Historias de vida

Mendocinos en los que nadie piensa: así se vive absolutamente aislado de todo en nuestra provincia

El sureño departamento es lugar de varios crianceros que viven en total aislamiento, sin electricidad, teléfono, internet, ni ningún otro servicio. "Se acuerdan que existimos en las elecciones", dicen. En la nota, fotos, videos y el relato de un estilo de vida que muchos hoy no pueden comprender.

Gustavo Yáñez martes, 25 de agosto de 2020 · 14:41 hs
Mendocinos en los que nadie piensa: así se vive absolutamente aislado de todo en nuestra provincia
Juan Gabriel y Juan Antonio: dos mendocinos y una vida diferente y fascinante.

Los malargüinos que habitan en la zona rural del departamento ya de por sí tienen una vida muy distinta a los que vivimos en la ciudad. Su vida es más sufrida, tiene menos recursos y servicios, deben lidiar con el clima, con animales predadores que les matan parte de su capital y además pasan sus días aislados, sin poder reclamar sobre sus necesidades.

Asu00ed trabajan papu00e1 e hijo, en el campo con nieve. https://www.malargueadiario.com/de-esas-historias-que-pocas-veces-se-cuentan/

Posted by Malargu00fce a diario on Sunday, August 16, 2020

En el marco de los fuertes temporales que han azotado este invierno a Malargüe, el periodista local Gustavo Yáñez visitó a dos crianceros para retratar y contarle a los mendocinos un estilo de vida que muchos directamente desconocen.  

Juan Gabriel (21) y Juan Antonio Moreno (51), hijo y padre, viven en el puesto La Ventana, a 8 kilómetros de Las Loicas. Su puesto está a un costado de la ruta 145, por la que se viaja a Chile. Sus casas son de piedra y barro. Los que los conocen, destacan que son bondadosos y buenas personas. Hablan poco con la gente, pero si tienen que ayudar a quien sea no lo dudan. Ambos son crianceros, tienen caballos, vacas, cabras y ovejas. Los dos viven como pueden, con lo que tienen.

Juan Gabriel y Juan Antonio.

Juan Gabriel hizo la primaria en Las Loicas y la secundaria en Bardas Blancas. Cuando hay que viajar a la ciudad de Malargüe, por lo general una vez al mes, él es quien emprende el viaje, mientras su papá se queda cuidando los animales.

En su puesto no tienen energía eléctrica y ningún otro servicio. Tampoco señal de teléfono, por lo que cuando necesitan hacer una llamada salen a “buscar la señal”, a un kilómetro de su casa. Internet no existe. En tanto que cuando alguien de la ciudad necesita hacerles saber algo les mandan un comunicado por la radio AM.

Juan Gabriel fue quien se prestó al diálogo, y contó, al consultarte sobre las pérdidas por el temporal de nieve; que a algunos caballos los bajaron de los cerros donde estaban. Para llegar a ellos, en parte lo hicieron a caballo y luego debieron seguir caminando. Pero a otros no los pudieron bajar de los cerros, porque “la nieve está cazadora” (blanda) y no les permitió avanzar. Además, saben que si vuelve a nevar en la zona posiblemente esos animales se mueran. Tampoco saben cuántos caballos se han muerto. Cabe aclarar que los animales por lo general están sueltos en el campo, donde pueden pastar.

Según explicó el entrevistado, un caballo puede estar aproximadamente 20 días encerrado en la nieve, sin comida ni agua, siempre que no esté tapado por la nieve. Cuando esto ocurre y por un instinto de supervivencia, los animales se comen entre ellos los pelos de la tuza y de la cola. Cuando logran bajarlos de los cerros algunos se salvan, pero para otros ya es demasiado tarde, como fue el caso de un caballo que quedó tendido sobre la ruta 145. Juan explicó que el animal estaba acalambrado y ya no lo podían salvar. Ese caballo no era de ellos, sino de otro criancero de la zona. Al animal se le notaba la falta de alimentación, ya sangraba por la nariz y tenía las horas contadas, mientras que en el cielo, ya seis cóndores volaban en círculo.

Se le consultó a Juan si después del temporal de nieve alguien los visitó, para saber si necesitaban algo, pero respondió que nadie fue. Aprovechando la oportunidad, se indagó en si suelen recibir asistencia de algún tipo, pero la respuesta fue la misma, nadie los visita y no reciben nada de nadie, salvo de familiares y amigos. Irónicamente se le preguntó si en época de campaña política pasa lo mismo, a lo que contestó que ahí sí se acuerda de ellos y les acercan promesas de campaña.

Al preguntarle a Juan sobre cómo hacen para abastecerse con los vendedores que los visitan, explicó que en el caso del forraje lo tienen que comprar con tiempo, en marzo o abril, porque si no ya en esta época corren el riesgo de que el envío se demore más de lo esperado y se queden sin el alimento para los animales. Mientras que los alimentos para ellos, reconocieron que suelen tener problemas con la aduana que está allí en Las Loicas, ya que a algunos de los vendedores que les suelen llevar cosas les piden que hagan migraciones. Esto ocurre porque esa aduana es el último punto de control.

Los animales habu00edan quedado encerrados con la nieve. https://www.malargueadiario.com/de-esas-historias-que-pocas-veces-se-cuentan/

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Además, según explicaron, suele ocurrir que cuando bajan la barrera después de las 19 o las 20 la ruta queda cortada y ellos quedan aislados. La barrera queda cerrada con un candado y les ha ocurrido que han necesitado pasar y nadie les abrió. A lo anterior se suma que si tienen una emergencia y esa barrera está cerrada y nadie los atiende, quedan desamparados sin poder ser asistidos. También explicaron que cuando nieva a veces no dejan pasar por esa aduana a los proveedores que les llevan mercadería y como consecuencia no pueden abastecerse.

A la hora de retratar anécdotas y particularidades de la vida en el lugar, los crianceros cuentan sobre el cuidado que hay que tener con una planta que intoxica a los animales. Se trata del huecú (nombre criollo) y en estos días, con la humedad, la planta toma fuerza. Uno de los síntomas que presentan los animales intoxicados es que se caen, les cuesta pararse y no pueden caminar con normalidad, por lo que deben trasladarlos haciéndolos caminar despacio hasta el puesto y allí darles de a poco pasto. Si no logran ver esto a tiempo, los animales que se intoxicaron, se mueren.

Juan, con su secundario completo, va todos los días a cuidar los animales al campo. Encilla su caballo y sale junto a sus perros. A veces también lo acompaña su papá, pero cuando no salen juntos Juan Gabriel sabe que su viejo lo espera con los mates listos. Si bien a este joven le gustaría por momentos vivir en la ciudad, reconoce que el ruido no le agrada demasiado, por lo que prefiere la paz y tranquilidad del campo. "No dejaría nunca a mi papá solo", asegura. Se despide de la charla contando un sueño: "Me gustaría estudiar para médico veterinario".

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