La masacre de González Catán

El temor a la revancha y las peleas constantes de La Matanza, un lugar inexpugnable

La masacre del domingo pasado por la usurpación de tierras en González Catán, en La Matanza, expuso los límites que tiene la Justicia y la política para actuar contra la delincuencia y las mafias.

Alejandro Cancelare
Alejandro Cancelare martes, 16 de enero de 2024 · 22:55 hs
El temor a la revancha y las peleas constantes de La Matanza, un lugar inexpugnable
Lo que pasa en La Matanza, queda en La Matanza Foto: Julián Volpe/MDZ

"Ojo que la comunidad boliviana es mansa, pero cuando suceden cosas como estas no se queda con los brazos cruzados", le dijo a MDZ un hombre público que prefirió no revelar su nombre y conoce, como pocos, lo que sucede en La Matanza Avanzasegún el slogan oficial.

Lo que pasa en La Matanza, queda en La Matanza. Sino, de otra manera no se puede creer cómo las fuerzas provinciales y federales tienen enormes inconvenientes para proceder a imponer el orden en los diferentes sucesos que impactaron a la opinión pública y que este fin de semana impactó por la masacre de cinco personas y más de una decena de heridos provocados por la disputa de una toma de tierras en González Catán, donde representantes de la comunidad paraguaya, supuestos propietarios o con derechos, acribillaron a familias bolivianas que se habían empezado a instalar en una tosquera abandonada, al lado de un gran asentamiento.

Fernando Espinoza es un tipo duro. Poco amante de la exposición pública, llegó a ser intendente por una delegación personal de Alberto Ballestrini, de quien era su chofer y leal confidente. El por entonces candidato a vicegobernador en la primera fórmula bonaerense que encabezó Daniel Scioli necesitaba alguien en quien confiaba plenamente porque “no me iba a traicionar”, aunque las malas lenguas sostienen que eso se daba por sentado porque nadie le veía capacidades extraordinarias para la conducción sin revisión política.

La muerte del vicegobernador, una persona que le agradaba personal y políticamente a Néstor Kirchner, obligó a Espinoza a tener que tomar las riendas de manera personal y dejar de ser un delegado, algo que llevó tiempo y bastantes enojos con los que siempre se identificaron con su jefe y no tomaban en serio el nuevo rol que le habían asignado al exchofer.

También tuvo varios desencuentros con la actual vicegobernadora Verónica Maggario. En 2022 y 2023 la municipalidad y todos los funcionarios vivieron en vilo la posible vuelta de ella en reemplazo de él, como había sucedido en 2015. Esa tensión, que siempre estuvo latente, se potenció hasta poco antes del cierre de lista del año pasado en el que Axel Kicillof, en una entrevista televisiva, sorprendió a todos con su primer golpe de autonomía al ratificarla como su compañera de fórmula, sin consultarle ni a Cristina ni a Máximo Kirchner, que lo querían para encabezar el proyecto nacional.

El gobernador, que no tomó el curso de conductor pero sí de candidato e imprescindible para muchos, sino podrían poner en riesgo la elección bonaerense, siempre se cuidó de irritar demás al matancero y defendió a su socia política en la dupla bonaerense contra la presión del hijo de los dos presidentes porque fuera Martín Insaurralde el que estuviera en lugar de Maggario.

Como respuesta, todos los cargos legislativos que tenía La Matanza para renovar en la elección pasada se perdieron y el único “ascendido” local fue, justamente, el rival de Espinoza, el camporista Facundo Tignanelli. El actual presidente del bloque de diputados provinciales y el intendente no se pueden ni ver.

La relación con el propio gobernador es fría. A veces a Axel lo cansa escuchar los reclamos del matancero, que exige de acuerdo a las respuestas electorales que brinda su distrito, donde se hace la mayor diferencia en votos de todo el país para cualquier alianza que incluya al peronismo. Espinoza tampoco lo invitaría a un cumpleaños, no lo ve tan peronista como él cree que debe ser un gobernador o conductor provincial.

Berni y Kicillof, dos de los que "sufren" por Espinoza

Con el presidente del PJ bonaerense, Máximo Kirchner, tampoco hay sintonía. El joven diputado nacional siempre amenaza con disputarle el poder territorial aunque luego no se anima. En la última interna se lo vio deseoso de que Patricia Cubría, esposa de Emilio Pérsico, le ganase al intendente. Por supuesto no pasó. Fue arrasada por los votos del ejecutivo local.

Con quien sí tuvo un fortísimo enfrentamiento, porque no lo considera “ni buen funcionario ni buen compañero”, es con Sergio Berni. Testigos del primer episodio trágico en La Matanza, ocurrido en 2020, recuerdan algo más que gritos entre ambos. Y la decisión de colocar la base operativa de la Policía Bonaerense en el Puente 12, en el límite matancero con la Ciudad de Buenos Aires, en lugar de ser aplaudida por el jefe comunal, fue interpretada como toda una provocación.

El control político institucional de todo el territorio, donde habitan casi dos millones de personas, es lo mejor forjado por Espinoza. Nada se escapa de su dominio. Ni una pared para pintar, como lo comprobó el Movimiento Evita cuando intentó ocupar una, como los clubes, asociaciones empresariales, comerciales, las designaciones policiales y la Justicia.

Nada escapa a su aceptación o rechazo. Eso hace que, antes de iniciar una acción, cualquiera sea, es obligatorio pasar por la revisión del jefe comunal o que la novedad le llegue a su conocimiento.

Facilita mucho este poder de control que el Departamento Judicial sólo incluya a La Matanza, como no sucede en ningún otro territorio municipal del país salvo la Ciudad de Buenos Aires. "¿Cuándo se supo de una investigación judicial que hubiera sido realizada por los fiscales locales y que tuvieran como correlato la detención de una persona vinculada con la política? ¿O de grupos mafiosos? Lo que pasa en La Matanza, se queda en La Matanza, fue la lacónica reflexión de un importante  funcionario judicial que no quiere saber nada con mandar audios por WhatsApp.  

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