Neuropsicología

Chicas y chicos drogados y como "zombies" a media mañana en la Panamericana

Había 50 chicos en la calle, adentro, más. Lo que se me viene a la mente es la palabra zombies. Chicas con el torso desnudo sin rumbo fijo, chicos recostados en las sombras de los árboles, algunos vomitando, otros con la mirada perdida. “La pastillita cuesta $500”. Todos allí podìan pagar esa suma.

Cecilia Ortiz miércoles, 4 de marzo de 2020 · 07:13 hs
Chicas y chicos drogados y como "zombies" a media mañana en la Panamericana

Contexto de la historia: Domingo por la mañana, siguiendo la rutina oficial de entrenamiento, salgo a correr con mi fiel compañera Betty. Tomamos la ruta Panamericana hacia el oeste.

Historia: A la altura de los boliches, un despliegue de móviles policiales y adolescentes pululando nos llamó la atención. Eran las 10:30 de la mañana. La curiosidad nos pudo y consultamos con un agente. “Es un operativo por fiesta clandestina”, nos contó, a lo que agregó que habían incautado éxtasis y que esos chicos que veíamos estaban, en su gran mayoría, drogados.

Pude contabilizar aproximadamente 50 en la calle, adentro había más, y, lamentablemente, la lengua resulta una barrera insalvable para transmitir emociones. Lo que se me viene a la mente es la palabra zombies, porque a ese estado puede asemejarse lo que vi. Chicas con el torso desnudo deambulando sin rumbo fijo, chicos recostados en las sombras de los árboles, algunos vomitando, otros con la mirada perdida, algunos caminaban sin rumbo fijo. “La pastillita cuesta $500”, nos contó el uniformado, “todos los que están acá tienen acceso”, y acotó: “todos los fines de semana tenemos algún baile de estos”. 

Aún hoy me cuesta metabolizar el cuadro que ví. Y eso que cursé varios años en el hospital El Sauce y en el Pereyra, y eso que trabajo con pacientes demenciados. Pero mi guardapolvo de saber sobre salud mental no alcanzó a cubrir mi sensación de asombro, de sorpresa, de angustia, de pesar. Aún hoy sobrevuela mis hombros.

Mi pregunta es: ¿dónde estamos, nosotros los adultos, los padres, los responsables cuando pasan estas cosas? ¿hacia dónde miramos cuando pasa lo que está pasando y pretendemos que no pasa…pero pasa y nuestra absurda negación nos hace esconder la basura debajo de la alfombra pretendiendo que no está….pero está.

Los adolescentes de hoy son el resultado del proceso de crianza de unos padres que vivimos en el contexto de la dictadura y que fuimos educados bajo la lupa de la prohibición, de la disciplina a rajatabla, del miedo. Y, entonces, como suele ser el movimiento del péndulo, nos fuimos para el otro extremo y les permitimos de todo desde chiquitos, a modo de intento de vivir a través de ellos lo que no pudimos en persona.

Y hoy son chicos que van por la vida reclamando su libertad de diversión. Exigencia paradójica, porque para divertirse necesitan de un químico que les quita libertad.

Muchos no son responsables, porque tampoco les inculcamos esa cualidad. Se rigen por el síndrome de utopía: en algún momento me voy a recibir, algún día voy a trabajar, pero ese momento es indefinido, se diluye (porque utopía significa “no lugar”), entonces el mientras tanto se estira como un chiclé y la diversión sin límites es lo único tangible.

Muchos no aprendieron el valor del esfuerzo y de la voluntad, porque les enseñamos que nosotros nos rompemos por darles todo y más para que vivan felices pensando que, como dice un interesante meme, las vacas nos dan la leche, sin cuestionarse que es necesario tomarse la molestia de ordeñarlas para que esto ocurra.

Muchos se “divierten” sosteniendo que una pastillita no hace nada. La MDMA, conocida comúnmente como éxtasis, es una droga sintética que actúa como estimulante y alucinógeno. Su efecto es energizante, distorsiona la percepción sensorial y temporal y hace que se disfrute más de las cosas. En el cerebro aumenta la actividad de tres neurotransmisores: serotonina, dopamina y norepinefrina y bloquea su reabsorción.

En estudios con imágenes en personas que la han consumido se evidencia alteración en la corteza cerebral prefrontal, parietal y temporal, lo que afecta la atención, la memoria, la capacidad de organizar, planificar, tomar decisiones y razonar claramente. Por otro lado, se ha demostrado, también, una reducción significativa del flujo de sangre en esas áreas. Todo esto lleva a que la persona pueda someterse a conductas de riesgo.

Y después nos lamentamos cuando nos enteramos de casos como los de Villa Gesell, o de la violencia que ocurre en tantos boliches. Pero no estamos en la previa, en el ensayo de todo esto. Como la lecherita, lloramos sobre la leche derramada preguntándonos cómo es posible que estas cosas pasen. Y, si pasan. Lo que ví, está a la vuelta de la esquina, tus hijos, los míos o los de cualquiera pueden ser partícipes.

Aún estamos a tiempo. Ni un extremo ni el otro. Dialoguemos con ellos, démosles responsabilidades, enseñémosles a esforzarse, a tener ideales y luchar por ellos, a valorar aquello que tienen. Porque estamos criando chicos llenos de nada, con un vacío de mucho.

Lic. Cecilia C. Ortiz / Neuropsicóloga / licceciortizm@gmail.com

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