Postales mendocinas

Canción de despedida a Carlos Perlino, un periodista íntegro

El coronavirus se llevó a uno de los últimos representantes de la bohemia periodística mendocina. Un hombre íntegro y directo, un formador de periodistas que dejó su huella en muchos periodistas de Mendoza. Una despedida a un hombre que dignificó la profesión.

Ulises Naranjo
Ulises Naranjo jueves, 15 de octubre de 2020 · 07:11 hs
Canción de despedida a Carlos Perlino, un periodista íntegro
Carlos Perlino.

Fue honesto, irreductible, compacto, de un solo bloque. Fue puro sustantivo, un peso pesado, un toro, una tormenta: era esa clase de gente que no tiene miedo, pero a la que le sobra vergüenza. Víctima del Covid-19, en soledad, murió hace unos días el periodista Carlos Perlino, en el hospital Español. 

Lo quise mucho, me pareció un ejemplo, aprendí de su bronca y de su dignidad. Fui el último amigo con el que tomó cafés, tal vez por su cansancio de ver gente que se dobla con el tiempo o que se da vuelta como un guante. Perlino tomó, en sus últimos años, una decisión a lo Perlino: elegir ir quedándose solo, como una iglesia bajo el agua, o mejor: como la campana de esa iglesia, sorda, maniatada, bajo el agua. 

Carlos y su nieto Matías

- Te quería y respetaba mucho. Fuiste la última persona con la que se juntó. Él ya casi no se juntaba con nadie… 

Quien habla es Chelo, su mujer durante 56 años. Estamos en su casa y nadie sabe bien qué hacer con las manos: Chelo se aferra al mate amargo, yo pido una hoja para escribir algo, su hijo Juanjo (43) se va al cuarto de al lado a fatigar alguna melodía en la guitarra, pero deja la puerta abierta, y su nieto, Matías (9), el más honesto, sólo construye un silencio. Así somos los humanos con las manos, cuando nos rodea la ausencia.  

La última vez que nos vimos con Perlino fue poco antes de que surgiera el coronavirus, esa brevísima forma de vida, que pasó de chisme a amenaza y de epidemia a pandemia y de ser invisible a llevarse a parientes y amigos. Aquella mañana, fue hasta el diario y otra vez tomamos café y otra vez pagó él y otra vez renegamos –como fracasados– del periodismo. También me habló de su soledad: necesitaba hablarme de ella. Repetimos café y lo único que faltó fue lo infaltable: el cigarrillo en sus manos, talismán que había dejado –con enormes esfuerzos– hace unos años. 

Carlos y su Chelo

Al despedirnos, se me ocurrió decirle que armaría un asado, junto a tres o cuatro periodistas que él respetara y hablar de viejos tiempos. Aceptó porque me quería, nada más y nunca lo concretamos. Antes de despedirnos, me miró a los ojos con sus hermosos ojos claros y me dijo algo inesperado. 

- Te voy a pedir algo. Cuando me muera, me gustaría que me escribieras algo.

- Falta mucho, pero será un honor, maestro

Después, hace un par de semanas, la noticia: Carlos Perlino, el Gordo, El Bukowsky menduco, murió en una impávida e innocua sala de hospital Español, ese lugar donde nací y nacieron mis hijos y también donde han muerto ya un par de mis compañeros de la vida.

Murió solo, tras una neumonía que, por supuesto, encontró muy mal parados a sus pulmones. Murió solo y, vuelve a corresponder, mientras escribo su despedida, que ponga de fondo –otra vez– la inevitable y preciosa canción de Silvio Rodríguez “El necio”, que dice “Yo me muero como viví”:

Cuando has sido como Perlino, no resulta elegante morir de otra manera. Ahora que ya no está, ahora que su casa es como un barco en un museo, hablaremos un poco de quién fue, él, el amigo que ya no es.

Nació en 1943 y fue un niño de la Quinta Sección, allá, en aquellos años otra vez fundacionales. Al terminar la secundaria, su padre lo envió a estudiar Ingeniería Química a La Plata, pero ya por entonces, Chelo y las guitarras habían entrado en su joven vida. Le gustaba guitarrear de lo lindo: voz ronca, segunda, de base, voz de toro, de peso pesado, de tormenta.

Solía contar que, allá en La Plata, tocaba en las peñas para comer. Le duró poco la carrera, luego de abandonar, su madre le consiguió un puesto en el Observatorio Meteorológico Nacional y allí trabajó desde 1966, hasta jubilarse. Luego estudió Ingeniería Electrónica, casi hasta terminar la carrera, “pero él hubiera preferido estudiar alguna otra cosa, como Filosofía y Letras”, suelta Chelo.

