Cornejo, el gobernador que no es "traidor", pero que podría llegar a serlo
El mandatario respaldó por solidaridad el reclamo de su par de Chubut que desató un conflicto inédito entre Milei y los gobernadores. Un apoyo que está chocando contra los destratos del presidente.
Hay que viajar hacia atrás en el tiempo más de veinte años para encontrar el último antecedente en el que, en una Fiesta de la Vendimia, se haya decidido no montar el tradicional palco de autoridades en la Vía Blanca o en el Carrousel. Aquella cancelación anterior ocurrió en 2002 y tenía un motivo más que sobrado: fue la Vendimia que se realizó a poco más de sesenta días de la caída de Fernando de la Rúa; cuando atronaba en la Argentina el grito de “que se vayan todos” que ensordecía a la dirigencia política.
En esta edición 2024 de la Fiesta, ya se sabe, tampoco habrá palcos. Alfredo Cornejo mandó a no montarlo y puso por delante la argumentación del ahorro presupuestario ($30 millones sobre un gasto total de $1.600 millones que cuestan los festejos) y buscó evitar también los roces y codazos de los funcionarios y dirigentes de acá y de allá que siempre buscan la manera de figurar mejor en esa vidriera mendocina tan tradicional. Razones válidas. Pero en el ánimo gubernamental pesó un temor de fondo a la hora de optar por perderse esa foto clásica de arquero de melones: el clima de protesta social está denso en Mendoza y más si, como está confirmado, figuras del Gobierno nacional como la de la vicepresidenta Victoria Villarruel o el ministro del Interior, Guillermo Francos, verán desfilar ante sus ojos protestas de docentes, de viñateros y otras.
Lo particular no es que se haya desmontado el palco. Lo singular es que esto suceda cuando, tanto el Gobierno provincial como el nacional, no llevan tres meses de gestión. Lo hemos visto en infinidad de vendimias a ese momento cúlmine de luna de miel de los gobernadores y presidentes con la sociedad que los acaba de votar. Pero da la impresión que hoy existe riesgo en exponer ese vínculo. Más extraño aún resulta el fenómeno, en una provincia en donde tanto Cornejo como Javier Milei ayer nomás ganaron con la cantidad de votos que ganaron.
Esto deja en evidencia no solo la magnitud de la crisis que estamos atravesando, sino también su velocidad e imprevisibilidad. Si no, no se entiende de otra forma el choque de frente que aparece como inevitable entre Milei y los gobernadores que amenazan con una rebelión federal por la poda de fondos dispuestos por la Nación a las provincias.
Cornejo jugó en el conflicto agudo por los recursos desatado entre el gobernador chubutense, Ignacio Torres, y la Casa Rosada que desde el viernes mantiene en vilo a la institucionalidad del país. Participó de la redacción final y suscribió a ese duro documento que firmaron los mandatarios de Juntos por el Cambio, en donde no solo se pusieron del lado de Torres en la pelea, sino que además le advirtieron al presidente que los recortes no los afecta a ellos “sino a los 50 millones de argentinos”, desafiándolo.
El respaldo del mendocino fue un gesto de solidaridad con su colega, más que un apoyo concreto al planteo en sí del patagónico. A decir verdad, no existe ilegalidad en la decisión del ministerio de Economía que conduce Luis Caputo, de descontarle de la coparticipación a Chubut la plata que adeuda del Fondo Fiduciario para el Desarrollo Provincial y que fue el detonante del conflicto. Este fondo forma parte de los recursos que el Gobierno nacional distribuye de manera discrecional entre las provincias y Chubut, durante la fallida gestión anterior de Mario Arcioni, se alimentó de esa asistencia para ir superando las sucesivas crisis con la ayuda de Sergio Massa que, a su vez, era el referente político de Arcioni.
Pero cuando las provincias acuden al Fondo de Desarrollo, lo hacen tomando deuda. Y la garantía es la coparticipación, según dejan firmado cada uno de los gobernadores cuando apelan a esa ayuda. Torres explotó la semana pasada, cuando vio en la cuenta de su provincia que le habían debitado $12.000 millones y sabía que eso iba a pasar. El punto fue que había hecho todo lo que políticamente estaba a su alcance ante el Gobierno nacional para que eso no sucediera. ¿Qué hizo? Lo que vienen haciendo todos los gobernadores desde hace tiempo: renegocian esa deuda con la Nación si es que se ven imposibilitados de cumplir con los vencimientos.
