Política

Lupa sobre la ministra Stanley y sus intermediarios del desarrollo

En este artículo se pone en foco un esquema de trabajo desde el área de Desarrollo Social de la Nación que se contradice con fuerza con los argumentos del gobierno de Mauricio Macri en torno al rol de su gobierno en la historia. Un paper de socios radicales que señala la cantidad de falencias del sistema que se ha sostenido a lo largo de las décadas. Análisis y opinión, para el debate.

domingo, 10 de febrero de 2019 · 14:44 hs

La distribución de bienes y dinero tiene ministro. La rediscusión de las formas de empleo, no. Lo primero es el emblema de un esquema histórico de la Argentina, como son la dádiva, el subsidio, la manutención, la tutela de grupos de personas que no le hacen honor al nombre del área: “Desarrollo Social”, sino que aplastan ese concepto, lo controlan y disminuyen hasta ponerlo al alcance de la voluntad de grupos corporativos que intermedian el desarrollo, en lugar de promoverlo, alentarlo y en todo caso, guiarlo. Lo segundo es central en estos tiempos: la cuarta revolución industrial requiere de tareas de anticipación, de discusiones a fondo y de la toma de medidas que transformen las modalidades de empleo, porque si no, la gente se quedará sin ingresos y solo los ricos serán más ricos, pero sin fuerza laboral capacitada y a al altura de las circunstancias.

Populismo implacable

Todo esto resulta, una vez más, paradójico. El gobierno que dice ser una bisagra entre dos momentos de la historia, decide quedarse en el momento anterior. La “primera administración ni radical ni peronista”, opta por ser una máscara más de lo de siempre. Porque es justamente el gobierno quien financia a los dirigentes del pasado, que regulan la llegada por goteo del futuro. Los intermediarios del desarrollo que reciben fondos del ministerio que conduce Carolina Stanley no están pensando, siquiera, en una renta básica universal para los argentinos, de modo de afrontar la robotización de las tareas que hacemos los seres humanos. Si hubiese una renta de esas características –como la que proponen centrales de trabajadores de países europeos, por ejemplo España- ya no harían falta los “dirigentes” que se ponen entre los recursos y los más vulnerables.

Al no discutirse tampoco las nuevas condiciones de las relaciones laborales en el mundo, lo que hace la corporación intermediadora es poner a los trabajadores en el medio de una vía en donde el tren de lo que viene inexorablemente los atropellará. No consigue nada con resistir. Y los que les dan la manija de la intermediación, por arriba o por debajo de esos “dirigentes” están siendo condenados, no defendidos; tratados como “nadies”, no como trabajadores.

El paper

"¿Tiene sentido sostener un área central del Gobierno que siga entregando máquinas de coser, elementos de panadería, chapas, palos y membrana para techos, rollos de nylons, colchones, bolsones de alimentos, equipos deportivos, subsidios, en forma desorganizada y e indiscriminada en todo el país, a un costo altísimo, con depósitos enormes en Buenos Aires y traslado en camiones a todos los puntos del territorio nacional, con gente viajando con viáticos por todos lados? ¿O el dictado de talleres de los más diversos temas, sobre todo, cuando las provincias y municipios ya tienen amplios equipo trabajando en las mismas cosas, entregando los mismos bienes o servicios?”. Estas dos preguntas se centran en un eje central: el “sentido” de la multiplicidad de acciones del único presupuesto ministerial que parece no ser afectado por la inflación y los recortes. Y es parte de un “paper” entregado a las autoridades nacionales por expertos en materia de desarrollo que han trabajado en Mendoza y en otros puntos del país en donde gobernó o gobierna, precisamente, la UCR, un partido al que en las luchas intestinas de Cambiemos se lo tilda de parte del “pasado no querido”. Y las respuestas que no legaron a transformarse, siquiera, en una mesa de discusión, pueden adivinarse:

  • Sí tiene sentido en tanto y en cuanto los intermediarios financiados por el Gobierno que les reprocha su tarea, se olviden de castigarlos. El hambre en serio que tiene la gente a la que el desarrollo no les llega no tiene voceros si esos intermediarios están saciados.