Carlos, cuando nació Juanjo, hace 43 años

Por entonces, se hace de la representación para las ventas de unos exitosos calzoncillos llamados ‘Casi’, anatómicos, cómodos como nunca se había visto “y también corpiños de lycra o ‘portasenos’ como les decían las sanjuaninas”, me dijo alguna vez que lo entrevisté. Perlino viaja por todo Mendoza, por Cuyo, Córdoba y otras provincias y le va tan bien que, junto a su chica, compran la casa del barrio Santa Ana, donde vivieron y, donde ahora vive y lo extraña, su familia.

Hubo más: siguió guitarrenado (le encantaban Zitarrosa, Los Olimareños, Los Fronterizos) e hizo teatro en la Sala Experimental de Arte, de Godoy Cruz, creada por Fernando Lorenzo y el Toti Rossi y llegó a compartir con notables, como Ernesto “El Flaco” Suárez y Augusto Kretschmar y luego, con el elenco “La Montaña”. En Música, tuvo un dúo con Gerardo Poblet y hasta ganaron un concurso de la LV10. Y luego integró “Los Huarpeños”, junto a Poblet, Pocho Sosa y Quito Lima. Además, gustaba de la poesía, de las noches, el cine y los vinos, en fin, de todo aquel encanto al que llamaban “la bohemia” y que parece extinguirse para siempre.

Como a tantos, las guitarras, las poesías, el teatro y las noches infinitas lo acercaron al periodismo. Su amigo Rodolfo Braceli le hizo la gamba para empezar a cubrir Deportes, en “El Diario”, aquel estupendo proyecto de Jacobo Timerman y la familia Kolton, en Mendoza, en 1969, y que duró menos que un pelado en la nieve. Ese año, también surgió otro importante diario, en el que Perlino recaló: “Mendoza”, que luego se llamaría “Hoy”. El Gordo, además, hizo de las suyas, siempre escribiendo, ya sea en máquina de escribir o en computadoras, sólo con sus índices, a una velocidad envidiable, columnas en la notable revista “Claves” y, más cercanos en el tiempo, como jefe de periodistas en los diarios “Uno” y “El Sol”.

Perlino, entrevistando a Giles Villeneuve

Nos conocimos en 1992. Entonces, yo trabajaba en la revista Primera Fila y él había comenzado, junto a Andrés Gabrielli y Raúl Silanes, a preparar el equipo de periodistas que integraría el diario Uno, que saldría a las calles en 1993. El Andrés mi invitó a jugar al paddle con ellos: normalmente, el dúo Perlino/Gabrielli, jugaba contra el legendario “Flaco” Jorge Salgado (el dueño de aquellas fantásticas librerías ‘Cronopios’, ‘Famas’, ‘Historias de’ e ‘Y’) y un servidor. Lo mejor, por supuesto, venía después del partido, sentados bajo una sombrilla, tomando gaseosas y cervezas y hablando de cine, literatura, música o periodismo...

- En aquellos años, íbamos mucho al cine. Buscábamos películas de cinearte y después nos íbamos a comer a Pequis, al Avenida o a Don Ángelo y, en las vacaciones, nos íbamos a Chile con el Cacho Cortez y su familia

Los Huarpeños y sus esposas: Pocho Sosa, Quito Lima, Gerardo Poblet y Carlos Perlino.

Ya en el Uno, Carlos Perlino fue mi jefe varios años. Nos teníamos evidente cariño y me protegía y alentaba constantemente. Le gustaban mis notas: “sos un negro villero y tus notas son buenas, porque vienen de la calle; me gustan porque no son periodísticas ni literarias: navegan en los bordes del lenguaje, fuera de las agendas y me siguen emocionando”, me dijo para estimularme y me lo guardé. Fue de él la idea de crear una sección que las identificara: “Postales mendocinas”, que mantengo hasta hoy. Siempre que yo quisiera, había en el diario “Uno” una página disponible para aquellas mínimas historias y el Gordo fue un fuerte defensor de ese espacio.

Muchos periodistas lo recuerdan por puteador y estar siempre con el pucho en la mano, quejándose y por volver a putear y a fumar y por proteger siempre a los redactores de los poderes de turno. El mundo del periodismo, él lo comprobaba y padecía, era cada vez menos parecido a lo que aprendió de sus maestros y al tamaño de sus anhelos y de su dignidad. Y decía: “A los periodistas los dejé volar. Les pedía honestidad y que enfrentaran al poder que sea y miraran por encima de los intereses económicos de los medios. Yo no fui bueno escribiendo y me defendí como editor, pero creo que lo mejor que hice fue formar y gestionar buenos equipos de periodistas”, diría.

Carlos en familia, con Chelo y Juanjo

Por eso, porque el periodismo mira para otro lado, Perlino se fue quedando cada vez más solo. La mentada grieta social no hizo más que encontrarlo bien parado y fuerte de convicciones en uno de sus bordes y los que se acomodaron del otro lado, pasaron a dejar de captar su atención y su respeto. En el periodismo, en particular, tal toma de posturas acabó desnudando ribetes muy determinados, casi dramáticos y, por suerte, a la vista: ahora, es más fácil saber qué motiva a cada profesional y a su medio. 

