Neuropsicología

¿Mendocinos soberbios?: Conocé el efecto Dunning-Kruger o la ignorancia arrogante

“Demasiadas personas sobrevaloran lo que no son e infravaloran lo que sí son”, devela un dicho. La soberbia es el pilar del efecto Dunning-Kruger, seguí leyendo y te contamos de qué se trata.

Cecilia Ortiz martes, 25 de agosto de 2020 · 06:58 hs
¿Mendocinos soberbios?: Conocé el efecto Dunning-Kruger o la ignorancia arrogante

“No he ido nunca a un psicólogo porque mi mejor psicólogo soy yo”, me dijo una vez alguien. “¿Estás ansiosa? Tomate dos gotitas de Clonagin, es bárbaro”, aconseja una amiga (no médica) a otra. Una reconocida conductora bebe, al aire, dióxido de cloro, cuando los profesionales de la salud (que se han quemado las pestañas durante años) lo contraindican.

La humildad es la capacidad de reconocer las propias limitaciones y debilidades, lo que implica una ética de vida que destaca el respeto por los semejantes.

Ahora bien si los mendocinos somos o no somos humildes o arrogantes, eso lo dirá cada uno. Para saber respondernos, conozcamos una investigación.

David Dunning es psicólogo social, profesor de la Universidad de Michigan. Justin Kruger también es psicólogo social e imparte clases en la Escuela de Negocios Stern, en Nueva York. Durante la década de los ’90 trabajaron en la Universidad Cornell, de Nueva York.

Ambos venían realizando trabajos centrados en la influencia del sentimiento de superioridad en los grandes grupos sociales. De repente se preguntaron si había correlación entre estos sentimientos, la incompetencia de las personas y el manejo de información.

Así, partieron de las siguientes hipótesis:

Los individuos incompetentes tienden a sobrestimar sus habilidades

Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer la habilidad de los otros

Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer su insuficiencia extrema

Luego, evaluaron grupos de estudiantes de diferentes edades, midiendo, a través de escalas confiables, válidas y estandarizadas, las habilidades sociales e intelectuales. Posteriormente, les solicitaban una autoevaluación, es decir, una especie de “consideración personal” acerca de sus cualidades.

¿Cuáles fueron los resultados? Las personas con mayores habilidades cognitivas y sociales estimaban que estaban por debajo de la media, mientras que quienes contaron con puntaje bajo en las mediciones cognitivas y sociales, se consideraron por encima de la media, convencidos de estar entre los mejores.

Los resultados fueron publicados en el Journal of Personality and Social Psychology, en Diciembre de 1999, resaltando cuatro hechos concluyentes:

Los individuos incompetentes tienden a sobrestimar su propia habilidad

Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer la habilidad de otros

Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer su extrema insuficiencia

Si pueden ser entrenados para mejorar sustancialmente su propio nivel de habilidad, estos individuos pueden reconocer y aceptar su falta de habilidades previa

El estudio pasó a la posteridad conocido como efecto Dunning Kruger, con importante gravitación dentro de los abordajes en psicología social.

El concepto central de esta teoría es el sesgo cognitivo que conduce a personas sin talentos a pretender tener un saber que arriba a conclusiones erróneas, pero la cosa no queda aquí, porque si así fuera, cada uno padecería en carne propia sus fallas cognitivas.

Estos sujetos carecen de la habilidad de reconocer sus fallas y su falta de conocimiento en esa área, luego, ilusoriamente, conciben “que se las saben todas”, infravalorando a los demás e impartiendo consejos sobre aspectos en los que hacen agua. Ni siquiera saben lo suficiente como para darse cuenta de que no saben.

Lo anterior no significa que no sean inteligentes o habilidosos, de hecho, pueden destacarse en otros dominios de inteligencia, pero aquellos en los que no obtienen buen rendimiento son sobrevalorados. Su ilusorio saber expectorado de aquí a allá persigue la intención de devolverles un valor que alimente su ya inflado ego.

Lo aberrante es el inducir a otras personas a creer, a aceptar como válidas premisas que no lo son, que sólo han sido plantadas para germinar un árbol de ramas cargadas de arrogancia, petulancia y necedad. “La ignorancia genera más confianza que el conocimiento”, decía el sabio Darwin.

No sé si estarán de acuerdo conmigo, pero siempre sostuve que, independientemente del sesgo religioso, la soberbia, es de los peores defectos, porque nos lleva a ignorar la realidad del otro, a no considerar su bienestar, a pensar que tenemos derecho a todo, aún, a posicionarnos en un lugar de supuesto saber para manipular y controlar.

La solución pasa por considerar que nunca sabemos demasiado, que la formación continua es el camino y que la verdad absoluta jamás está dicha. Afortunadamente, el disenso existe y es en el espacio de compartir con otro (s) donde se construyen los conocimientos más confiables.

Lic. Cecilia C. Ortiz / Neuropsicóloga / licceciortizm@gmail.com

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