Psicología

Depresión: la pandemia y la salud mental

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) la depresión es una enfermedad que afecta a un 3,8% de la población mundial, incluidos un 5% de los adultos y un 5,7% de los adultos de más de 60 años. Aproximadamente 280 millones de personas tienen depresión.

Carlos Gustavo Motta viernes, 29 de octubre de 2021 · 20:38 hs
Depresión: la pandemia y la salud mental
Foto: Pexels

La depresión es distinta de las variaciones habituales del estado de ánimo y de las respuestas emocionales a los obstáculos cotidianos. Se convierte en un problema de salud serio, especialmente cuando es recurrente y de intensidad moderada a grave.

Sin lugar a dudas la pandemia de coronavirus alimentó actitudes que favorecieron estos estados de ánimo comprobados a través de tristeza, pesimismo, frustraciones varias, ataques de enojo y de ira. Sin embargo, advierto que el término depresión se lo utiliza de modo generalizado y se le suma a patologías diversas.

Para el psicoanálisis la clasificación psiquiátrica no resulta muy evidente y la inhibición que se observa establece diferencias con la melancolía. Es conocido el estado de postración típico del enfermo melancólico. La expresión que se la conoce como “anestesia psíquica” resulta muy significativa para esta apatía con la que el enfermo se identifica. A diferencia del depresivo, el melancólico no intenta aliviar su padecimiento y con gran frecuencia cae en un profundo mutismo. Piensa que ha nacido con “mala suerte” y la desgracia y tragedia lo persigue a todos lados. Lo cotidiano se transforma en hostil. En lo temporal “ha sido…es y será siempre así”.

La persona que cursa una depresión, en cambio, distingue el origen de su malestar pero mantiene sus vínculos a través de la queja y en varias ocasiones, mostrando agresividad u hostilidad. El aumento de diagnósticos de depresión resultan solidarios al empeño de la industria farmacéutica para difundir antidepresivos de “última generación”.

Conocemos que la verdad del dolor es el dolor mismo. El psicoanálisis analiza ese dolor estableciendo lo que la queja quiere hacer decir: desata, desanuda, resuelve, disuelve, desembrolla.

En la melancolía el dolor se encuentra petrificado. ¿Qué significa esto? Puede ejemplificarse con el mito de Dafne quien fue uno de los fracasos amorosos de Apolo, porque cuando el dios trató de seducirla, Dafne huyó. A punto de ser alcanzada, intervienen sus padres, el rio Lanón y Gea (la madre Tierra) quienes la transforman en un árbol de laurel (planta a la que alude su nombre). Piensen que Dafne no sale victoriosa.  Piensen en el dolor de aquella transformación. Piensen como Dafne al huir de Apolo encuentra su destino atrapada en Gea, quien se encargará eternamente de nutrirla. Encuentro del objeto que más vale perder que encontrar. Dafne no se quejará jamás porque ya no puede hacerlo.

Dafne, el dolor petrificado

Cómo el psicoanálisis opera con la depresión

Partir de la queja del depresivo nos facilitará un primer interrogante que provocará otro y otro. Cada decir manifiesta y confirma el malestar de lo vivo.  Brindar la palabra a los afectados permite alojar el dolor para luego, mantenerlo lo más lejos posible.

A diferencia de las clasificaciones propuestas desde el ámbito psiquiátrico, el psicoanálisis no ubica a la depresión como un trastorno del ánimo sino que ubica a la persona padeciente como una traición del sujeto a sí mismo: es una tristeza por no querer saber sobre el efecto desestabilizador donde una voz interna proclama, dictamina que no hay conexión alguna con el bienestar que pueda brindar la realidad.

Todo el malestar actual de la civilización se expresa en la depresión cuando paso a paso se demuestra que el causante del dolor es una falta de representación del mundo exterior. El para-qué-hacerlo es más atractivo del cómo-hacerlo que permite un paso importante en el quiebre de un pensamiento que se lo vive como intentar llenar un barril sin fondo.

Una excesiva atención al conflicto suele bloquear cualquier desenlace. En muchas ocasiones la solución a algún desorden que nos aqueja tiene que ver con desenfocar la atención del problema. En la obra de Sun Tzú, El arte de la guerra, se cita una estrategia para ello que es “cruzar el mar sin que el cielo se entere”. No duden que el vacío, orienta la búsqueda personal.

*Carlos Gustavo Motta es psicoanalista y cineasta.

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