En 2009, al Gordo le llegó el momento de jubilarse y, con toda naturalidad, eligió la soledad sonora –como diría Antonio Gala–, para no hacerse mala sangre o para hacerse mala sangre, pero en soledad. 

- Era muy difícil para él, y lo es para mí, separar lo que la gente piensa políticamente de la relación personal con esa gente. Al escuchar determinadas cosas, siempre nos mordíamos la lengua, pero él no aguantaba mucho y explotaba… 

Chelo hace silencio. Según parece, por ahora, ya no tenemos nada más que decir. Me invita a comer, pero me inventaré una excusa para no aceptar. En esta casa, hay un falta enorme como una casa: falta un hombre honesto, irreductible, compacto, de un solo bloque; un hombre que fue puro sustantivo, un peso pesado, un toro, una tormenta. Falta Carlos Perlino, el íntegro e insobornable, el formador de periodistas, el Buko, el Gordo, y pasará un buen tiempo hasta que nos acostumbremos a su ausencia. Y el asado que le prometí a mi amigo, bueno, simplemente se lo quedaré debiendo. 

Ulises Naranjo

Epílogo

10 definiciones de Carlos Perlino:

1 -Uno empieza a separar la paja del trigo después de cumplir los 60. Debe ser importante haber estado practicando la reflexión desde antes, porque si has estado toda tu vida pelotudeando, no hay caso, llegás a viejo siendo un viejo pelotudo…”.

2 -Veo que el periodismo que se hace ahora, salvo excepciones, es lamentable. Y a nivel nacional se nota mucho. El 90% de los periodistas políticos y económicos, están en curso de lo que en jurisprudencia se llama “real malicia”, que es injuriar y calumniar, es mentir. Antes no era así la cosa: yo durante veinte años de jefe, jamás le dije a un periodista que hablara mal o bien de alguien en particular”.

3 -Creo que entré a mi primer diario porque leía mucho y escribía más o menos bien. Pagaban bien, en ese entonces. Salíamos del  diario y nos íbamos a los bares con Rodolfo Braceli, el Juanjo Martínez, el Japonés González, el Carlitos Quiroz. Dante Di Lorenzo, Antonio Di Benedetto, el Gringo Embrioni. Nos íbamos al Newbery, en la calle Alem, a cenar. También compartí con el Carlitos Polimeni y Rafael Morán”. 

4 -En los medios todo cambió cuando los empresarios empezaron a ver el negocio de los medios no en sí mismo, lo cual está bien, sino como un factor de poder”.

5 -Es lamentable: acá en Mendoza hay cuatro opciones y después, fuiste, se te acabaron las opciones. Y encima, todos los medios pretenden vivir de la teta del Estado. Los medios tienen que buscar solventarse por sí mismos: en Mendoza, los medios si no reciben guita del gobierno no funcionan. Yo he laburado en diarios donde no te pagaban el sueldo hasta que el gobierno no depositaba la guita y esto es rigurosamente así. ¿Y sabés qué termina pasando? Si el gobierno te pasa plata hablás bien de él y, si no, lo empezás a presionar hasta obtener la guita... Así funcionan los medios”. 

6 -De los periodistas ni hablar. Ahora, muchos, sobre todo se nota mucho con los de Buenos Aires, tienen el único objetivo de tirarle mierda al gobierno, nada más. Ahora el periodismo es un gran factor de poder para los dueños de los medios”.

7 -Una de las cosas más lamentables que tiene esta profesión son muchos de los periodistas económicos que hay en Argentina. Son unas tortillas que se dan vuelta para acá y para allá, según lo que te ordena el dueño del diario, que busca hacer sus negocios". 

8 -Hay grandes problemas de formación en los estudiantes de Comunicación de las universidades que ingresan a los medios. Es tremendo, hay que hacerlos de nuevo. Y algunos después se convierten en buenos periodistas. En general, cuando esos chicos llegan no saben hacer ni siquiera hacer un epígrafe, ni hablar de escribir una crónica. Es muy difícil leer una buena crónica. Antes, se evaluaba si sabías escribir una crónica".

9 - Ahora me resulta difícil encontrar artículos periodísticos que me produzcan deleite. Esa es la palabra: deleite. Para mí deleite era andar en moto y la vendí porque ya estoy viejo. Ahora, me produce deleite leer un libro, pero agarro un diario y empiezo a putear desde la primera página. Me molesta lo mal escritos que están, más allá de lo tendenciosos que son y del ejercicio de la real malicia en que abundan. Los periodistas, aparte de todo lo que te cuento, no se capacitan".

10 -¿Qué vienen con el periodismo independiente? Si hay temas que no se pueden tocar y periodistas que no se capacitan. Dejémonos de joder. Hoy, tenés al aire una entrevista en vivo con Mercedes Sosa y, si no mide bien en el rating, la sacan para poner una mina que muestre el culo y las tetas”. 

 

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