Controles y turismo

La columna incómoda sobre el paso a Chile y que nadie quiere escribir

¿Se le puede exigir a Chile que cambie sus métodos de control? ¿Puede mejorar la logística para la atención de los viajeros? Respuestas impopulares y soluciones simples.

Edwards Gajardo
Edwards Gajardo domingo, 19 de enero de 2025 · 22:00 hs
La columna incómoda sobre el paso a Chile y que nadie quiere escribir
Foto: ALF PONCE MERCADO / MDZ

Todas las reacciones de molestia que se generan en las filas, o a través de las redes sociales, cuando se está esperando para cruzar a Chile son absolutamente comprensibles. De hecho, yo mismo las tengo y más de un mal rato me he llevado esperando horas para poder cruzar la cordillera e ir a visitar a mi familia o para hacer algún trámite. Ni hablar de lo que fue cruzar en pandemia, con un sinfín de requisitos y condiciones.

Partiendo de esa base, entendiendo a cada uno de los que viaja y las esperas que deben soportar, cuando baja el ritmo cardíaco y se analiza fríamente la situación, nos damos cuenta que hay una explicación para las preguntas que nos hacemos respecto al paso y por qué funciona así. Lamentablemente, no son las que esperamos y no resultan satisfactorias para nuestra necesidad particular, que es tener un cruce rápido hacia Chile.

Por eso, a la hora de hacer un análisis sin pasiones, me encuentro con una columna que resulta incómoda y difícil de escribir, porque no puedo dejar de encontrarle razón al viajero (por algo que también he vivido en carne propia y seguramente en más ocasiones que el promedio), pero -por el otro lado- también está la decisión legítima de un Estado soberano respecto a los controles de ingreso.

En ese sentido, debemos separar lo que es la decisión sobre los controles y lo que es la logística a la hora del uso de la capacidad instalada. Lo que resulta inaceptable es que, teniendo una capacidad física determinada (número de cabinas), no se utilice al máximo y haya períodos en que la demanda está en el tope y lo que no está al tope es la disposición del personal necesario para poner en funcionamiento cada uno de los puestos de control.

Dejando eso en claro, un punto clave que hay que poner sobre la mesa es el eterno discurso, que al parecer internalizamos rápidamente, referido a la integración. Lamentablemente, ese término está repetido en decenas de declaraciones conjuntas, pero no existe realmente, o por lo menos no es así entre la zona central de Chile y el oeste argentino. Se trata de algo que la política utiliza constantemente, pero que no termina de salir de algunas medidas aisladas e inconexas. Eso, internalizado por el viajero, nos hace creer que tenemos que tener un traslado rápido entre ambos países, pero la realidad es que eso nunca existió y en las condiciones actuales no va a suceder. Si ya la gestión política no ha podido acercar posiciones en materia de integración, la cuestión geográfica se hace completamente compleja, con distancias y caminos complicados que suman a todo lo que nos separa.

Qué dicen los acuerdos

Tenemos que tener en cuenta que Chile y Argentina no son parte de un bloque común, pero tienen tratados de "libre circulación". Eso significa que se puede viajar sólo con un documento y hacer sólo un trámite en cada sentido con la implementación de controles. Chile no es parte del Mercosur y sólo tiene acuerdos como estado asociado, por lo que las menciones a fronteras de la Unión Europea (UE) como ejemplo de solución no vienen el caso, porque se está comparando un bloque de políticas y hasta una moneda común, con dos países con visiones diferentes que nunca discutieron la posibilidad de ir por un camino parecido a ese. En ese contexto, hay que tener claro que cada país pone sus reglas y define cuáles son las condiciones para el ingreso a su territorio. Un ejemplo claro es Estados Unidos, que exige una visa para ingresar a todos aquellos países con los que no tiene acuerdos preliminares.

Los acuerdos de Chile y el Mercosur apuntan principalmente a la actividad económica, pero todos ellos y sus modificaciones permanentes a lo largo de los años, no abren la puerta para que el bloque pueda exigirle a Chile cambios en sus políticas internas, como es el control de ingreso, que termina siendo la piedra de tope. Sí puede pedirle que dote de personal para toda la capacidad instalada, en lo referido a la infraestructura, algo que sí está considerado en algunos acuerdos de integración.

En el caso específico de nuestro cruce fronterizo, el reglamento del Tratado sobre Controles Integrados de Frontera Chile – Argentina, considera la forma de funcionamiento en las fronteras. Este documento detalla cada procedimiento y uno de ellos, que es clave, especifica la situación de los controles fitosanitarios y zoosanitarios. El artículo 25 dice que los controles  se realizarán de acuerdo a la normativa exigida por cada país y el 26 indica que los controles "se efectuarán en todos los casos". Es decir, se revisará a todos los que ingresen.

Si buceamos un poco más, y vemos la misión que tienen organismo como el SAG o la misma Unidad de Pasos Fronterizos, creada hace algunos años, apuntan en todo momento al control, por lo que queda muy claro que la decisión del vecino país es registrar a todos los que ingresan sin distinciones. De hecho, a la hora de las revisiones en Los Libertadores a todos los sacan todo, no distinguen nacionalidad ni razones de viaje, cuestión que quedó clarísima con el boom de compras en los supermercados mendocinos por parte de ciudadanos chilenos. Las demoras eran eternas y Aduanas y el SAG descargaban camionetas cargadas de distintas mercaderías para cumplir con los controles, procesos que también eran lentos.

Políticas de Estado

Con todo lo mencionado, es importante tener claro que Chile tiene una política de Estado muy clara respecto a sus fronteras en base a su economía y funcionamiento interno. Esa indica que se revisa a todos los que quieran entrar al país. No pedirán visas ni otros requisitos a los argentinos en base a los tratados existentes, pero no quedarán exentos de ser controlados todos y cada uno. Eso es algo definido y no sujeto a discusiones.

En los tratados existentes no hay referencias explícitas al turismo, lo que se explica por la carencia de una política de Estado en esa materia. Esa política de Estado es reclamada por el sector de las empresas de turismo, pero tiene una piedra de tope -justamente- en los controles fronterizos terrestres, donde hay poca flexibilidad hacia los cambios.

En resumen, si bien Chile tiene el derecho soberano a determinar condiciones de acceso a su territorio, los tratados que firmó obligan a cumplir con una dotación adecuada para la infraestructura fronteriza con la que cuenta. Del mismo modo, el Estado chileno podría explorar las opciones tecnológicas existentes para -sin cambiar su política de controles- poder agilizar la atención de los miles de visitantes que utilizan Cristo Redentor para llegar a su territorio.

Igualmente, y en base a los hechos registrados desde inicios de enero y hasta ahora, queda claro que con una dotación completa y una alta demanda, las demoras en el paso no superaron las cinco o seis horas, lo que sigue siendo tedioso, pero que se puede explicar por el número de viajeros. Incluso, con dotación adecuada y una demanda promedio de 8.000 personas por día, las esperas están entre 60 minutos y tres horas, lo que es una distancia notable respecto a las 12 o 14 horas que se llegaron a demorar algunos mendocinos que fueron este verano a las playas chilenas.

Finalmente, y con el panorama completo, más allá de que nos parezca buena o no la aplicación de controles estrictos, las reglas que tiene Chile son las que mencionamos y cualquier negociación sobre las mismas debe estar dada por los niveles centrales de ambos países. Sin embargo, la pregunta es qué debería suceder para el vecino país esté dispuesto a discutir sus controles en un ambiente bilateral, porque en décadas de firmas de acuerdos y protocolos, no hemos avanzado demasiado, con o sin colores políticos 

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