Ejemplo

Historias de superación: terminó la primaria a los 67 y fue abanderada

Irma Zaleski terminó la primaria a los 67 años. Esta mujer, que es un orgullo para sus dos hijas y logró sortear las dificultades que le trajo la virtualidad. Irma, que es un ejemplo de perseverancia, ya se anotó para continuar la secundaria el año próximo.

Giza Almirón lunes, 27 de diciembre de 2021 · 21:15 hs
Historias de superación: terminó la primaria a los 67 y fue abanderada

"Mi mamá terminó la primaria y encima abanderada", dice el tuit de Patricia, orgullosa de su mamá Irma Zaleski, de 67 años. “Era una pieza de un rompecabezas que me faltaba. Después de medio siglo, lo logré”, dice esta mujer que se jubiló hace 5 años. En 2020, su hija la anotó para estudiar cerca de Morón, donde vive actualmente.

En un campo en Misiones creció Irma desde pequeña. “Las escuelas quedaban lejos y había que trabajar la tierra”, por lo cual pudo hacer hasta cuarto grado y luego se mudó con su familia aún más lejos, por lo cual ya no pudo completar la primaria. En ese entonces “quería ser maestra o locutora, soñaba con ser algo”, cuenta Irma.

A los 16, junto con tres hermanos, Irma se fue a Buenos Aires. Luego de ese tiempo en que vivía en una pensión y trabajaba lejos, se casó a los 21 años y tuvo dos hijas. “Mis hijas Patricia, que es periodista, y Natalia, que es médica, están muy emocionadas”, dice la mujer a propósito de su reciente logro, y agrega: “Desde chiquitas les inculqué el estudio, nunca les pedí que me ayuden porque a mí me había pasado eso. Quería que fueran mujeres autosuficientes”.

Irma veía que “los colegios estatales hacían paro o tenían algún problema y yo quería que estudiaran”, por lo cual mandó a sus hijas a un colegio parroquial. Ahí hubo un bautismo colectivo de alumnos y sus padres. Esta mujer había sido bautizada en el campo en Misiones, como cuenta ella misma: “El padrino iba a la iglesia del pueblo y traía agua bendita y te bautizaba”. Decidió, entonces, bautizarse a la par de su hija, que tenía 4 o 5 años. “La comunión también la tomé con ella”, dice Irma, y agrega: “Ella vivió una parte de mi infancia que yo no había podido vivir”.

La cursada de este año fue totalmente virtual, lo cual fue complicado para Irma. “Me mandaban las tareas por WhatsApp. Los anteojos no me servían, así que los cambiaba. Abría los PDF y se me escapaban, copiaba todo lo que decía el PDFy después hacía la tarea. A lo último me avivé, iba a una librería y me imprimían los PDF”, cuenta con humor.

En el año 75, Irma quiso estudiar pedicuría. “Dije que había terminado la primaria y no me pidieron el título”, cuenta. De igual manera, hizo también cosmetología y cosmiatría. Más tarde, durante 13 años, esta mujer trabajó en una universidad como empleada administrativa. En cuanto a ese momento de su vida, dice: “Si yo hubiese tenido el certificado cuando trabajaba en la universidad, podría haber hecho una carrera como becada. Hubiese hecho martillero público”. Entonces Irma "no tenía la primaria terminada, pero la vida te enseña un montón de cosas", como ella misma dice.

Tuvo una maestra excelente, “me corregía todo; fue exigente y me parece bárbaro”, dice orgullosa Irma respecto de su docente. Y en cuanto a esta etapa que acaba de concluir, expresa: “Lo más lindo fue cerrar algo que estaba abierto. Tenía vergüenza cuando tenía que decir que no había terminado la primaria, me afectaba”. Cuenta, además, que seguirá estudiando, ya que “el mismo día que terminé, mi hija me anotó en la secundaria, mientras me llevó a comer pizza para festejar”. Con respecto a la nueva etapa que se avecina, Irma manifiesta: “Me gustaría hacer el secundario semipresencial. Sé que tiene inglés, así que ya le dije a una amiga que sabe que me ayude”.

“Fue lo mejor que hice en la pandemia, no cociné ningún pan. Me siento aliviada, muy feliz”, dice Irma sobre esta etapa que concluyó con un acto que “estuvo muy lindo, hasta el intendente fue. Nos prometió que tendríamos lugar cerca de nuestro domicilio". Aparte de llegar a la meta que quería, Irma nunca se esperó lo que pasó en ese acto: la llamaron para ser escolta. “Cuando subí al escenario, se me hizo un nudo tan grande que tragaba saliva para no llorar. Fue una emoción muy grande”, cuenta la abanderada.

“Al principio me daba vergüenza ir al nocturno”, cuenta Irma, pero invita a que “nadie se quede con una duda. Si no terminó porque se le complicó la vida como a mí, cuando tenga un lugar y un tiempo, luego de cumplir con lo que tenía que hacer, que lo haga porque es muy gratificante”.

Este logro es “un regalo personal” para Irma, esta mujer a la que se le “pasó la vergüenza”, como declara ella misma.

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