Los muros invisibles y la pobreza expuesta de Mendoza

El muro que construye la Universidad Nacional de Cuyo para aislarse de algunos problemas y prevenirlo robos, según la justificación, impresiona. El cemento de las placas premoldeadas es gris, pálido, similar al de las cárceles. Las murallas tienen algo más de 3 metros y se clavan en una zanja profunda. Esa obra tosca es una metáfora de la resignación de la principal casa de altos estudios de Mendoza frente a un problema que requiere mucha la materia gris de las neuronas y no la del cemento para resolverse. Pero hay otro contraste que es aún más duro. “No sé leer ni escribir”, dice una mujer que vive a solo 10 metros de la Facultad de Derecho.
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Esa unidad académica se ve desde la ventana de la vivienda de la mujer. En la puerta de su casa hay una montaña de basura y señales de abandono. “Ya ni prometen acá. Nos dieron la casa, pero es una casa para 11 personas grandes. Antes vivíamos en tres ranchos. Hace 50 años que vivo acá, ahora estoy con mis 8 hijas. No tenemos luz, ni trabajo”, dice la mujer que tiene que pedir ayuda para leer un mensaje escrito por una vecina en un cartón. Entre la UNCuyo y la comunidad con la que convive hay un muro invisible mucho más difícil de penetrar y que es una postal extrema de algunos de los problemas de Mendoza: el empobrecimiento, la caída de las expectativas y la baja autoestima.
Más allá de los casos extremos que están expuestos y hacen obvias las metáforas, el deterioro de Mendoza se arrastra desde hace décadas y su denuncia parece redundante, como el eco en la montaña. Si se hila fino en los datos, queda más claro aún. Mendoza perdió peso en la economía, en la riqueza que genera el país; también en su influencia sobre el “deber hacer” en materia productiva. Aunque es una de las provincias grandes, está de mitad de tabla hacia abajo en la mayoría de los indicadores que pueden marcar la calidad de vida de su gente. Está en el puesto 15 del ranking en ingresos familiares y en el 13 si se mide per cápita. El nivel de informalidad laboral es enorme. Según el INDEC; en el área urbana de la provincia un 40% de las personas trabajan sin aportes a la seguridad social, es decir en negro. El problema para la economía es que quienes están en esa condición perciben un 50% menos de ingresos que los que están formalizados.
Alfredo Cornejo tiene suele tener diagnósticos finos sobre lo que ocurre. En este tema lo tiene y por eso, explica, busca sumar insumos, herramientas a la economía local para mejorar los ingresos. “Con el petróleo y la minería, vamos a mejorar los salarios de la provincia”, repite. Cornejo sabe que la calidad de vida y, como consecuencia, el humor social dependen de la economía familiar. El proyecto de vida de cada familia está atado a esos ingresos. En el diagnóstico del Gobernador hay una comparación recurrente con San Juan y Neuquén, dos provincias vecinas que tienen economías “monocultivo”; dependientes de actividades extractivas. Neuquén se sale de escala por la explosión del aprovechamiento de Vaca Muerta. Y es un caso paradigmático porque Mendoza comparte esa formación, pero el atraso en el impulso a la inversión y la falta de infraestructura complican todo. Hoy, por ejemplo, los habitantes de Pata Mora se atienden con médicos de Rincón de los Sauces y las empresas que trabajan para armar el polo logístico que el Gobierno de Mendoza financia, también vienen desde ese lugar. El plan piloto de YPF en la lengua mendocina de Vaca Muerta depende en gran medida de la logística que se presta del otro lado del río.
En el límite norte, San Juan está a un par de años de vivir un boom económico que puede ser relevante si se cumplen las promesas de las principales empresas mineras del mundo. Es la “segunda oportunidad” para esa provincia, tras la fiebre del oro que se inició con Veladero en 2005. Hacia allí viajan frecuentemente profesionales y empresarios mendocinos que hallaron su modo de vida. Volviendo a las metáforas, las rutas que unen a Mendoza con San Juan y Neuquén están destruidas, intransitables; recorrerlas irrita y dan sensación de abandono.
San Juan y Neuquén, sin embargo, tienen algunas carencias estructurales que les impiden aprovechar mejor el boom de recursos. No desarrollaron aún, por ejemplo, industrias pesadas que puedan proveer la demanda de las mineras y petroleras. Mendoza estuvo siempre un paso adelante en ese sentido, pues tiene una tradición industrial y una diversificación mayor. El problema es el letargo de años. “Hoy no cumplimos con muchos de los estándares que exigen las empresas mineras de alto rango y tampoco tenemos la experiencia para estar en Vaca Muerta”, se sinceró un empresario ligado lateralmente a esas industrias.
Cornejo considera que está haciendo el “trabajo sucio”, preparando el terreno para que la matriz pobre de Mendoza cambie. Errado o no, él cree que ha resignado aspiraciones y capital político propio en pos de ese bien superior. Ayer, por ejemplo, viajó a Canadá y estará ausente de casi todos los actos formales de la Vendimia porque viajó a Canadá para participar de la principal feria de inversores mineros. Ya estuvo el a año pasado y ahora, junto con empresarios afines, “pasará la gorra” para atraer inversiones. La mayoría de los ganadores del Distrito Minero Malargüe son mendocinos que buscan vender sus propiedades o asociarse con inversores. La tarea les está costando más de lo que creían por la falta de información real sobre el potencial de la zona.
Mendoza está en la zona roja, fuera del escenario de los grandes inversores mineros. Antes de entrar en esa liga, hay un camino que recorrer. El futuro del proyecto San Jorge tendrá que ver con ello. Antes de iniciar el debate sobre el plan de la empresa (que mejoró el proyecto original bochado en 2011), hay derivaciones que lo le convienen a nadie: discusiones estériles, violencia y lo que algunos consideran un acoso judicial. Es real que el Estado se movió mucho más rápido para judicializar y condenar por un delito que tiene telarañas en el Código Penal, que para explicar que con San Jorge no habrá riesgos reales y puede tener beneficios importantes para la provincia y Uspallata. Ese debate recién está en sus comienzos y hay una enorme oportunidad para que el proceso sea virtuoso. La empresa, por ejemplo, puso en números los supuestos beneficios que traerá; los riesgos ambientales, los recursos naturales en juego y los controles que se necesitan. Está en manos del Estado y la sociedad civil ejecutar los mecanismos para que las cosas ocurran y se abandone el campo de las hipótesis.
Durante 100 años Mendoza supo vivir y estrujar los recursos naturales. Es lo que pasó con el petróleo, que nutrió a la Provincia de riqueza, empleo y también problemas ambientales gravísimos. Hoy el escenario es complejo y nuevo. Cambió la dependencia extrema de YPF (que igual tendrá un poder enorme) y comienzan a operar empresas de otras escala, con objetivos más moderados pero reales.

El abandono nacional para ejecutar obras clave condicionan al extremo. Cornejo no se queja en público y ejecuta un plan de sustitución: usará fondos provinciales para suplir el retiro del Estado nacional. No está dicho oficialmente pero todo indica que lo hará sin reclamo, sin recurrir a medios administrativos o judiciales para reclamarle a la Nación los incumplimientos. Hoy gobierna Milei, pero el Estado es uno solo, es decir los compromisos asumidos por Cristina, Macri y Alberto Fernández tienen la misma vigencia. Mendoza mantiene la misma actitud amistosa que tuvo con todos los presidentes, salvo Suarez con Alberto Fernández. Los resultados en su mayoría han sido malos y están a la vista.