  • Sí, tiene sentido si lo que se quiere es un esquema de convivencia sin rupturas en la matriz educativa, productiva y de crecimiento individual y social, y mantener las presuntas disidencias solo en un plano de discursos y medios de comunicación. Enemigos que son amigos. Extremos que se tocan.

  • Sí, tiene sentido si se pretende ganar nuevos espacios territoriales, como municipios o provincias, con las mismas herramientas de esos famosos “últimos 70 años”, es decir, cayendo con regalos para todos y todas, pueblo por pueblo, salteando a las entidades locales que tratan de superar el paternalismo o bien, coptándolas, tratando de hacerlo o creándoles otra al lado para competir por ver cuál es más populista.

El país bonsái

El Ministerio de Educación y no Desarrollo Social es quien tiene la labor de trasformar desde su enorme aparato, en donde aun hoy dicta conocimientos en línea de producción, por lo que huelgan los decenas de miles de talleres con talleristas viaticando por el país, bajando líneas imprecisas sobre temas que no tienen nada que ver con la agenda del progreso en este mundo y repartiendo supuestas soluciones a la vida, en lugar de estar respaldando a aquellos que quieren caminar solos y solo requieren de un empujón del Estado o tal vez, solo que el Estado no se meta, no los entorpezca, no les ponga más condiciones o impuestos. Si el gobierno de Mauricio Macri cree que solo se trata de una transición de un paternalismo ideológico y perverso, lo que ha consolidado es un populismo bobo: da y no solo no recibe nada a cambio, sino que alimenta ya no solo a sus opositores (lo que sería un mal menor en este contexto) sino que le pone freno al futuro, que viene a toda veocidad hacia nosotros y nos va a chocar mientras estamos haciendo bobadas.

Un monstruo grande

En Mendoza, además de las áreas provinciales que sufrieron recortes de estructura y de cargos jerárquicos en 2015, hay 70 empleados de Desarrollo Social de la Nación, sin adosarles los de Salud, área que se unificó bajo la conducción de Carolina Stanley, dejando en un segundo plano al sanitarista Adolfo Rubinstein. Según el papel que fue entregado a miembros de la mesa de Cambiemos a nivel nacional por parte de uno de sus sectores socios, esos empleados –por suerte para ellos- “cobran muy buenos sueldos, duplicando o triplicando a los de las provincias”. Pero ese no es el único escollo en la intermediación del desarrollo: “Están interfiriendo con la planificación y prestaciones de municipios y gobiernos provinciales”, asegura el documento, que no propone que sean expulsados, sino asignados a tareas en “Pami o Ansses que necesitan ampliar y mejorar la atención”.

Y entonces, ¿qué?

La propuesta que emerge no es del todo rupturista como querría o postularía, por ejemplo, el liberal José Luis Espert, sino que sí ofrece un modelo de cambio: que se ocupe de los grandes programas sociales como la Asignación Universal u otros de gran impacto que no necesitan de grandes estructuras.

La levantisca interna de Cambiemos contra el status quo de Stanley, a quien ya sus compañeros macristas la ven, incluso, como candidata a vicepresidenta, propone centrar los recursos existentes en “un sistema de becas para todos los chicos que terminen el secundario a fin de garantizarles la accesibilidad a estudios de nivel superior o cursos de capacitación para el empleo, que tengan como base la situación socioeconómica de la familia y la distancia a los centros de estudio, unificando todos los sistemas becarios ya existentes y formulando un seguimiento contínuo, que estimule, oriente y catapulte”. Sin intermediarios, podría agregarse a ese texto, para dejar en claro que hoy por hoy, como pasa con la mercadería que consumimos, la producción agrícola de los productores o los insumos electrónicos, lo que termina por limitar su alcance, aplastar al que trabaja y alejar del consumo al que compra es justamente un descontrolado sector intermediario que lo gana casi todo.

La lupa está puesta en un área a la que nunca le faltará recursos pero cuya misión y objetivos son básicamente una mentira porque históricamente han ocultado en discursos y diagnósticos financiados con esos mismos fondos, un accionar que no cambió ni un ápice la realidad de los sectores más vulnerables. Hoy, además de dejar a todo quieto y a las corporaciones contentas, representa de altísimo riesgo para los nuevos desafíos que ya deberíamos estar cumpliendo en función de la Cuarta Revolución Industrial, que no es una entelequia sino una realidad.