Aliaga, un muerto que incomoda: la trama de poder y sospechas detrás el homicidio
Una parte de la historia parece cerrada. Se encontró el cadáver del empresario, hay cinco detenidos y se cree que hubo un móvil económico. Pero afirmar que el caso se agota en eso podría ser una ingenuidad. Queda mucha tela para cortar, en un lienzo cuyas hilachas quizá lleguen muy arriba.
Un homicidio es siempre más que un homicidio. El cúmulo de factores que conducen al final violento de una vida humana puede conectarse con motivos económicos, políticos, institucionales y hasta personales. El caso de Diego Aliaga -el empresario que desapareció el 28 de julio y cuyo cadáver fue encontrado en un campo lavallino un mes y medio después- no escapa a esa lógica.
¿Qué pasó con Aliaga? ¿Tenía enemigos? Es inevitable, a la luz de lo que se contará a continuación, imaginar que más de un lector se estará moviendo incómodo en su asiento, preguntándose si hablarán de él. De lo que sabe. De lo que hizo.
Pero arranquemos por el principio. Antes de que el foco se posara sobre los cinco acusados que hoy están con prisión preventiva, había varias hipótesis en danza. En el expediente a cargo del juez Marcelo Garnica se habla de la Justicia Federal, la barra brava de la Lepra y de al menos un agente de la Policía. Parece que esas puntas de investigación -por ahora- no prosperaron. Lo que no implica que no sean importantes.
¿Y dónde están los "peces gordos"?
La versión más aceptada es que a Aliaga lo secuestraron para coaccionarlo de alguna manera. Para que firmara papeles o cediera propiedades. Es posible que haya sido así. Pero a esta altura son demasiados los indicios de que existían otros asuntos pendientes: asuntos que tienen que ver con verdaderos “peces gordos” de Mendoza.
Obviamente, todavía faltan evidencias. Hablamos aquí de posibilidades; sospechas que valdría la pena que las autoridades investigaran. Sobre todo porque la presencia de ciertos detalles se ha vuelto indisimulable. Están ahí. Flotan. Negarlo sería hundirse en las ciénagas de la deshonestidad intelectual.
El “aguante”
Entre los comentarios que algunos testigos del caso hicieron casi al pasar está la “ayuda” que Aliaga habría ofrecido a personas que tenían causas en la Justicia Federal, donde se juzgan delitos como el narcotráfico, el contrabando, los secuestros extorsivos y la trata de personas, entre otros.
Aclaración: no es que el ex aduanero mantuviera contactos en todas las oficinas de ese fuero. Pero según deslizan un par de declarantes, da la impresión de que sí hacía pie en algunas dependencias.
¿De qué forma? Más de una voz incorporada al expediente sugiere que Aliaga era capaz de sacar presos de las cárceles federales, o al menos de modificar sus condiciones. Uno de los que lo dijo fue Diego Barrera, hoy detenido. En su primera declaración -cuando aún no estaba imputado- afirmó que su "socio" hacía eso. Nobleza obliga: a mediano plazo esa testimonial podría declararse nula. Pero la data que tiró es pesada. Digna de una relectura.
Es más: en un tramo de la causa se conjeturó que Walter Eduardo Bardinella Donoso (41), un preso cuyo prontuario incluye condenas por transporte de estupefacientes y robo agravado, podría haber organizado un ataque a Aliaga tras haberle efectuado un hipotético pago y no recibir ningún beneficio.
Un familiar del empresario muerto admitió esa posibilidad en su declaración: “Otro que tiene problemas con Diego es Walter (Bardinella) Donoso. A este tipo lo conozco en persona. No sé dónde vive, pero sé que estuvo en el penal. Lo molestaba a Diego porque era su amigo; le pedía plata para salir de la cárcel (…) Supuestamente lo había amenazado. La verdad es que Diego le hizo el aguante a Walter y lo sacó en domiciliaria”.
¿Qué significa “Diego le hizo el aguante y lo sacó en domiciliaria”? ¿De qué modo misterioso un empresario y ex aduanero puede influir en la condición de un preso federal? La incógnita persiste, y sería notable que a estas alturas no se haya actuado de oficio para responderla.
Dicho de frente y con el máximo respeto a Aliaga y a cualquier aludido: ¿mantenía la víctima vínculos informales con la Justicia Federal? ¿Hasta dónde llegaba su órbita?
Bananas y cigarrillos
En una charla casual, un observador ducho en estas lides reflexionó hace poco: “¿vos te preguntaste acerca del silencio que hubo cuando desapareció Aliaga? Se repite que era empresario, despachante de aduana. ¿Por qué tan poca gente de las cámaras que agrupan a esos sectores salió a pedir por él? Es un silencio elocuente, ¿no?”.
A partir de las notas que se publicaron en este diario, diversas fuentes se comunicaron para contar experiencias que podrían explicar en parte ese silencio.
Hay que aclarar que dichos entrevistados todavía no se animan a dar sus nombres; por lo que sus afirmaciones deben ser tomadas con cautela. Son rastros a analizar; no eventos comprobados. Hecha la salvedad, es interesante repasar lo que denuncian.
"Había un millón de kilos de banana atorados en la Aduana..."
MDZ pudo saber que hace una década, decenas de camiones que traían bananas de Ecuador quedaron varados en la frontera de Chile con Argentina: la AFIP había iniciado una investigación.
