La UCR frente al espejo: quién la conduce y qué rumbo asume ante Javier Milei
La UCR busca un liderazgo capaz de suturar sus fracturas y decidir qué relación tendrá con el gobierno, pero también con su futuro en la política nacional.
La UCR vota su conducción partidaria.
X @alfredocornejoLa elección interna que la UCR celebrará este viernes expone un dilema profundo, y es qué tipo de radicalismo sobrevivirá en la era Milei. No es sólo el final de la gestión de Martín Lousteau. Es la disputa por definir si el partido aspira a recuperar protagonismo nacional o si se resignará a un rol meramente administrativo dentro del ecosistema opositor.
La crisis de representación radical, visible en su retracción territorial y su pérdida de volumen parlamentario, llegó a un punto en el que sus propios gobernadores exhiben estrategias diferentes frente al oficialismo.
Algunos buscan un entendimiento con la Casa Rosada; otros, un equilibrio inestable entre la crítica y la cooperación. La elección interna funciona así como un termómetro del desorden que el partido arrastra sin resolver desde el final de Cambiemos.
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El legado incómodo de Lousteau y el tablero de poder que se reconfigura
Lousteau administró el partido desde diciembre de 2023 con un perfil nítido, anclado en una crítica sostenida al Gobierno de Milei, a sus reformas, a su política exterior y al ajuste que recayó sobre los sectores más vulnerables.
No obstante, esa posición resultó incómoda para la dirigencia territorial que, en silencio, priorizaba la relación fiscal con el Ejecutivo. Esa distancia interna se vio con claridad en el Senado, donde Lousteau votó en soledad en debates cruciales como la ley Bases. Una señal, más que de rebeldía, de aislamiento.
En ese contexto emergen los nombres que disputan el futuro inmediato. Gustavo Valdés, exgobernador correntino, aparece como la figura con mayor consenso. Pero su actitud es ambigua ya que elige jugar de candidato natural sin mostrarse explícitamente. Esto alimenta versiones sobre posibles alternativas, incluso la de un intendente de Venado Tuerto, Leonel Chiarella, que represente una renovación desde el interior del país.
La elección, más que decidir un presidente del Comité Nacional, ordenará los equilibrios internos entre quienes imaginan al radicalismo como aliado eventual del mileísmo y quienes pretenden reconstruir un centro político erosionado.
Un mapa partidario fracturado y una identidad en disputa
En Diputados, la fragmentación radical no para. Lousteau, Coletta, Juliano y los jujeños Rizzotti y Zigarán permanecen en Provincias Unidas; Karina Banfi sostiene su monobloque; y el resto se concentra en la UCR tradicional. Ese desorden contrasta con la cohesión del bloque en el Senado.
De confirmarse, Valdés contaría con el respaldo de Emiliano Yacobitti, Morales, Pullaro y Abad, un entramado heterogéneo que, de algún modo, reproduce las tensiones que atraviesa el propio partido. También circula la posibilidad de que Abad, que recompuso su vínculo con Lousteau tras dos años de disputas en Buenos Aires, vuelva a jugar un rol central en el ordenamiento interno.
El radicalismo bonaerense, que vive una crisis prolongada desde la fallida aventura de Somos Buenos Aires, observa la elección nacional como un anticipo de las batallas que volverán a darse en 2026.
El interrogante final, y acaso el más relevante, es qué lugar ocuparán los referentes históricos que hoy están distanciados de la toma de decisiones, pero que conservan una gravitación silenciosa, como Gustavo Posse, Daniel Salvador, Federico Storani y los hermanos Facundo y Gastón Manes.
En ellos, más que en los nombres que figuran en la boleta, descansa la pregunta sobre qué radicalismo aspira a renacer. ¿Uno articulado en torno a un proyecto nacional o uno adaptado a la supervivencia en un escenario político que baila al ritmo de la música libertaria?