Trampa para ratas
El discurso del presidente de la Nación sigue sumando críticas. Ignacio Gallelli es politólogo y deja su opinión en MDZ.
Lo que Javier Milei hizo al dar su primer discurso de apertura de sesiones ordinarias debería entrar en todos los manuales de los pequeños y grandes populistas ilustrados: definir al enemigo, exponerlo y obligarlo a la rendición absoluta. Porque esa es la única lectura posible del “llamado” a la firma del “Pacto de Mayo”. Si alguien ve una moderación o giro del presidente, está haciendo una expresión de deseo más que un análisis cuidadoso de la situación.
En su afán de decir la verdad, Milei no puede dejar de expresarse como lo que es: un líder mesiánico que busca la hegemonía
Como aquel otro presidente que tuvo al 25 de Mayo como su fecha fundacional. Como él mismo dijo, no viene a buscar conflicto, solo sumisión. Uno no puede dejar de entender a los gobernadores y dirigentes que se han mostrado a favor de la propuesta de Milei. Otra no les queda. Están obligados a votarle a libro cerrado al presidente cualquier cosa que se le ocurra para tener el derecho de sentarse con él a que les deje firmar (también a ciegas) su plan “refundacional”. Si no lo hacen (si, por ejemplo, se niegan a aceptar el sistema uninominal que enviaría al museo a todas las fuerzas políticas que no sean La Libertad Avanza y algún que otro peronismo o partido local), son casta. Punto final.
La justificación para este accionar vuelve (como siempre) a recaer en el caudal obtenido en el balotaje y en las encuestas y las redes sociales, que aún le dan al presidente un apoyo que obliga a todos sus enemigos (es decir, a todo el sistema político,
económico, social y cultural de la Argentina) a tener que aceptar lo que dice. Es de esperar que el apoyo que recibe Milei no merme mucho en los próximos meses. Si la inflación sigue bajando, es probable incluso que llegue al 25 de mayo aún mejor posicionado de lo que está hoy. Quizás no parezca a primera vista, pero la hegemonía libertaria (y la dolarización, y todo lo que Milei termine queriendo) está más cerca de lo que parece. ¿Es ese el “No la ven” al que tanto se refiere el Presidente?
Lo más triste de todo es que aún los buenos proyectos mencionados en el discurso (destaquemos, obviamente, la regularización de la democracia sindical), caen en la grieta que el propio Milei y sus “Fuerzas del Cielo” están empeñados en profundizar hasta llegar al centro de la tierra y el magma que salga de allí incinere (solo, según suponen) a la casta.
En defensa de Milei, hay que decir que el camino de confrontación que está transitando no lo creó él
Y no me refiero únicamente al pavimento de primera categoría que le puso el kirchnerismo durante los veinte años en los que volvió a poner de moda conceptos como “gorila” y “antipatria”. La “grieta” es tendencia mundial, y lo vemos a los cuatro costados del mapa. Y no solo eso. Desde Estados Unidos a nuestro país, haciendo una no menor escala en El Salvador, se impone la creencia de que la legitimidad de los Ejecutivos nacionales es cualitativa y hasta ontológicamente superior a la de legisladores y/o gobernantes de entidades subnacionales.
El hiperpresidencialismo (en relación simbiótica con el populismo) es el mal de nuestra era, incluso en un sistema hasta ahora perfectamente funcional como lo viene siendo Estados Unidos. Nadie (ni el propio Milei) puede saber en qué acabará la declaración de guerra disfrazada de pacto de vasallaje que le lanzó al sistema desde su atril en el centro del hemiciclo de la “guarida de ratas” que, para él, es la Cámara de Diputados. Pero la realidad es que tiene todas las de ganar.
Como en la historia del Flautista de Hamelin, Javier Milei empezó a tocar su melodía para atraer a los roedores que, hechizados, ya lo empezaron a seguir. No hace falta que recordemos cómo termina el cuento para esas ratas.
* Ignacio Gallelli. El autor es Politólogo.