Y acá hablamos de plata en serio, no de un chalecito en un barrio privado del piedemonte. Según publicó en aquel momento el diario La Nación, la importadora en cuestión facturó 50 millones de dólares entre 2010 y 2011. Cuando sobrevino el problema, tenía 1 millón de kilos de bananas atorados en la Aduana.
—Al suscitarse aquel quilombo, estos señores coordinaron una reunión con autoridades de la Justicia Federal— disparó un entrevistado desde la mesa de un bar donde pegaba todo el sol en este inicio de primavera. —. Cuando me senté ahí, en la sala de espera, vi que llegaban el gerente de la empresa y el contador. Entraron solamente ellos a la oficina, luego salieron sonrientes. Me invitaron a comer y me dijeron que habían hablado con un tipo que les había destrabado el paso de los camiones porque tenía excelentes contactos en Tribunales. ¿Adiviná quién era ese hombre?
Otro testimonio se vincula a una causa que se resolvió con 9 condenas a fines del mes pasado. “Unos camiones llevaban cigarrillos desde Mendoza hacia Chile pero les tocó pasar por el escáner y les encontraron la ‘mercadería’”, contó este segundo tipo, un viejo zorro que admite "no ser ningún santo" y dice haber trabajado en la Justicia durante más de dos décadas. Jura que conoce el tema de adentro: “yo mismo tuve una condena por contrabando, nene”.
La fuente recordó que al descubrirse aquel cargamento non sancto, hubo varias detenciones. “Ahí es cuando apareció Aliaga y les pidió 200.000 dólares a cada uno de los detenidos para facilitar su situación”, apuntó.
Como se dijo antes, son declaraciones, nada más. De existir, este tipo de ilícitos suele no dejar huella escrita, y es temprano para hablar de pruebas.
Más preguntas
Volviendo a la investigación que intenta develar cómo fue el secuestro y la muerte de Aliaga -una pesquisa que conduce el fiscal Fernando Alcaraz-, quedan desde lo periodístico puntadas sueltas que sería interesante hilvanar.
Durante las testimoniales se insiste en que la víctima del crimen repetía, en sus últimos días, que “se acercaba una semana clave para su vida”. ¿Cuál era la clave? ¿Qué estaba esperando?
Vaya una pista: habría existido una condena de prisión efectiva a punto de caer sobre Aliaga. Una fuente judicial de alto rango confirmó a mediados de la semana pasada la existencia de esa causa, y agregó que la situación procesal del ex aduanero era compleja. “Por eso una de las primeras hipótesis que teníamos era que se había fugado”.
Y una última perla. En la instrucción también se llegó a sospechar que algunos miembros de la barra de la Lepra estaban enredados en el secuestro. Se menciona a un tal “Panadero”, a otro barra cuyo alias es “04” y a un agente policial que tendría temas pendientes con la Ley. De esos, al menos dos registran frecuentes salidas y entradas desde y hacia Chile, y se supone que habrían incursionado en el contrabando.
Hay más. Resta saber, por ejemplo, si la política local jugó algún rol en todo esto. Descubrir cómo encaja este alocado puzzle que tiene piezas repartidas por medio Mendoza es una tarea tan pendiente como necesaria. Porque, como se señaló al principio, un homicidio es siempre más que un homicidio.
El caso
El 28 de julio, Diego Aliaga (51) y su "socio" Diego Barrera quedaron en encontrarse en Bandera de Los Andes 9846 (Rodeo de la Cruz, Guaymallén), donde habían planeado montar una clínica para personas discapacitadas.
Desde temprano pasaban cosas en ese enorme predio. A las 7 llegó Barrera. A las 8.22, las cámaras tomaron a dos sujetos que se arrimaron a la vereda, revisaron los alrededores y regresaron adentro como controlando el entorno. Llegaron más vehículos. Y entre las 8.36 y las 8.42, ingresó una combi Mercedes Benz Sprinter de color anaranjado que será una clave.
Aliaga arribó a la cita a eso de las 9.50. Entró, pero nunca se lo vio salir. Lo que sí salió es la combi anaranjada donde -según la hipótesis de la fiscalía- puede haber estado Aliaga, ya reducido por sus captores.
Ese vehículo atravesó Guaymallén y se metió en la Cuarta por la Rotonda del Avión, ocultándose en un garaje ubicado sobre calle Jujuy al 840 (Cuarta Sección, Ciudad). Es el espacio donde se guardaban los rodados de la empresa "Solcito", que es administrada por Barrera y su familia.
Es probable que Aliaga haya permanecido encerrado allí. Sea como fuere, el 30 de julio a las 12.56, mientras Gonzalo -el hermano de Aliaga- estaba haciendo la denuncia por la desaparición, alguien se comunicó con él por teléfono y con "una voz que parecía fingida" le exigió "un palo verde" a cambio de la liberación del empresario.
Por alguna razón no volvieron a llamarlo. Aliaga fue asesinado y trasladado al campo Lavallino, hasta donde llegaron luego los efectivos policiales y representantes de la Justicia Federal. En la causa hay cinco imputados que permanecen detenidos: el ya mentado Diego Barrera, su pareja Bibiana Sacolle; los hijos de la mujer, Gastón y Lucas Curi; y el chofer Yamil Rosales.
- Colaboración: Jorge Caloiro.
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