Salieris de San Martín

El piso que busca De Marchi, el juego de Cornejo para no polarizar la elección y la falta de empatía de "la casta"

Mendoza vivirá elecciones disruptivas por el escenario, pero ejecutadas con los mismos actores. Cambia Mendoza busca evitar la polarización y De Marchi apuesta a capitalizar el voto opositor luego de las PASO. Mientas, la mal llamada casta se aleja más de la realidad.

Pablo Icardi
Pablo Icardi domingo, 21 de mayo de 2023 · 09:06 hs
El piso que busca De Marchi, el juego de Cornejo para no polarizar la elección y la falta de empatía de "la casta"
Alfredo Cornejo busca evitar que haya polarización. Foto: Gentileza

Mendoza va a vivir las elecciones más disruptivas de los últimos años; un proceso que puede rediscutir algunos espacios de poder, aunque con los mismos actores. Alfredo Cornejo y Cambia Mendoza están en una posición de ventaja por la estructura, la inercia positiva por la sensación de “buena gestión” y por ser el único sector que tiene también una estrategia de poder diversificada. La irrupción de Omar De Marchi, igualmente, cambió la sensación de confort y el escenario incomoda al propio Cornejo.

Esa idea se profundizará si De Marchi saca cerca o más de 20 puntos en las PASO de junio, pues hacia septiembre podría ocurrir un escenario que el oficialismo busca desmotivar: que se  polarice la elección y que la disputa sea entre dos frentes “primos hermanos” que se conocen amores y miserias; virtudes y debilidades. Todos los sondeos le dan al exganso un segundo puesto que inquieta en el oficialismo. 

La muestra más explícita de ese camino se vive en Las Heras, donde los protagonistas cambiaron como en las telenovelas de bajo rating cuyos guionistas apuestan a cambios radicales de rol para repuntar. La paradoja es que para evitarlo necesitan que el peronismo deje su rol de perdedor y sea más competitivo; que la oposición se atomice. La apuesta radical era que el Partido Verde tome un rol más activo, pero el mal desempeño en las elecciones municipales le generaron desilusión.

La idea de aglutinar el voto opositor, sobre todo el peronismo no fanático, es el plan A de De Marchi luego de junio. Vuelan encuestas por todos lados; todas con sesgo en la difusión. El oficialismo solo recorta los datos que le conviene dar (obviando que tiene un techo mucho más difícil de penetrar) y De Marchi sugiere que los números le dan bien, pero no los explica. El PJ, perdido por perdido, se lanzó a prometer, sin importar qué y cómo.  

La atención en las primeras semanas de campaña está más puesta en los enemigos políticos que en las virtudes propias, en la endogamia en la que está metida la política mendocina y que genera repercusiones nocivas puertas afuera.

De Marchi esquiva hablar del pasado de Orozco porque sabe que lo incomoda. 

Pertenecer tiene sus privilegios

Casa propia, auto nuevo, ingresos seguros y un trajo formal que te aleje de la pobreza. El sueño argentino se cumple entre quienes conviven en los pasillos de Casa de Gobierno, la Legislatura, el Poder Judicial y los municipios, cuyo nivel de vida se mantiene en estándares relativamente cómodos. Ese sueño que es cada vez más lejano para quienes, puertas afuera, esperan respuestas. Hay un estado de bienestar dentro del Estado que convirtió en una tarea aspiracional a la política, distorsionando su rol de servicio público. Este concepto, claro, es arbitrario y está plagado de injusticias porque si fuera la general de la ley, Mendoza sería aún más invivible de lo que es. Pero, vale decir, legisladores como Emanuel Fugazzotto que no tienen más virtud que haber heredado la propiedad de un sello partidario y la habilidad para ser útil a cualquier arquitectura partidaria, dice sin pudor que el medio millón de pesos que cobra no le alcanza. Esto no le hace un gran favor a la mal llamada “casta” política.

Sí, hay una especie de sentido de pertenencia en la clase dirigente que los aleja de sus representados; que genera cada vez más distancia. No se trata de llegar a la sobreactuación de creer que para conocer los problemas hay que sufrirlos o, menos, que la representación directa de los sectores hacen a la construcción de políticas. Esa falsa idea de que “solo los pobres pueden entender a los pobres, o solo los economistas pueden crear políticas de desarrollo”, así como los abogados tienen el injusto monopolio de la administración de justicia.  De hecho allí puede estar una de las bases del problema: hay cada vez más reclamos para que se responda a representaciones específicas, más que propuestas por el bien común. Empresarios que piden rebajas de impuestos para ellos, organizaciones sociales que piden planes para que los administren ellos, gremios poderosos que piden menos ganancias para sus salarios altos y así se gesta un cúmulo de reclamos sectoriales que no están hilados como proyecto colectivo.

La Legislatura es una de las más cuestionada por los privilegios y los pocos aportes propios. 

Además del conocimiento indispensable para elevar el nivel de debate, hay otra idea clave que está en la base de la distancia entre los que deciden y los que esperan. Se trata de la empatía; esa idea de ponerse en el lugar del otro para tratar de entender lo que le pasa, piensa y siente. Estar más atento a cómo se entienden las cosas, más que cómo las dicen; qué impacto real hay, más que en el disimulo y el camuflaje discursivo. El Gobierno de Mendoza ha tenido una habilidad especial en ese plano, pues ha logrado transferir responsabilidades propias como la seguridad, la vivienda y hasta la educación, hacia factores ajenos.

La empatía tiene un enemigo muy cercano, de uso frecuente y confusión permanente en las campañas. Se trata de la demagogia, uno de los peores signos de decadencia luego de 4 décadas de democracia. Hay cantos de sirena y propuestas alocadas. Un candidato, Luis Petri, que propone rebajar impuestos como el Automotor, sin tener en cuenta que ese tributo se coparticipa y que nunca podrá hacerlo por la oposición de los intendentes; o que expresa que hay que dejar de darle comida a los presos para mejorar los comedores escolares. También Omar Parisi, que expresa que se viene la revolución de la vivienda, omitiendo que él estuvo a cargo del IPV cuando se licitaron barrios sin presupuesto y quedó el tendal de proyectos a medio hacer (que tuvieron que ser terminados con la convocatoria de acreedores que hizo Cornejo y financió con la deuda de 500 millones de dólares).

Parisi e Ilardo se largaron a "prometer" más de lo que pueden hacer. 

El propio Alfredo Cornejo dice que con él van a llegar 5 millones de turistas, pero su partido gobierna desde hace 8 años y no logró formar un equipo relevante en el área y solo “pesca en el acuario” gracias a la devaluación y creando una burocracia paralela con la Agencia de Turismo. Lo mismo le pasa en Educación, otro de los ejes de su campaña, aún a pesar de que siempre tuvieron que buscar cuadros externos en el tema. Omar De Marchi utiliza su habilidad discursiva para evadir alguna justificación sensata a la pegatina de dirigentes en la que se convirtió la Unión Mendocina, el frente que deberá liderar tras las elecciones. Ni hablar de otros candidatos que consideran que la riqueza de la provincia puede venir por “generación espontánea”, sin tomar decisiones que incomoden.

Pues Mendoza vive un empobrecimiento que está diagnosticado, pero tratado con calmantes discursivos que solo bajan las sensaciones. Es decir, hay problemas reales que tienen “sensaciones de solución”, como ocurre a nivel productivo con los programas paliativos que no atraen nuevas inversiones potentes; o con la falta de gestión en los recursos naturales que se tapa con anuncios minimalistas.

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