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Daniel Vega, el ermitaño de las 45 noches en la Laguna del Diamante

Durante el año trabaja como repartidor en el Valle de Uco. Este verano aceptó la tarea de cuidar las instalaciones sanitarias que existen a los pies del volcán Maipo durante 45 días y 45 noches, con la única compañía constante de su colectivo modelo '54 reconvertido en motorhome.

Ignacio de Villafañe miércoles, 5 de febrero de 2020 · 08:25 hs
Daniel Vega, el ermitaño de las 45 noches en la Laguna del Diamante
Daniel Vega El ermitaño de Laguna del Diamante Foto: Pachy Reynoso

Cuarenta y cinco días y cuarenta y cinco noches a orillas de la Laguna del Diamante. Para algunos una potencial pesadilla, para otros la oportunidad de vivir una aventura en soledad. Daniel Vega tiene 51 años, vive en Eugenio Bustos, San Carlos, y durante el año se dedica a repartir garrafas de gas por el Valle de Uco.

Este verano Vega aceptó un trabajo que desde hace tiempo se esforzaba por evitar y para ello se internó durante un mes y medio, con el refugio de su colectivo Mercedes-Benz modelo 1954 llevado a cuestas, en la Caldera del Maipo, la formación bajo el volcán donde se aloja la Laguna del Diamante.

"Yo creo que cualquier persona puede venir acá y estar un par de días", dice Vega desde el "living" de su colectivo viejo estacionado a orillas de la laguna. "Pero no cuarenta y cinco días sin bajar", advierte luego.

Repartidor de garrafas en el valle, cuidador de los baños del camping del área natural protegida una vez que se instala en la Laguna del Diamante, a 3.250 metros sobre el nivel del mar. Sus esfuerzos van a contramano de los del público que visita el lugar. Durante los fines de semana, cuando el grueso de los turistas aprovechan sus días de descanso para visitar la laguna, Vega tiene que cumplir jornadas de 12 horas de trabajo para mantener el estado de las instalaciones sanitarias. Entre semana, la labor no necesariamente cesa, pero las condiciones cambian: "Hay días que estas solo", marca y subraya que "son muchas horas solo".

El comedor de Vega
Cerca hay una carpa que antes estaba en Aconcagua y hoy cumple las funciones de comedor en Laguna del Diamante.

Acostumbrado a pasar el tiempo solo, Vega aprovecha las pocas visitas que recibe en su casa rodante para contar sus vivencias. Conocedor de la laguna desde mucho antes de que estuviera protegida por la Dirección de Recursos Naturales Renovables, él recuerda como desde los 12 años solía visitarla junto a su padre y describe cómo cuatro décadas después aún descubre cosas que jamás había visto antes.

La fuente de agua
El "charquito", la filtración de agua de la Laguna que Vega usa para abastecer los baños.

"Cuando esto no era reserva vos tenías los guanacos muy lejos, porque los mataban", explica Vega y luego detalla cómo este verano recién pudo ver el proceso de apareamiento entre estos cuadrúpedos, algo que lo dejó asombrado.

"Vos te imaginás que (el apareamiento de los guanacos) es como el de los caballos, o las vacas o los perros", indica el repartidor mientras apela al sentido común para elaborar las conclusiones biológicas que al instante refuta: "Pero no es igual, primero el macho va corriendo atrás de la hembra a una velocidad muy alta", dice, "después la hembra llega a un determinado lugar y parece que se echa (...) como si se arrodillara".

Guancos del Maipo
Los guanacos transitan por toda el área protegida.

Los guanacos son precisamente una de las especies que más asombran a los visitantes del área protegida. Abundan por toda la zona y conviven con cóndores, zorros y otras aves y mamíferos. Su ritual de apareamiento es desconocido para el común de la gente y suele llamar la atención debido al cortejo previo al acto sexual en sí: "Es increíble ver cómo se besan como los seres humanos", relata Vega.

"Es mágico", afirma Vega no solamente cuando habla de los guanacos sino de todo lo que ocurre alrededor de la laguna. "Las noches son mágicas, los colores son mágicos, estar en este lugar, en pleno silencio, es mágico", describe.

Pero la magia siempre tiene su costo. Y trabajar con agua en terreno donde la infraestructura es escasa, a 3.250 metros de altura, y con una laguna que cada año se reduce más, tiene sus complicaciones. "Cuesta mucho mantener los baños limpios porque tenemos que traer el agua de donde antes era el Río Diamante", dice el montañista. "Este año no hay agua y entonces estamos sacando agua de una filtración", explica luego.


Mirá el video y conocé a Daniel Vega, su casa rodante y el escenario donde vive su aventura solitaria de 45 días y 45 noches.

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