Es evidente que el arte lo ha abandonado y le ha dejado el cráneo lleno de aire en lugar de cerebro, al igual que sus esculturas invisibles.
El arte reflexiona sobre la humanidad ya sea en su grandeza o en sus miserias, puede adherir a cualquier “ismo”, vanguardia o tendencia, a lo figurativo o a lo no figurativo y a todos los nombres que fue adquiriendo con el paso del tiempo. El artista podrá ser preciosista, minimalista, gestual, dionisiaco, la lista es infinita. Tiene hoy, más que nunca, a su alcance herramientas clásicas y moderna tecnología para mostrarse e reinventarse a sí mismo hasta el infinito, eso sí… necesita tener talento para utilizarlas.
El arte al igual que la filosofía siempre se interroga sí mismo. Lo que el arte nunca podrá es “no ser”

