Un argentino en África

El sueño de los runners: entrenar en el continente de los más rápidos

A pesar del dolor de no poder competir como federado, Jeremías -un joven argentino que se sumó a la misión del Padre Federico en Malawi- reconoce que en Chisenga, uno de los rincones más pobres del mundo, puede darse el gusto de entrenar con niños que tienen "talento natural" para el atletismo.

P. Federico Highton lunes, 4 de octubre de 2021 · 16:29 hs
El sueño de los runners: entrenar en el continente de los más rápidos

Uno de mis grandes hobbies en Argentina antes de partir hacia África, era el atletismo. Además de estudiar derecho, una parte de mis días era dedicada al entrenamiento y a correr. Al venir a África sabía que no iba a poder seguir desarrollando mi entrenamiento cómo lo hice durante los últimos años. Sin embargo, tenía la confianza en que Dios se ocuparía de que encuentre la forma de seguir corriendo. Los caminos se fueron abriendo al poco tiempo de llegar acá: cada pequeño detalle fue sorprendente y superador de toda expectativa. 

Cuando no me encuentro de misión en aquellas aldeas remotas que nos encomendaron para evangelizar, suelo pasar tiempo con los niños en Chisenga, nuestra base, a pocos kilómetros de la frontera con Zambia en el extremo norte de Malawi. Casi por decantación natural, comencé a encargarme del grupo de niños que tenemos acá y creamos un pequeño Club de Running, que poco a poco va sumando más y más niños. 

Muchas personas que realizan atletismo sueñan con correr alguna vez en África, como lo estoy haciendo ahora

Aquí los niños no crecen mirando pantallas, sino que pasan mucho tiempo al aire libre, jugando entre ellos. Muchas veces con una pelota de trapo, descalzos, y compartiendo tiempo incluso cuando no están en el colegio. Las actividades son variadas, pero todas al aire libre. Por ejemplo, en muchas ocasiones se juntan alrededor del fuego a pasar un buen rato y disfrutar juntos. 

Cada sábado tenemos nuestro día de actividades. Empezamos con una catequesis referida a la Misa y luego tenemos un entrenamiento de atletismo. Solemos salir a correr por el camino, a 1500 metros de altura entre las montañas, y disfrutamos muchísimo. No puedo seguir compitiendo a nivel federado como lo hacía en mi país, pero ahora tengo la posibilidad de correr en el continente de corredores con muchísimos niños que me acompañan, y a quienes se les nota el talento natural al solo verles la zancada. Es el sueño de muchas personas que realizan atletismo o que son aficionados al running estar alguna vez en África y poder correr de la manera en que lo estoy haciendo ahora. 

En Malawi los niños hablan varios idiomas

Como casi toda África, Malawi es tierra multilingüe. La lengua más hablada en esta zona es el chitumbuka, la cual me encuentro aprendiendo ahora mismo y con la cual me comunico durante la mayoría del tiempo con los niños. Pese a esto, ellos también hablan el chinyika, chilambia, chichewa, y aprenden el inglés en el colegio.

Aprender idiomas también me representa un gran hobby y desafío, por lo cual el hecho de estar corriendo con ellos en el medio de África y al mismo tiempo aprender a hablar su idioma es algo que llena y contenta mi corazón en absoluto. Así como ellos me enseñan el chitumbuka, yo les enseño el latín. No es mi idioma, ni tampoco es el idioma de ellos, sino que es nuestro idioma ya que es el de la Iglesia Católica, religión que compartimos. Muchos disfrutan aprendiendo algunas de las clásicas oraciones en latín y a veces me persiguen y me vienen a pedir ayuda porque quieren continuar aprendiéndolas. 

Niños copiando expresiones en latín para aprenderlas en sus casas. 

En síntesis, pasar tiempo con los niños en Malawi es una de mis actividades favoritas y una a las que más tiempo dedico. Al principio solo bastaba mirarnos para sonreír y comenzar a jugar al fútbol, pero ahora que puedo comunicarme un poco en el mismo idioma, ellos tienen mucha más confianza y poco a poco vamos entendiéndonos más. 

Mi vida no volverá a ser la misma luego de llevar a cabo todas estas actividades,  espero hacer la vida de ellos un poco más alegre y más divertida. Mientras estoy terminando de escribir estas palabras, tengo a mi alrededor unos doce niños que simplemente están pasando el tiempo conmigo viendo lo que hago. No por nada llaman a Malawi el “corazón caliente de África”. Los niños no son la excepción.

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