Sergio Roggerone: "Tenía claro que iba a vivir en el arte"
El artista plástico que trasciende las fronteras de nuestra provincia se manifiesta en búsqueda de la felicidad y en esa búsqueda desea conmemorar esa técnicas antiguas que se fueron perdiendo en el tiempo. Por eso, su universo es un tesoro en sí del cual no se puede salir.
El destacado artista mendocino Sergio Roggerone nos abrió las puertas de su hogar taller: La Alboroza o Morada de la Felicidad ubicada en Chachingo, Maipú. Allí se ve como a pesar de su inclinación por el arte, la arquitectura está presente en su sangre -aunque algún día decidió dejarla de lado-, así como también lo está la naturaleza.
Sergio es barroco, recargado y con una enorme ansía de no perder las técnicas artísticas más remotas. Su mundo es mágico, tanto que resulta engorroso salir de él.
"¿Sos consciente de que algún día los mendocinos y turistas visitarán tu casa como un templo?", le preguntamos. Para lo cual contestó: "Algunos ya lo hacen. Pero esa es un poco la intención".
Es que en su hogar, Sergio reúne sus trabajos del último tiempo, manuscritos del siglo XV y XVII, además de pinturas, collages, y objetos tan preciados como únicos.
¿Autodidacta o estudiado?
Los autodidactas ya no existen más. Eso era en la época en la que no había formación a través de internet como ahora. Hoy una persona puede estudiar hasta una carrera por internet. Entonces uno investiga. Yo estudié arquitectura y me dediqué toda la vida al arte.
No estudié arte por preconceptos. Mi padre me dijo: “Si te gusta dibujar tenés tres carrerras para estudiar: diseño, arte y arquitectura”. Me decidí por Arquitectura y Arte la descarté de entrada. Pero después me llamó.
¿Qué es el arte para vos?
Es muy amplio. Hay muchos tipos de arte, de hecho, son siete. La pintura que es lo que yo hago, el cine, la moda, la escultura y montón más. Pero el arte es un modo de vida básicamente. Es una forma de mirar el mundo diferente al nuestro , es una forma de vivir.
¿Qué expresás a través de arte?
Yo expreso sensaciones a través de la pintura: sobre: viajes, creencias, culturas, sobre un mundo que veo que se apaga, que se extingue entonces juego recordando vivencias pasadas de la humanidad. Trato de rescatar a través del arte aquellas cosas que tienden a desaparecer. Por eso en mis técnicas hay algo de melancolía. No quisiera que se olvidarán de algunas cosas porque la aparición de lo digital desplazó tradicionales técnicas. Todavía no podemos afirmar que eso va a ser arte, es decir que vayan a poder perdurar en el tiempo.
¿Cuándo te diste cuenta que querías vivir del arte?
Desde que nací. Desde mis 7 años. Eso lo tenés o no lo tenés. Eso se trae.
¿Qué sentís cuando pintás?
Siento un placer enorme, absoluto. Estoy como en otro planeta. Yo tengo la ventaja de trabajar de esto y no sentir que trabajo. Siento que estoy de vacaciones, por supuesto que llegan momentos de muchas presiones, pero me gusta. Me encanta.
¿Cómo te enfrentás a un lienzo blanco?
Es como un diálogo. Es como un ser vivo donde preguntás cosas y empiezan a aparecer, pero las preguntas no son reales sino a través del dibujo. Una línea sugiere a otra, una mancha sugiere a otra. A veces planifico, pero a veces experimento. Planifico bastante las exposiciones, busco un hilo temático de algo que me guste. Actualmente he cambiado el tema de los tamaños. Voy a pintar obras gigantes.
Hay que dejar obras para museos.
Cuando mirás cuadros viejos tuyos, ¿te encontrás o ya no?