O renegocian, o se quitan la deuda de encima. Mendoza, por caso, canceló en enero $3.000 millones que le debía a ese fondo y que habían sido contraídos por Rodolfo Suarez en medio de la pandemia. Esa plata fue autorizada por el Gobierno de Alberto Fernández después de aquella recordada reunión de tres horas en la que Suarez resistió las presiones nacionales para que Mendoza volviera a la Fase 1 del encierro. Y esos recursos operaban como moneda de cambio. El entonces gobernador mendocino resistió, pero le dieron la plata igual. El dato, vale para graficar la discrecionalidad en la distribución.
El problema para Torres fue que Milei lo ninguneó en su pedido de renegociar la deuda, más allá de ser además un gobernador del PRO. No respondieron sus llamados y no contestaron sus mensajes. En medio otro rechazo que hizo estallar todo por los aires. Torres pidió autorización al Banco Central para emitir un bono y poder cancelar su deuda como forma alternativa y tampoco le respondieron. Cuentan que esa respuesta, en principio, iba a llegar el jueves próximo por parte del Central. En medio, de un día para el otro le descontaron lo que debía; el gobernador entendió que estaban buscando ahogarlo financieramente y estalló.
Lo que está sucediendo en Chubut marca también el escaso poder de fuego interno de Mauricio Macri. El joven gobernador chubutense apeló al expresidente para que intercediera y este falló en todos los sentidos. Por un lado, no solo no consiguió persuadir a Caputo para que accediera a encontrar una solución negociada a ese problema del gobernador. Sino que después, cuando Torres estalló públicamente, no logró contener a uno de los suyos cuando anunció que, en represalia, este iba a cortar el suministro de gas y petróleo desde el Sur. ¿Lo hará? Resulta imposible imaginar que pueda hacerlo.
Nadie sabe qué sucederá en los próximos días en esta puja que ya está lanzada y en la que ninguna de las dos partes, el presidente y los gobernadores, aparecen con intenciones de retroceder y el choque se presenta como inevitable.
No aparece en el ánimo de Cornejo agitar el conflicto, sino todo lo contrario. El gobernador mendocino, más bien, buscaría en los próximos días tratar de aplacarlo. ¿Cómo? No está demasiado claro. La Vendimia podría ser un marco porque el gobernador tendrá reuniones privadas tanto con Villarruel como con Francos. Pero el ministro del Interior no ha sido muy efectivo hasta acá en su tarea de negociar con los gobernadores y muchos de ellos desconfían de que a esta altura (cortísima altura por el tiempo transcurrido) sea un interlocutor válido por las permanentes desautorizaciones a las que lo ha sometido el presidente. De hecho, se menciona que Francos está tratando de recomponer el vínculo roto con el interior luego del fracaso del debate de la Ley Bases y todavía no hubo ni un solo acercamiento con los gobernadores de Juntos por el Cambio que, en su mayoría, buscan sostenerlo a Milei a pesar de todo.
Y acá la pregunta clave: ¿Por qué el apoyo de Cornejo al presidente a pesar de que está pasando todo lo que está pasando? No hay demasiadas dudas al respecto: el gobernador, en trazos gruesos, comparte los lineamientos del libertario y además está incluido dentro ese porcentaje de argentinos más que satisfechos por el hecho de que Milei haya sido la herramienta política que sirvió para desalojar del poder al kirchnerismo. Pero con el transcurso de febrero, ese respaldo fue dejando jirones en el camino. La poda de recursos indiscriminados a las provincias y la desconsideración política a quienes están dispuestos a apoyarlo están mellando tanto apoyo.
“Cornejo de ninguna manera está entre los gobernadores traidores”, dijo Francos a mediados de esta semana en una entrevista con MDZ Radio. A los pocos minutos, un funcionario provincial disparó un mensaje de WhatsApp que llegó al teléfono de este cronista. “Sí. Cornejo no está entre los traidores. Pero en algún momento Cornejo puede llegar a terminar entrando entre los traidores”, pronosticó. El punto de quiebre está, como ya se vio y se dijo, en los recortes a la caja. Pero también en el relato presidencial de poner a todos los gobernadores dentro de la misma bolsa que, aparentemente, le está dando resultado en las encuestas. El asunto es que el mensaje de “la casta” ya no solo es humo para las redes sociales. Sino que aparentemente se transformó en una decisión política de cómo relacionarse con los gobernadores. Incluso, con los más cercanos.
La preocupación primordial, sin embargo, está puesta en el invierno. Cornejo avizora que la caída de la actividad económica se profundizará ya que allí estará el punto de quiebre para el Gobierno. Otros, manejan plazos más cortos. Mencionan al mes de abril como crucial, si Milei no logra dar señales de recuperación en el bolsillo de la gente. Un comentario inquietante recorre sin parar los corrillos de la política. Es el que menciona que el presidente, en realidad, no está dejando a nadie sin agraviar porque, en definitiva, lo que busca es generar su propio estallido.