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Democracia vs. Capitalismo: el matrimonio en crisis que aún puede salvarnos

Las tensiones entre democracia y capitalismo desafían su convivencia. Repensar sus vínculos podría ser clave para enfrentar la desigualdad y la desconfianza social.

Democracia y Capitalismo. ¿Podemos reinventar este matrimonio desgastado?

Democracia y Capitalismo. ¿Podemos reinventar este matrimonio desgastado?

Archivo MDZ.

La democracia y el capitalismo conviven como un viejo matrimonio: con historia, con heridas, con rutina... pero también con esperanza. Se aman, se pelean, se soportan. Y como toda pareja desgastada, están atravesando una crisis que no es nueva, pero que esta vez podría ser terminal. ¿Van a divorciarse? ¿O aún queda algo por salvar?

Ambos sistemas han sido el corazón del mundo occidental: el primero, asegurando la representación política; el segundo, ofreciendo libertad económica. Juntos parieron una época de prosperidad inédita en la historia humana. Pero algo se rompió. Las tensiones crecientes entre la lógica del mercado y la promesa igualitaria del voto universal están minando las bases de esta convivencia. El contrato entre el ciudadano y el sistema está perdiendo vigencia. Y en ese vacío aparecen los monstruos: la desconfianza, el miedo, la polarización, los populismos de ambos extremos.

La democracia representativa, que alguna vez fue el grito de libertad frente al autoritarismo, hoy cruje bajo el peso del desencanto. La gente vota, sí, pero cada vez espera menos. Las élites políticas se perciben como cínicas, alejadas, ineficientes. Las urnas ya no son instrumentos de esperanza, sino válvulas de escape para el resentimiento.

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La democracia representativa, hoy cruje bajo el peso del desencanto.

La democracia representativa, hoy cruje bajo el peso del desencanto.

Aquí es donde entra el mercado, y el capitalismo del miedo

El capitalismo, cuando funciona, genera riqueza. Pero cuando se desregula y se vuelve indiferente al sufrimiento social, alimenta las llamas de la desigualdad. La competencia sin red, la meritocracia sin condiciones de largada, el culto al éxito sin piedad por el que fracasa: todo eso construye una bomba silenciosa.

El problema no es el capitalismo en sí, sino su versión desalmada, el “laissez-faire” para unos pocos. Esa economía sin rostro que promete movilidad ascendente, pero entrega salarios estancados, empleo precario y una sensación creciente de que el juego está arreglado.

El mayor riesgo no es un regreso a regímenes dictatoriales clásicos. El peligro hoy es una mutación: democracias vacías de contenido, sin proyecto, dirigidas por algoritmos, indignadas en redes pero paralizadas en lo real. Gobiernos electos que ya no gobiernan. Mercados libres que ya no liberan. Una sociedad que, sin fe ni futuro, se convierte en pasto fácil para los líderes que prometen orden sin libertad, crecimiento sin justicia.

La historia nos enseña que no es la primera vez que esta alianza se tambalea. En los años 30, también parecía que todo se venía abajo. Pero hubo respuesta. El New Deal en EE.UU., el Estado de Bienestar en Europa, el pacto democrático que garantizaba crecimiento con derechos. Se puede reconstruir. Pero para eso hace falta liderazgo, ideas y coraje.

Lo que necesitamos no es menos capitalismo ni menos democracia, sino mejores versiones de ambos. Un capitalismo con responsabilidad social, que entienda que sin cohesión no hay mercado que aguante. Y una democracia que funcione, que rinda cuentas, que escuche antes que reaccionar.

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El capitalismo, cuando funciona, genera riqueza.

El capitalismo, cuando funciona, genera riqueza.

¿Podemos reinventar este matrimonio desgastado?

Sí. Pero no será con maquillaje ni frases de marketing. Será con reformas profundas. Con un nuevo contrato social que reequilibre poder, que revalorice la política, que humanice la economía. Porque si democracia y capitalismo se separan definitivamente, no quedará un mundo mejor. Quedará un caos gobernado por la ley del más fuerte.

Y entre la barbarie y el desacuerdo, prefiero siempre un sistema imperfecto que podamos mejorar, antes que el abismo que no permite retorno.

* Juan Pablo Chiesa es Especialista en trabajo y empleo. Magíster en empleo e innovación judicial. Diplomatura en IA aplicada a la gestión en entornos digitales

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