Presenta:

Javier Milei, del outsider al presidente: la emoción como estrategia

La emoción, la confrontación y el uso del relato marcaron el ascenso de Javier Milei, que pasó de figura mediática a presidente con un estilo disruptivo.

Presidente Javier Milei y Manuel Adorni.

Presidente Javier Milei y Manuel Adorni.

Juan Mateo Aberastain/MDZ

Lo que vimos en el Movistar Arena con Javier Milei, no fue un acto institucional ni un error comunicacional: fue una puesta en escena pensada para los fieles, un ritual de pertenencia. Argentina no es lo que pasó anoche, pero lo que pasó anoche forma parte de la Argentina política actual.

Un país donde la emoción sigue siendo más poderosa que los argumentos, y donde —como escribió Jaime Durán Barba“el elector indeciso vota más desaforadamente con el corazón.”

Javier Milei se dirigió a los suyos

A ese público que lo votó por ser diferente, por encarnar la bronca y el hartazgo frente a la política tradicional. Fue un mensaje hacia adentro, hacia los convencidos. Milei volvió a hablarle al sentimiento que lo llevó al poder, no necesariamente a la razón que la sociedad espera de quien hoy lo ejerce.

javier-milei-encabezo-un-nuevo-musical-libertario
Presidente Javier Milei.

Presidente Javier Milei.

El consultor Jaime Durán Barba escribió que “la política es pasión. Los candidatos y los electores dependen de sus sentimientos. No existen electores que lean programas y propuestas de los líderes que les desagradan, para después de una sesuda reflexión decidir si votan o no por ellos.” Esa idea atraviesa toda la comunicación política contemporánea: la emoción define más que la razón. Y Milei lo entiende mejor que nadie.

Sin embargo, la pregunta que surge es si ese estilo sirve cuando se tiene el gobierno en las manos. En campaña, el desborde es una virtud; en el poder, puede volverse ruido. Los ciudadanos dicen querer gobernantes serios, de traje y corbata, pero cuando los ven así los asocian con lo falso, con lo que “esconde algo”. En el imaginario social, la corbata se volvió símbolo de hipocresía. Milei lo sabe, y por eso sigue eligiendo ser él mismo: grita, canta, desafía. Comunica que no se disfraza.

Durán Barba también advierte que “la antipatía no se supera con una buena propuesta, sino con otras pasiones más intensas.” Milei juega en ese registro: sostiene la épica emocional que lo distingue, incluso a riesgo de perder el tono de estadista. En su mundo simbólico, no necesita convencer, sino reafirmar que es invencible, que resiste los ataques de la “casta” y de los medios.

javier-milei-cierre-movistar-arena
Presidente Javier Milei.

Presidente Javier Milei.

Lo del Movistar Arena no fue un acto institucional

Ni un error comunicacional: fue una puesta en escena pensada para los fieles, un ritual de pertenencia. Argentina no es lo que pasó esa noche, pero lo que pasó anoche forma parte de la Argentina política actual. Un país donde la emoción sigue siendo más poderosa que los argumentos, y donde —como escribió Durán Barba“el elector indeciso vota más desaforadamente con el corazón.”

Milei sigue apelando a ese corazón, aunque hoy le toque gobernar con la cabeza.

* Ruben Zavi. Consultor político. Especialista y maestrando en Comunicación Política