Presenta:

La UCR ensaya una tregua interna y empieza a pensar el camino a 2027

La nueva conducción del radicalismo incorpora al sector de Alfredo Cornejo para contener a los gobernadores y evitar nuevas fracturas internas.

Leonel Chiarella es el nuevo presidente de la UCR, busca contener al sector de Alfredo Cornejo.

Leonel Chiarella es el nuevo presidente de la UCR, busca contener al sector de Alfredo Cornejo.

Instagram | @leonelchiarella

La Unión Cívica Radical (UCR) comenzó a desandar, sobre el cierre del año, el camino de recomposición interna que había quedado trunco tras el último plenario de delegados. En ese marco, el sector que responde al gobernador mendocino Alfredo Cornejo se integrará formalmente a la mesa directiva del Comité Nacional, presidido por Leonel Chiarella.

El movimiento busca cerrar heridas abiertas durante el proceso de renovación partidaria y ampliar la base de sustentación de la nueva conducción.

La decisión de sumar a los gobernadores radicales que compitieron electoralmente en alianza con Javier Milei responde a una lógica pragmática: evitar nuevas fracturas y mantener abiertas todas las opciones de construcción futura. En la conducción nacional interpretan que, con el sistema político reconfigurado y el radicalismo aún en etapa de redefinición, excluir sectores con peso territorial sería un error estratégico.

Durante las semanas previas, esos mandatarios habían quedado al margen de una estructura partidaria dominada por dirigentes que impulsaban una relación más distante con el oficialismo libertario. El armado inicial, promovido por figuras como Gustavo Valdés, Maximiliano Pullaro y Gerardo Morales, había marcado un límite claro frente a cualquier acercamiento a La Libertad Avanza, dejando a otros sectores en una posición incómoda.

Ese desequilibrio comenzó a corregirse tras una ronda de conversaciones que Chiarella mantuvo con los gobernadores y con referentes del Foro de Intendentes Radicales. El resultado fue un acuerdo político que habilitó la reincorporación del cornejismo a la conducción, diluyendo los resquemores que habían quedado expuestos en el plenario realizado en la sede partidaria de la calle Alsina, donde la ausencia del gobernador mendocino había funcionado como señal de ruptura.

UCR: que se doble pero que no se rompa

La ampliación de la mesa directiva busca reflejar esa nueva etapa. La conducción quedó conformada con una impronta federal, incorporando representantes de distintas provincias y tradiciones internas, en un intento por equilibrar poder territorial y legitimidad política. Más que una síntesis ideológica, el objetivo inmediato es garantizar gobernabilidad partidaria.

El trasfondo del reordenamiento es la crisis de identidad que atraviesa el radicalismo desde la implosión de Juntos por el Cambio y la irrupción del mileísmo como eje ordenador de la política nacional. La UCR quedó atrapada entre dos polos (peronismo y libertarios) que reorganizaron la grieta y forzaron al partido a tomar decisiones divergentes según cada distrito.

Esa dispersión se expresó tanto en el plano electoral como en el parlamentario. Mientras algunos distritos optaron por acuerdos con La Libertad Avanza, otros impulsaron armados propios o esquemas transversales, como Provincias Unidas. El resultado fue un radicalismo fragmentado, con bloques partidos en el Congreso y estrategias inconexas en las provincias.

En Diputados, esa falta de cohesión se tradujo en un bloque reducido que funciona dentro de un interbloque junto al PRO, el MID y fuerzas provinciales. En el Senado, en cambio, la UCR conserva mayor homogeneidad, con diez bancas que actúan de manera coordinada. Esa diferencia expone el desafío que enfrenta la conducción nacional para ordenar el conjunto.

El objetivo político de fondo es claro: reconstruir una mínima unidad que permita al radicalismo llegar competitivo a 2027 y recuperar centralidad en la discusión electoral. La incorporación de Cornejo a la mesa nacional no resuelve esa disputa, pero marca un primer paso para rearmar puentes, contener a los gobernadores y evitar que el partido siga perdiendo relevancia en un escenario cada vez más polarizado.