¿Cómo procesan sus emociones nuestros niños cuando son maltratados?
El maltrato infantil es causa de sufrimiento para niños y niñas, está vinculado a estrés y tiene consecuencias a largo plazo. Nuevas investigaciones lo avalan y te lo contamos acá.
Según un informe de la OMS, el maltrato infantil se define como abusos y desatención a menores de 18 años. Incluye todo tipo de situaciones de violencia: física, psicológica, abuso sexual, desatención, negligencia y explotación comercial o de otro tipo que ocasionen o puedan causar daño a la salud, desarrollo y dignidad del niño, o poner en riesgo su supervivencia. Todo dentro de un contexto vincular que supone responsabilidad, confianza y poder.
Es sabido que cualquier tipo de maltrato deja serias consecuencias en la salud psíquica de los niños. Pero lo que se desconocía hasta ahora es que también su trama de conexiones neuronales sufre alteración.
En un estudio colaborativo realizado entre el Hospital Universitario y Politécnico “La Fe”, de Valencia, España y el Departamento de Psicología de la Universidad de Southampton, Inglaterra se arribó a la conclusión de que estos niños prestan atención a caras que expresan alegría, tristeza o amenaza de un modo diferente a como lo hacen los niños que no sufren maltrato. Estos llamados sesgos atencionales (o lentes para enfocar) podrían, además, estar relacionados con la aparición de conductas adaptativas poco eficaces.
Sucede que cuando niños y niñas son víctimas de situaciones traumáticas sostenidas durante importantes períodos de tiempo, desarrollan estrés postraumático complejo (EPC), que es un cuadro diferente al conocido estrés postraumático tradicional (EPT). El EPC incluye síntomas característicos del EPT (reexperimentación, conductas de evitación, hipervigilancia), pero, además, despierta sentimientos confusos que pueden influir negativamente en la imagen de sí mismo, en lo que esta imagen genera en los demás y cómo esto rige el acaecer emocional, como así también, una percepción de falta de control en los vínculos con los otros. Esta sensación de falta de control, sobre todo emocional, determina ciertas inclinaciones a la hora de responder a estímulos del medio.
En el estudio mencionado, en el que los niños/as debían realizar tareas relacionadas con diferentes expresiones faciales expuestas a través de una computadora, se observó que quienes eran víctimas de violencia atendían de manera diferente la información negativa (rostros que expresaban tristeza, miedo, amenaza), procurando evitar los rostros amenazantes concentrándose más en los que transmitían tristeza.
Lo contrario se observó en niños no sujetos a violencia: atendían más a los rostros amenazantes y evitaban los tristes.
La evitación atencional de caras amenazantes sugiere una manera poco eficiente de atender a las amenazas provenientes del medio, porque no resulta adaptativo. Nuestro cerebro debe aportarnos información acerca de amenazas potenciales o reales a los fines de que podamos defendernos. Si estos niños/as evitan eso, entonces aumenta su vulnerabilidad ante situaciones peligrosas, y pueden exponerse a peligros, a través de conductas agresivas o de aislamiento.
Por otro lado, el atender más a caras tristes podría corresponderse con el estado anímico que subyace en estos niños y niñas, que, en cierta proporción, los predispone a la depresión, según indicó en un estudio Aaron Beck.
Datos de Mendoza
Mendoza es la única provincia del país que tiene en marcha un programa específico que trabaja situaciones de violencia de niños, niñas y adolescentes desde el ámbito de la Salud Mental.
Según datos del Ministerio de Salud Mendoza, más de 14000 menores fueron abusados en edades entre 5 y 14 años durante 2018, lo que significó casi 4 denuncias diarias. El Programa Provincial de Maltrato Infantil indicó que ese mismo año, 2018, las denuncias bajaron un 1,7% en relación con el 2017.
Los datos del 2019 y 2020 indican que el tipo de maltrato más frecuente en nuestra provincia fue el físico (lesiones en el cuerpo a partir de golpes de puño, cinturones y otros objetos contundentes)
En conclusión, los niños/as víctima de maltrato, en cualquiera de sus tipos, desarrollan un procesamiento de información negativa no hábil, que se manifiesta en evitar caras amenazantes y preferir caras tristes, opuesto al que manifiestan niños/as que no han sufrido estos tratos. Estos sesgos se relacionan luego con dificultad para establecer vínculos sociales, depresión y sometimiento a situaciones de riesgo.
El entender esto puede ayudar a colocarnos en el lugar del otro y comprender que hay actitudes que esconden miedos profundos, será nuestra tarea ayudarlos a pararse frente a ellos desde un lugar menos sufriente. Asimismo, será necesario plantear estudios longitudinales para explicar cómo se asocian esos sesgos con futuros trastornos psiquiátricos y/o sociales.
Lic. Cecilia C. Ortiz / Neuropsicóloga. Mgter en Neurociencias /licceciortizm@gmail.com