Apuntes de siembra

Autoestima: El verdadero challenge para los adolescentes en tiempos de likes, seguidores y filtros

Autoestima es la valoración, percepción o juicio, positivo o negativo, que una persona hace de sí misma en función de lo que evalúan sus pensamientos, sentimientos y experiencias.

Lic Magdalena Clariá y Mercedes Gontán domingo, 12 de septiembre de 2021 · 13:08 hs
Autoestima: El verdadero challenge para los adolescentes en tiempos de likes, seguidores y filtros
En tiempos de likes, la autoestima el auténtico challenge para los adolescentes. Foto: Pexels

Mucho escuchamos en libros y conferencias sobre esta palabra, y lo importante que es acompañar a los niños en la construcción de su autoestima. Sin embargo, cuando se trata de los adolescentes, como en otras cuestiones, podemos creer que ya está todo hecho.

Pero esto no es cierto, porque aunque los veamos “grandes”, y ya nos pasen en altura, o calcen más que nosotros, todavía siguen creciendo. El lóbulo prefrontal continua en desarrollo, por lo tanto, está madurando su capacidad de raciocinio, que les permite tomar decisiones, y regula su control emocional. Las conexiones que ocurren en este cerebro en remodelación, en algunos casos van eliminando y podando las aéreas que no se utilizan mientras que en otros se intensifican. Toda esta ¨tormenta cerebral¨, como la llama Daniel Siegel, está ocurriendo en esas cabezas adolescentes, y somos los adultos quienes los debemos acompañar a atravesarla.

En medio de este camino, siguen forjando también su propia autoestima, y en estos tiempos, sin duda les toca un contexto especial para lograr este challenge. Recordemos que la autoestima no es algo que podamos heredarles a nuestros hijos, no “se da” ni se regala, se forma en cada persona dependiendo de diversos factores de su contexto, características de personalidad, primeras vivencias de afecto (o falta de él).

"Somos testigos de cómo lo que empieza con una simple publicación, puede fácilmente volverse una obsesión por agradar"

La sobreexposición a las pantallas, la comunicación constante y los intercambios en las redes sociales, hacen que esta búsqueda del reconocimiento de sus pares, que siempre estuvo presente en la etapa adolescente, adquiera una nueva dinámica, 24 x 7. Pensemos por ejemplo en la superficialidad de la vestimenta, un adolescente siempre busca agradar a su grupo de amigos, pero esta “aprobación” se daba una vez que llegaban al encuentro. Ahora, en conexión constante, en el mismo momento con videollamada, chequean con sus amigos si está ok el atuendo, y si va bien el peinado. Nada de malo si se mantiene dentro de límites lógicos y sanos, pero cuando escuchamos a los chicos hablar en primera persona, queda de manifiesto la inseguridad que esto les genera y la falta de naturalidad con la que lo viven en algunos casos.

Juana está en un asado familiar, a su alrededor sus primos corretean y de repente ella divisa al perro de la casa, sentado en una reposera, con un rayo de sol que justo se le cuela entre las orejas. Sin dudarlo, decide hacerse una selfie posando con la mascota, y la publica inmediatamente en las redes. De paso, luciría el nuevo peinado que estaba estrenando. Su abuela la llama a comer pero ella no puede oír nada. Esta sumergida en Instagram, afligida porque pasaron ya tres minutos y fueron muy pocos los likes que obtuvo su placa. Enojada decide borrarla, a lo mejor no era tan bueno como ella creía el spot, o el filtro que eligió no era el que más le favorecía. Rato después, cuando su papá insiste en invitarla a la mesa, revolea el teléfono al grito de “¡¡¡Ya voy!!!”, con tanta mala suerte que el dispositivo termina en el medio de la pileta.

Si bien puede parecernos exagerado este desenlace, les aseguramos que en el acompañamiento a adolescentes, escuchamos varios relatos similares, y somos testigos de cómo lo que empieza con una simple publicación, puede fácilmente volverse una obsesión por agradar. Se sufre esta dependencia de los likes, y en solo segundos empiezan a dudar de todo, pero sobre todo, a dudar de ellos mismos.

“Este lugar es instagrameable”, o “este comentario va a explotar en Twitter”, claro que primero debe pasar por los 1000 filtros posibles, hasta que se vea perfecto, o mejor dicho hasta que no se vea como realmente es.

Tanto filtro desdibuja la realidad, y la vidriera que constantemente están contemplando y mostrando, no tiene nada que ver con la verdadera vida. Esta frustración que se genera ante estos ideales llenos de seguidores, hace que se vayan olvidando de quiénes son, y lo que es peor aún, duden del valor de sí mismos.

Hace unos meses, sorprendió la noticia de una mamá que decidió cerrar las cuentas de su hija en las redes, que justamente estaba plagada de likes y de seguidores. En sus reflexiones compartía su preocupación por la infinidad de opiniones, malas y buenas, que recibía a diario su hija, y cuánto temía que esto le hiciera perder de vista una sana estima de sí misma.

¿Cómo podemos contribuir los adultos con nuestros adolescentes, en esta obra en construcción de su autoestima? Sabemos que a veces podemos caer en el cliché de repetir frases hechas, como la que dice que los adolescentes están todos perdidos. Son vagos, contestadores, rebeldes, y cuantos otros calificativos más se nos ocurran.

Y con esta mirada negativa, se nubla nuestra visión para ver que los adolescentes, como decía una campaña publicitaria hace unos años, son también el motor de la sociedad. Son pasión, creatividad, solidaridad, y tienen una exquisita sensibilidad social. Tenemos que confiar en esto, primero nosotros (padres, abuelos, tíos, maestros, etc.), para que los chicos también puedan “creérsela”.

La presencia de un adulto significativo posee un rol crítico para el desarrollo saludable de niños y adolescentes. En el mundo se siguen sumando movimientos que militan por una paternidad con más conexión emocional (¨being connected parents¨, ¨hands-on parents”). A pesar de lo abstracta o compleja que esta categorización pueda parecer, se logra implementar en la vida familiar de manera muy concreta, buscando fortalecer los vínculos, y promoviendo una comunicación abierta y asertiva.

¿Cómo lo hacemos? Algunas ideas:

  • preguntándoles con frecuencia que tal estuvo su día
  • interesándonos por saber quiénes son sus amigos y qué les gusta hacer juntos
  • profundizando sobre las personas importantes para ellos
  • acompañándolos en alguna actividad de su interés, aunque para nosotros no resulte tan entretenida
  • acompañándolos a discernir sobre su entorno, a ser “filtro”, sin sermoneos, pero valorando aquellas personas que les ayudan a ser una mejor versión de ellos mismos
  • incorporando en la familia dinámicas donde validemos y valoremos a los demás. 

Podemos al final del día agradecer especialmente por cada uno de los miembros, por alguna cosa concreta, o destacar a través de algún juego alguna fortaleza de cada integrante.

Seguramente estarán pensando que los adolescentes no se engancharían con estas cosas, pero de todas maneras vale la pena intentarlo, porque aunque pongan cara de embole, o cuenten los minutos para irse a su cuarto, cada una de estas palabras y gestos, va regando esta semilla del autoestima, que va creciendo dentro de ellos. Y aunque ni nos contesten cuando les decimos un halago o les reconocemos alguna de sus fortalezas, la vivencia de autoestima, de ser sentidos y amados, también queda dentro de ellos. No nos perdamos la oportunidad de ver como florece.

*Magdalena Clariá es Licenciada en Psicología y Mercedes Gontán, abogada, Mediadora y Orientadora Familiar. Juntas hacen Apuntes de siembra

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