Presenta:

Corrió dos veces la circunferencia del planeta en diferentes maratones y ahora comparte sus vivencias en un libro

Ramón Abdala es un eximio maratonista mendocino que ya lleva al menos 100 mil kilómetros corridos en maratones de todo el mundo. Hasta los 50 años fue odontólogo y dejó todo para empezar una nueva vida.

Detenerse a charlar con él, no solo implica una posibilidad de viajar a un sin fin de historias y anécdotas que dan cuenta de que su paso por casi todos los países del mundo implicó la posibilidad de vivencias momentos y experiencias únicas. Que casi muere en pleno desierto del Sahara con 60º; que en la selva del Amazonas la deshidratación lo dejó desmayado en el piso; que en Camboya corrió entre serpientes y leopardos...y en todos sitios y circunstancias extremas jamás de desistió. Siguió adelante, con la firme convicción de que “si uno se pone un objetivo firme en la vida, lo único que hay que hacer es seguirlo y cumplir los sueños”.

Ramón Abdala comprendió este concepto a los 50 años, cuando decidió hacerse cargo de su propio cambio de vida. Pese a ser un reconocido odontólogo de amplia trayectoria, en el fondo de su corazón sentía que no quería pasar por este mundo sin haber puesto a fondo el acelerador de las emociones y lanzarse al mundo. Así, como cualquiera decide tomar las riendas de su propio destino, el hombre empezó a correr.

Ya pasaron 22 años desde aquél instante iluminado en el que se propuso nada menos, que renacer. Lo primero que hizo fue salir a correr. Entrenó en parques, plazas y paseos. Corrió y siguió un camino de descubrimiento personal que logró gracias al aprendizaje de técnicas orientales que le ayudaron a contemplar la vida y el universo con unos lentes totalmente distintos a los de años antes. Empezó a ser “otro Ramón”, tal como lo menciona.

De madrugada y también en las tardes; en cada oportunidad que tuvo para entrenarse y fortalecerse, este mendocino que ya ha participado en más de 80 maratones en todo el mundo, asegura que desde que inició su carrera como eximio maratonista, siempre fue consciente de que el primer paso para lograr el éxito es aprender de los propios errores, formarse y animarse a más. El autodesafío, de hecho, es lo que lo ha llevado a correr al menos 36 ultramaratones, el mayor tope de extensión al que puede aspirar cualquier deportista que ame abrirse paso nada menos que con la resistencia de sus piernas; con el tesón de enriquecer su espíritu a cada paso.

En total, los kilómetros logrados por este mendocino en los veinte años que lleva sumándose a cada maratón que se organiza en el mundo, suman más de 100 mil. “Son dos vueltas enteras al mundo”, describe para dar cuenta de que si hay algo de lo que está seguro es que pudo descubrir en el camino el verdadero valor de la vida.

Desde aquella primera maratón de New York, en la que resistió correr sin parar 40 kilómetros hasta la última (antes de la pandemia) en Sao Tomé Príncipe -una isla desierta en el Golfo de Guinea, África- donde cumplió su desafío de correr 400 kilómetros, Ramón asegura que nunca será el mismo. “Es el punto central del planeta Tierra. Ahí estuvo mi corazón, en el corazón de nuestro planeta”, relata con orgullo.

Su agradecimiento no solo viene de la mano de la posibilidad de haber conocido tantos países que de otro modo, nunca hubiese pisado. La meditación consciente, su incursión en el veganismo y la idea de lograr una vida alejada del estrés y el sedentarismo, lo llevaron a sitios recónditos, allí donde la naturaleza se abre paso para mostrarnos lo pequeños que podemos ser de cara a la inmensidad.

Ahora, cuando Ramón siente que en los últimos veinte años su vida fue fructífera, completa y feliz, puede tener el gusto de asegurar que cuenta con un excelente estado de salud. De hecho, no toma ningún remedio. Porque no lo necesita. De cada sitio que pisó, tal vez, logró sacar al menos un “pedazo” de vida. En la jungla del Amazonas y en las alturas del Himalaya; en Australia o ya en el desierto del Sahara. En Camboya y Mozambique (por mencionar solo algunos de los lugares donde Ramón corrió), su impronta quedará grabada.

“Lo quiero decir a la gente es que es posible lograr la felicidad plena; que no hay nada que nos propongamos que no podamos hacer”, dice el hombre se levanta todos los días con el alba; medita, entrena, punta y baila folklore.

Como legado, el deportista publicó un libro titulado “Correr con el alama es posible”, con anécdotas e historias a cerca de cada uno de los lugares, personas y paisajes que conoció gracias a su experiencia como maratonista. El escrito fue presentado el pasado viernes en el hotel Huentala.