Crónica

El Algarrobal: un comedor renace tras la muerte de su fundadora

A solo 15 kilómetros del centro, hay alegrías y tragedias que muchos mendocinos ignoran. En "El Algarrobal de abajo", la huella de una joven se hace sentir en un comedor al que van 70 pibes. Hace falta de todo: semanas atrás, incluso, aparecieron niños con sarna.

Facundo García
Facundo García lunes, 15 de junio de 2020 · 07:15 hs
El Algarrobal: un comedor renace tras la muerte de su fundadora
Multitud En esta olla se cocina para 70 niños.

La mañana es helada y da la impresión de que la calle se extiende hacia el centro del invierno. Los perros chumban a los que pasan, y el horizonte se deforma por los manchones blancos que deja el humo de los hornos ladrilleros. A 15 kilómetros del Centro, hay paisajes que muchos mendocinos no vieron jamás.

Ahí, en Quintana al 4050 (Las Heras), está el Comedor Hijos del Rey, que recibe a 70 chicos y 40 madres tres veces por semana.

La que comenzó fue Paola. "Hace tres años, ella empezó con un proyecto que se llamaba 'La horita feliz'. Consistía, básicamente, en que los nenes de la zona vinieran a tomar una leche chocolatada. Y eso los ponía recontentos", cuenta Natividad, la madre de la muchacha.

Paola Isabel Prado (21) murió en 2018. El expediente policial dice que se colgó de una viga. Pero en El Algarrobal de abajo son muchos los que dudan.

La calle y el cartel del comedor.

Ladrilleras

Las familias de la zona viven de fabricar ladrillos. Les pagan cerca de 1000 pesos cada mil unidades. Se dice rápido, pero es un oficio extenuante.

Y por más que las contrataciones se hacen a varones, está implícito que otros integrantes de sus familias los ayudan. Hijos, hijas y esposas colaboran en una producción que después de un par de horas deja los músculos a la miseria.

De 7 a 12  y de 13 a 19 todos los cuerpos están moviéndose, por un jornal que alcanza apenas para obtener otro día más de esfuerzo.

Encima, las volutas que salen de los hornos dejan en el aire un olor ocre que se impregna en la ropa y se mete en los pulmones de los niños.

—Por la noche tienen la nariz tapada, de tanto haber respirado eso— cuentan las mamás.

Al caer el sol, los ladrilleros duermen donde se puede. Algunos en camas y otros en frazadas que ponen sobre pallets. El frío pega duro y una garrafa sale 500 pesos, es decir, medio millar de ladrillos. En una familia numerosa y con estas noches gélidas, el gas no dura nada.

Semanas atrás, un par de nenes contrajeron sarna

Sin embargo no es solo el frío. Es el cansancio. La soledad. La injusticia. Semanas atrás, incluso, un par de vecinitos contrajeron sarna.

Para poder subsistir hay que hacer miles de ladrillos. 

Una muerte con dudas

Paola tenía 21 años. Jugaba a la pelota y trabajaba en la cosecha del ajo y la del tomate. Los fines de semana, también asistía a un ballet folklórico boliviano. Fue en uno de los encuentros de danza que conoció a W

"Al poco tiempo ella desapareció. Hice una denuncia a la fiscalía porque no sabía dónde estaba mi hija y tampoco me respondía los llamados al celular", explica Natividad, la mamá. Desde un costado, Ramiro, su marido y el papá de Pao, repara un motor de rastrojero y cada tanto suelta un suspiro.

Era el comienzo de una serie de dolorosas idas y vueltas. "Una vez, incluso, la fui a buscar a la casa de este joven. Estaba su familia conversando en el comedor y a la vez mi hija inconsciente, adentro de una pieza. Ese hombre la trataba mal", comenta Nati.

Más tarde, Sandra, una amiga de la muchacha, confirmaría las sospechas. Contó que W. engañaba a Paola con otras mujeres y que a veces también la golpeaba

Otra postal de la zona.

El 14 de febrero de 2018 -el "Día de los enamorados"- Paola volvió a lo de sus padres para saludarlos, confirmar que se iba a vivir definitivamente con W. y llevar sus objetos y su ropa. Al llegar, su hermana Mónica notó que se había hecho un tatuaje con sus iniciales y las del chico. Y tenía unos moretones.

—¿Y esos machucones?

—Ah, esto. No es nada.

Aquella noche Paola volvió a lo de su pareja. En un mensaje que le envió a su hermana Mónica un rato más tarde, le contó que al muchacho no le había gustado el tatuaje y que habían discutido.

El testimonio del novio no menciona eso. Dice que por el calor que hacía, tiraron un colchón en el suelo y se acostaron a dormir. Eso fue a la 1. Cerca de las 4, Paola estaba "muerta por ahorcamiento", según consta en el certificado de defunción.

El 15 de febrero se enteró la familia. En Junio, el caso estaba archivado.

Salir adelante

"Todos me dieron la espalda -libera su rabia Nati, la madre-. Algunas autoridades me bloquearon el teléfono, no se llamó a suficientes testigos, el novio nunca me explicó nada. Yo creo que nos discriminan porque somos bolivianos".

Un día, unos niños preguntaron cuándo volvía La horita feliz

Un día, cuando habían transcurrido varios meses desde la tragedia, algunos niños se acercaron a Nati y le preguntaron cuándo volvía "La horita feliz", el merendero que había fundado Paola.

Así se inició una nueva etapa, con el comedor Hijos del Rey, que funciona 3 veces a la semana. Es una especie de homenaje a la piba que ya no está. Quienes ayudan reciben donaciones y no piden que les regalen nada: solo buscan comerciantes que les cobren los productos al costo y así poder darles comida a los 70 chicos que se alimentan en el lugar.

Natividad junto a uno de sus niños, en la puerta del comedor.

"Escribí, por favor, que la leche Ades les encanta. Si conseguimos, los nenes toman y toman", apuntan desde el merendero. Por otro lado -aseguran las madres de la zona- la leche de vaca "les limpia los pulmones" a los pequeños, algo fundamental cuando se respira el aire viciado de los hornos.

"Venite otra vez y cocinamos algo", invitan los vecinos, que han traído bizcochitos para regalarle al periodista. Con esa promesa y un abrazo algo lejano, acorde a estos tiempos de pandemia, se termina la charla y El Algarrobal de abajo vuelve a su rutina.

La tierra se amasa y se le da forma.
  • La lista de quienes colaboran con el comedor "Hijos del Rey" se está extendiendo, pero falta que más gente se comprometa. Entre los que aportan están F.A.T.A.G.A., S.U.T.I.A.G.A., Villavicencio, Danone, EDASA S.A, Coca Cola, Embotelladora del Oeste, Talca y Sodería Di Marco. Glap Diseños donó Barbijos para madres y niños. Hay doctores que atienden a los casos más urgentes, como los médicos Romina Alonso y el Doctor Gastón Cobos, del Hospital Gailhac. Vanina Nieto ha organizado, a su vez, un puente de donaciones anónimas. A ellos se suma una red de emprendedores que maneja, entre otras iniciativas, una movida de pastelería solidaria. Y hay más entidades, como Mi_secretel, Blick diseño gráfico, Sio Cerámicas o La Pasada Resto Bar.
  • Carla Pérez coordina esa constelación de voluntades para llevar y traer mercadería varias veces por semana. El teléfono de la Fundación Progresar y Crecer es 2614195788.
  • Para contactarse con la redacción de MDZ, usted puede escribir a fgarcia@mdzol.com
La comida se arma con colaboración de muchas personas.

 

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