Extraño caso

Es ciego, lleva 11 años preso por homicidio y pide que lo escuchen

En 2009, Walter Ovando Avallay fue condenado a 17 años de prisión, acusado de matar a otro hombre a la salida del boliche Treinta y Pico. Por entonces, él ya era no vidente. "No fui yo -insiste él-. Y además nunca encontraron el arma". El resumen de una vida increíble.

Facundo García
Facundo García domingo, 23 de agosto de 2020 · 10:05 hs
Es ciego, lleva 11 años preso por homicidio y pide que lo escuchen
Dice que es inocente Aballay asegura que no ve nada. Sus compañeros del penal le fabricaron un bastón.
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Cae la noche de un viernes. Es el año 1995. Por entonces, Walter Ovando Avallay todavía ve y camina con el brío de sus 18 primaveras. No es un muchacho ejemplar: recordará más tarde que en aquella época "se mandaba algunas". Hace poco conoció a Cecilia, una chica del barrio Santa Rita (Las Heras) que será su compañera de ahí en más. Y quizá por todo eso va distraído, pensando en otra cosa. 

Al llegar a un descampado cerca de la esquina de Álvarez Condarco e Independencia, alcanza a escuchar pasos a su espalda. "Ahí recibo siete tiros de una 9 milímetros. Cuatro en la cabeza: uno de ellos me atraviesa la zona de la sien de derecha a izquierda y me lastima el nervio óptico", cuenta Avallay.

—Y estuve muerto media hora. Me desperté en el Hospital Central, todo vendado. 

—¿Qué vio mientras estaba muerto?

—Sentí un ruido como de electricidad, y unas luces de colores. Después, nada.

A pesar de su juventud, Avallay tenía orden de captura, por lo que cuando ingresó a la guardia lo detuvieron por orden del fiscal Felipe Seisdedos. "Quedé ciego por los balazos. Nunca supe quién me había tirado. Cumplí mi condena por causas que tenía y salí. Conseguí trabajo en una fotocopiadora y pasé 10 años sin problemas. Hasta que pasó lo otro", recapitula el hombre.

Lo otro

En la madrugada del 21 de marzo de 2009 se produjo un crimen en la esquina de Rioja y Lavalle de Ciudad. En el interior del boliche Treinta y pico hubo un altercado cuando dos sujetos se pelearon por una mujer. A la salida, el ambiente era espeso. El enfermero Pablo Velazco (28) entró a un kiosco y pidió el baño. No llegó a usarlo. Alguien ingresó, lo agarró de las mechas y el joven terminó muerto de un disparo en la nuca. Eran las 4.30 de la mañana.

"Yo no disparé. Los testimonios son falsos. Soy inocente"

Varios testigos describieron a los atacantes y específicamente al que disparó: "le pasaron el arma a un tipo que parecía ciego, y él se acomodó apuntando a la cabeza de Pablo", dijo uno. “Cuando escuché el estruendo del balazo, me escondí detrás de un árbol y vi cómo un joven lo tenía de los pelos mientras el chico que murió se desvanecía en sus manos luego de dispararle”, declaró otro. 

"¡Es todo mentira!", clama Avallay bajo el sol de invierno que se derrama sobre el patio de alta seguridad de Almafuerte. "Nunca encontraron el arma, señor. Me condenaron por cosas que decía la gente y me arruinaron la vida", se queja. 

Avallay tenía 32 años cuando volvió a la cárcel. "Aquel domingo, yo estaba durmiendo en mi casa y me vino a buscar la Policía. No entendía nada. Hoy puedo asegurarle que hay personas que saben quién disparó en realidad, y se han quedado calladas".

Ahora

Ahora lleva 11 años y 5 meses detenido. "Ya soy un viejo -se sorprende-. Me llené de canas". Sus compañeros de encierro le han fabricado un bastón para que pueda manejarse. "Por suerte ellos me ayudan: en cambio he recibido palizas por parte de policías y penitenciarios. Mirá, por los golpes ya no tengo dientes".

"Pido la domiciliaria y no me la quieren dar"

Desde luego, la suya es una versión de los hechos. Ni es la única ni es la oficial. Se desgrana, sin embargo, como la autobiografía de un lasherino que eludió a la muerte en su juventud y quedó como suspendido, a la búsqueda de un lugar en el universo que nunca termina de aparecer

Hace 3 años le dieron domiciliaria. Dice que entonces tuvo "una discusión normal" con su mujer y que alguien hizo una denuncia anónima por violencia de género, por lo que volvió a la cárcel tras un juicio abreviado. "Ahora llevo 18 meses en Almafuerte 1, pedí al domiciliaria de nuevo pero no me la quieren dar".

Horizonte

Como aquel personaje de Antonio Di Benedetto que también se llamaba Aballay -con "b"- y no podía bajar del caballo porque había prometido no pisar la tierra, Ovando jura que si le dan la domiciliaria no pondría ni un pie en la vereda. "Todo lo que pido es que me dejen estar con los siete hijos que tuve con Cecilia, nada más".

Al ser considerado reincidente, tiene vedados algunos beneficios, como la libertad condicional. Por momentos su conversación se transforma en una enumeración de motivos por los que él entiende que deberían dejarlo salir. "Tengo problemas del corazón, me vivo golpeando, he hecho terapia con los psicólogos...ni siquiera tuvieron en cuenta este asunto del Covid".

Mientras habla, otro detenido le ceba unos mates. "A veces escuchamos música, otras ponemos una película y ellos me van contando lo que pasa -reconoce-. Me ayudan mucho". Por lo demás, insiste en denunciar maltratos. "Ya no tengo a nadie que me escuche, y ya no quiero sufrir más palizas".

Avallay en la actualidad.
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