La satisfacción del hacer

Dos son los motivos principales por los cuales podemos sentirnos en deuda con alguien: el primero, cuando esa persona hizo algo por uno y nos sentimos tan agradecidos que nos genera una sensación de compromiso, y ganas de ofrecerle alguna forma de retribución.
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Natalia Aramburu |
El otro motivo, muy poco feliz, es cuando otro nos reclama o “pasa factura”, alegando que hizo algo por nosotros. Es probable que con esas personas no queramos mantener un vínculo muy cercano.
De acuerdo a la cultura y educación familiar, la actitud de hacer las cosas por placer existirá en mayor o menor medida en cada uno. Es innegable el hecho de que vivimos en un modelo de mundo donde todo es cuantificable y por ello tal vez, al dar algo, se espera que sea devuelto. Tratándose de dinero, es obvio que es una herramienta necesaria para la subsistencia, ya que todo se intercambia por él, todo tiene un precio. Pero hacer algo sólo por ello implica cierto vacío.
Como sugiere el escritor DeRose, es ideal elegir un trabajo o profesión porque nos gusta, porque nos da placer. Así, es probable que ni pensemos en la compensación económica, ya que no será ese el foco de la cuestión.
Es esperable también que por el mismo motivo, el dinero llegue, y en mayor cantidad que si corriéramos tras él. Tratándose de otros elementos más abstractos o sutiles que uno puede dar, como el tiempo, la comunicación, el afecto, creo que es aún más deseable no esperar retribución.
Si pusiéramos como premisa hacer las cosas sin esperar que el favor sea devuelto, sin pensar que el destinatario queda en deuda con nosotros, probablemente disfrutaríamos mucho más. Y si algo recibiéramos a cambio, lo sentiríamos como un plus, como un extra que nos daría aún más satisfacción.
Por Natalia Aramburú, directora de la sede Mendoza del Método DeRose

