Lo único que esperábamos, era que dejara de sonar el pitido del final

O se modifica el formato o lo cambian de día y horario. Una de dos, o no habrá forma de que hacia adelante la ciudadanía pueda utilizar de una manera un poco más eficiente el debate (o el “no debate ” en realidad como se observó) de los candidatos a gobernador establecido por ley.
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En la escena montada este domingo en la sala Vilma Rúpolo del Le Parc, no hubo mucho espacio de tiempo para que Alfredo Cornejo, Omar De Marchi, Mario Vadillo, Lautaro Giménez y Omar Parisi, pudieran hace otra cosa más que enunciar en menos de dos o tres minutos minutos sus propuestas de campaña. Si alguien estaba esperando conocer algún detalle de lo que piensan hacer en materia de seguridad, de servicios públicos, de educación o como aspiran a mejorar la institucionalidad, por mencionar la agenda de temas planteada por los organizadores, habrá que buscar otros mecanismos.
Anoche cada uno mostró su juego dialéctico y el que tenía las de perder era Cornejo. Primero porque efectivamente lo fueron a buscar. Estaba claro: es quien encabeza las encuestas y es el candidato a vencer el domingo. Lo fue a buscar Giménez cuando le recordó la criminalización de las protestas sociales, lo buscó Parisi cuando habló del final del ítem aula, lo denunció Vadillo en el momento en el reveló que se mueve por la calle con ocho custodios y, por supuesto, lo atacó De Marchi cuando le dijo que directamente mentía al mencionar algunos datos.
El candidato del peronismo y el del Partido Verde además apostaron por otra estrategia: mostrar que Cornejo y De Marchi son lo mismo dada una realidad de la historia entre ellos. Hasta hace ocho meses nada más, formaban parte del mismo espacio de Cambia Mendoza. Este efecto, quien más lo buscó fue Vadillo.
Pero Cornejo tenía otro rival a enfrentar este domingo por la noche. Uno que estaba ausente, pero cuya presencia se sintió: la gestión de Rodolfo Suarez y sus falencias. Si en algún momento eso se notó con claridad fue en el arranque, cuando la discusión era por la seguridad. “Durante mi gobierno”, destacaba los logros Cornejo todo el tiempo en esta materia, como si los últimos cuatro años estuvieran en blanco. Una definición cerca del final lo dejó un poco desnudo: “Acá van a tener un gobernador que trabaja”, dijo.
Cornejo casi no respondió los ataques. En buena medida la Junta Electoral había decidido evitar los cruces entre candidatos, quizás, como una manera de buscar blindarlo. Hace semanas que el candidato del oficialismo se fijó como estrategia bajar el perfil, guardar su estilo peleador y agresivo porque se dio cuenta que, esas formas que antes le daban resultado, en esta campaña se habían convertido en un disvalor y le ahuyentaban votos. Dio la impresión de que el silencio que guardó durante el debate ante los ataques de sus rivales, finalmente lo terminó dejando mal parado.
¿Se mantuvo la gente frente a las pantallas durante las dos horas y pico que duró el evento? Es difícil saberlo. Aunque los que aguantaron un poco y lograron superar el sopor inicial, en donde el nerviosismo de los protagonistas dominó, tuvieron alguna recompensa. El debate cobró un poco de intensidad cuando se discutió sobre educación y sobre el futuro de los servicios públicos, no tanto por lo interesante e innovadora de las propuestas, sino porque allí quedó en claro como cada uno desplegó su estrategia para lograr lo que habían ido a buscar.
¿Alguien ganó? ¿Alguno perdió? También es complejo establecerlo. Cornejo, encorsetado como estuvo, no redondeó una noche brillante ni mucho menos. Y tuvo que hacer equilibrio además ante las críticas disparadas por el resto hacia Suarez. Giménez buscó fijar el discurso de la Izquierda a toda costa. Parisi fue con ese puñado de ideas que viene presentando en la campaña, concretas algunas para problemas puntuales, pero que no le alcanzará seguramente para acceder al poder dada la realidad electoral actual del peronismo. Rara esa congoja del final del ex PD para agradecerle a su familia.
Vadillo se jugó todo a un discurso agresivo y denunciador de corrupción. “Pernos políticos”, les dijo Conejo y De Marchi. De Marchi se olvidó de todos, para concentrarse solo en “este hombre que tengo a la derecha”, como dijo en varias oportunidades para referirse a Cornejo. Buscó consolidar el objetivo que se había fijado desde que rompió con Cambia Mendoza que era polarizar la elección con el radical. “Doce años más de soberbia no”, trató de convencer.
Lo que sí, en líneas generales, todos dejaron en evidencia su poca capacidad de síntesis dado el poco espacio de tiempo del que dispusieron para hablar y sus déficits a veces para hilvanar una idea. Es lo que hay. Y eso hizo un poco más tortuoso seguir la historia: entre algunas fallas técnicas de la trasmisión oficial, lo único que esperábamos era que en algún momento dejara de sonar el pitido que les anunciaba a los candidatos que se les había acabado su tiempo.