Historia

La única capilla en la tierra del santo de las tabernas

En Navarra hay una sola capilla dedicada a San Francisco Javier, uno de los fundadores de los jesuitas. El joven cambió las noches de tabernas del Barrio Latino de París por irse a misionar a Oriente, India, Japón y China.

Giza Almirón viernes, 3 de diciembre de 2021 · 20:40 hs
La única capilla en la tierra del santo de las tabernas

En 1687 se erigió la única capilla que existe en Navarra (España) dedicada a san Francisco Javier, según reza la inscripción que figura tallada en madera y preside la entrada al oratorio, junto con la de 1999 (cuando fue restaurada). Está en el pueblo de Azpilkueta, uno de los más bonitos e intactos del Valle de Baztan, que cuenta con una arquitectura casi inalterable. Los vecinos, todos los años, acuden puntuales el 3 de diciembre a participar en la misa que se ofrece el día del fallecimiento del santo. Este pueblo fue cuna de María, la madre de Francisco Javier.

Francisco de Jasso, como consta en los registros de la Universidad de la Sorbona de Paris, nació en el Castillo de Javier (Reino de Navarra) el 7 de abril de 1506. Hijo de Juan de Jasso, doctor en Leyes (miembro y luego presidente del Real Consejo de Navarra, y Maestro de Finanzas del Reino) y de María de Azpilikueta, fue el menor de seis hermanos.  

En septiembre de 1525 fue a París para estudiar en el Colegio de Santa Bárbara. Allí tuvo como compañero de habitación a Pedro Fabro, de la región francesa de Savoya. El Barrio Latino de París se caracterizaba por su jolgorio y Francisco Javier, por su jovialidad. Escapar por las noches del Colegio e ir a las tabernas a beber, jugar a las cartas y cantar era a lo que se dedicaba el navarro.

Escudo familiar del Castillo de Javier

Cuatro años más tarde de su llegada a París, Iñigo de Loyola (luego san Ignacio) se sumó a la habitación de Francisco Javier y de Pedro Fabro. Íñigo era un fracasado cortesano vasco, rengo por una herida de bala en una batalla y muy piadoso, 16 años mayor que Javier; y contra el cual habían luchado sus dos hermanos mayores en las murallas de Pamplona, lo cual lo convertía en su enemigo político. El vasco despertó pronto en Fabro el deseo de ser sacerdote y de trabajar por la salvación de las almas, pero Javier gozaba de unas cualidades humanas extraordinarias que le permitían triunfar en muchos campos de su vida juvenil: era atractivo, inteligente, atleta, simpático y tenía grandes aspiraciones. Obtuvo el título de licenciado durante la primavera de 1530 y comenzó a enseñar a Aristóteles en el Colegio de Dormans-Beauvais; siguió compartiendo habitación con Fabro y Loyola.

En 1533, Ignacio logró entrar en el corazón de Francisco Javier, mostrándole el camino que lo conduciría a la verdad e invitándolo a hacer los Ejercicios Espirituales (un retiro espiritual de 30 días creado por Ignacio). El joven navarro decidió entonces alistarse en la bandera del Rey Eternal y seguir a Íñigo, formando parte de los siete fundadores de la Compañía de Jesús (conocidos como jesuitas).

Basílica de Goa (India), donde está el cuerpo de Francisco Javier

Ante la súplica del rey Juan III de Portugal, que pedía el envío de dos religiosos a la nueva colonia de la India, Francisco Javier y el portugués Simón Rodrigues estuvieron un año en Lisboa, en 1540, antes de partir para el otro continente. Allí se dedicaron a predicar y a asistir a los presos. El rey, entusiasmado por su trabajo, pidió que uno de ellos se quedase para iniciar un colegio. Javier, entonces, partió solo, el 7 de abril de 1541, el mismo día en que cumplía 35 años.

Trece meses más tarde llegó a Goa (India), pasando antes por Mozambique a la espera de vientos favorables, donde se dedicó a visitar cárceles y servir a los leprosos. Ajiro, un noble japonés, le habló de su tierra y entusiasmado por misionar allí, Javier partió con un grupo de jesuitas en 1549. Al no encontrar un capitán de navío dispuesto a arriesgarse en las aguas desconocidas, contrató a un pirata para que los llevase.

En Japón, a su vez, oyó hablar de China y también quiso ir  a misionar ahí. Nunca logró llegar, muriendo de agotamiento en la isla de Shangchuan cuando viajaba hacia esa tierra, a sólo 14 km de la costa de la China continental.

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