Sí. Me pasó algo tremendo en Buenos Aires hace poco. Me llama un señor de la Av. Alvear que me compró una de mis primeras obras, aproximadamente en el año 91, era rústico, pero estoy yo de una manera muy fuerte. Igual se vislumbraba mi estilo. Igual me encanta verlas, creo que tiene color, sentido del humor, técnica a pesar de mi rusticidad.
¿Cuándo te propusiste vivir del arte?
Nunca pensé que iba a vivir del arte. Yo pienso que lo más importante de la vida es la felicidad. No me importaba si iba a tener plata o no y si iba a poder vivir del arte, lo que yo tenía claro es que yo iba a vivir en el arte. Eso es lo que yo quería y eso es lo que logré y lo que logro y para mí este espacio, está acá adentro, las 10 o 12 horas que yo paso aquí es el placer más grande que puedo tener en la vida. Sos feliz haciendo lo que hago. Trasciende lo económico.
¿Cuál es tu sueño?
No. La vida hay que vivirla día a día, paso a paso y no proyecto cosas grandiosas. Me han pasado cosas maravillosas, pero el pasado ya no existe, el futuro tampoco así que es lo que pasa hoy.
¿Te gusta mostrar lo qué hacés? ¿Cómo te llevás con el marketing?
Sí me gusta cuando está terminado, acabado.
¿Qué te inspira?
La inspiración es algo que viene con el trabajo. No estoy todo el día inspirado. Pero creo que el lugar en el que estoy ya es una inspiración. Mi taller es muy estimulante desde abrir un cajón hasta encontrar un botón tirado. No me cuesta. Eso abunda en mi imaginación.
¿Qué sentís cuando terminás un cuadro?
Es una sensación interna. Hay un dialogo entre el artista y la tela, entonces creo que uno siente cuando la obra ya no pide más nada. Esas cosas la voy midiendo. Pero cuando tengo mucha obra, ha pasado mucho tiempo, me gusta mostrar mi trabajo, lo nuevo, lo último. Pero es lento lo que hago.
¿Te gusta mostrar lo que hacés? ¿Cómo te llevás con el marketing?
No soy muy del marketing, lo que sí me gusta es hacer las cosas bien. Hablando de esa nostalgia, cuando hago una invitación para una exposición a mi me gusta que la invitación sea diferente: un papel, impreso, que se piense en la persona que estás invitando. Quizáss a eso le llaman marketing pero para mí tienen más que ver con la importancia que merecen las personas a las cuales le vas a mostrar el arte.
¿Cómo le ponés un valor a tu obra?
Lo pongo yo. Se pone acorde al curriculum, donde has expuesto, los premios que has ganado, los museos que has visitado. Uno vende la obra y la misma puede agarrar cursos inimaginables.
¿Quién valora más tu arte el mendocino o el turista? ¿Y tiene que ver con el valor que le das vos?
Hay mucha gente que valora el arte. Amo Mendoza por eso vivo acá. Yo viví en Estados Unidos, en Italia y sin embargo elegía Merndoza para vivir. Muchos mendocinos disfrutan de mi obra y otros no y eso es lógico. Pero yo llevo mis obras a otros lugares del mundo. Por ejemplo, este cuadro que estoy pintando es para Laura Esquivel; la Virgen Chocolate se lo voy a llevar a México. Es un tema energético. Uno se mueve a través de la energía.
¿Dónde soñás con ver un cuadro tuyo?
En mi casa, porque ahí no tengo ninguno. Me gusta cuando se va algo bueno, que tiene sentimiento, garra ,color, técnica. Me gusta encontrarme después 30 años con mis obras. Me gusta que la obra fluya. De hecho ahora estoy haciendo algo por Mendoza: arreglar la capilla del Hospital Humberto Notti para la gente que va ahí, que quiere rezar y para que los chicos se bauticen .
¿Qué pieza o cuadro quisieras tener en tu casa que no sea tuyo?
De Baltus, aunque es una utopía, un imposible, son piezas de museo. Lo admiro, un maestro. Pero siempre tengo obras de los artistas que me gustan. Me compro retratos.